Luis Manuel Esculpi 03 de julio de 2018
@lmesculpi
Distintas
instituciones, investigadores sociales tanto en él área nacional como
internacional, han venido analizando los posibles desarrollos de la crisis
venezolana. Los análisis se pasean por una diversidad de opciones que van desde
la posible rectificación del gobierno en las políticas económicas que ha venido
adelantando, pasando por el denominado estallido social, un golpe militar o una
intervención extranjera.
Si se
adopta como metodología el análisis de todos los escenarios posibles, es
comprensible que la gama de alternativas ofrezca todas las variables
imaginables, incluyendo el estudio de las experiencias del tránsito de
regímenes autoritarios o dictatoriales, a regímenes democráticos; tales
investigaciones comprenden una labor enjundiosa que puede servir de orientación
para comprender nuestra propia realidad.
Una
rápida mirada a esos tránsitos que pueden tener algunas semejanzas con nuestro
proceso, nuestra idiosincrasia y nuestra historia nos permiten aproximarnos a
unas primeras importantes conclusiones: cada proceso presenta características
originales e inéditas con relación a otros, independientemente de rasgos
similares. No todos los acontecimientos evolucionan acorde con las previsiones
diseñadas en un plan, la dirección política debe tener la flexibilidad
necesaria para adaptarse a situaciones imprevistas y delinear la conducta en
correspondencia con tales situaciones.
El
cambio de los regímenes supone que las fuerzas de la renovación deben sentar
las bases para garantizar la gobernabilidad y estabilidad de la alternativa
democráticas y la reconciliación, lo cual requiere no solamente como necesario
sino imprescindible, contar con sectores e individualidades que aún habiendo
respaldado en algunos períodos al régimen que se propone sustituir, se hayan
diferenciado y disentido de su práctica política.
Las
experiencias exitosas más próximas (Chile entre otras) se han caracterizado por
incorporar elementos como los mencionados en su desarrollo, es más en nuestra
propia historia el tránsito de regímenes dictatoriales a gobiernos democráticos
algunos de esos rasgos han estado presentes.
Los
dogmas de fe, la rigidez e inflexibilidad no ha sido la fórmula que las
direcciones políticas han seleccionado para conducir los procesos de
transiciones, por el contrario han contradicho las indicaciones de las recetas
preestablecidas que en forma de manuales algunos intentaron imponer.
La
riqueza de la lucha social y política incorpora en sus vivencias siempre
elementos novedosos que no se pueden desestimar, una visión amplia de esa
especial coyuntura para integrar esos componentes. Pompeyo Márquez siempre que
se debatían estos temas alertaba: “Hay que dejarle algo a la vida”.
La
estrategia democrática, constitucional y pacífica para enfrentar los
autoritarismos exige el despliegue de creatividad y acciones que eviten la
violencia y eludan la acción represiva gubernamental, afirmarlo es sumamente
simple, cumplir con esas premisas en el comportamiento político permanente
reviste complejidades que necesariamente tienen que asumirse.
En
nuestro caso la actual situación requiere que la conducción política se coloque
nuevamente a las alturas de las exigencias, la crisis avanza vertiginosamente,
el tiempo corre y no están a la espera de la lentitud con las que se adoptan
las decisiones y se superan las divergencias existentes. Entretanto el gobierno
sigue empeñado en la continuación de sus políticas haciendo estragos en todos
los sectores sociales en medio de la más grave crisis que ha conocido la
Venezuela contemporánea.
La
superación de las dificultades actuales en el campo opositor, la reconstrucción
y relanzamiento de la plataforma unitaria es un requisito indispensable para
retomar la iniciativa, diseñar la ruta en función del cambio político, objetivo
que cada vez más constituye una necesidad imperiosa para la superación de las calamidades
actuales.
Luis
Manuel Esculpi
@lmesculpi
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