San Josemaría Escrivá 14 de julio de 2018
Quizá
alguna vez pueda venir la tentación de pensar que todo eso es hermoso, como lo
es un sueño irrealizable. Os he hablado de renovar la fe y la esperanza;
permaneced firmes, con la seguridad absoluta de que nuestras ilusiones se verán
colmadas por las maravillas de Dios. Pero resulta indispensable que nos
anclemos, de verdad, en la virtud cristiana de la esperanza.
Que no
nos acostumbremos a los milagros que se operan ante nosotros: a este admirable
portento de que el Señor baje cada día a las manos del sacerdote. Jesús nos
quiere despiertos, para que nos convenzamos de la grandeza de su poder, y para
que oigamos nuevamente su promesa: venite post me, et faciam vos fieri
piscatores hominum, si me seguís, os haré pescadores de hombres; seréis
eficaces, y atraeréis las almas hacia Dios. Debemos confiar, por tanto, en esas
palabras del Señor: meterse en la barca, empuñar los remos, izar las velas, y
lanzarse a ese mar del mundo que Cristo nos entrega como heredad. Duc in altum
et laxate retia vestra in capturam!: bogad mar adentro, y echad vuestras redes
para pescar.
Ese
celo apostólico, que Cristo ha puesto en nuestro corazón, no debe agotarse
—extinguirse—, por una falsa humildad. Si es verdad que arrastramos miserias
personales, también lo es que el Señor cuenta con nuestros errores. No escapa a
su mirada misericordiosa que los hombres somos criaturas con limitaciones, con
flaquezas, con imperfecciones, inclinadas al pecado. Pero nos manda que
luchemos, que reconozcamos nuestros defectos; no para acobardarnos, sino para
arrepentirnos y fomentar el deseo de ser mejores.
Además,
hemos de recordar siempre que somos sólo instrumentos: ¿qué es Apolo?, ¿qué es
Pablo? Unos ministros de aquel en quien habéis creído, y eso según el don que a
cada uno ha concedido el Señor. Yo planté, regó Apolo, pero Dios es quien ha
dado el crecer. La doctrina, el mensaje que hemos de propagar, tiene una
fecundidad propia e infinita, que no es nuestra, sino de Cristo. Es Dios mismo
quien está empeñado en realizar la obra salvadora, en redimir el mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico