Félix Palazzi 14 de julio de 2018
La
tolerancia en un sentido negativo puede ser entendida como convivencia con el
error. De esta forma tolerar significaría sobrellevar, permitir, soportar el
“error” o aquella actitud o conducta que se considera “errónea” en función de
alcanzar la convivencia. Tolerar bajo el presupuesto de encontrarse en plena
posesión de la verdad no es tolerancia, sólo es una tregua o pacto en el
conflicto permanente. En la ardua tarea de la tolerancia la tentación de
creerse poseedores de la verdad es tan real como la de aceptar todo como
igualmente valedero y valioso, o pensar que todo es igual. Ambas tentaciones
llevan consigo al desanimo, al fundamentalismo y a la indiferencia que son
claras consecuencias de la intolerancia.
El
ejercicio de la tolerancia, más que una cuestión social, se nos ha convertido
hoy, más que nunca, en el ejercicio de nuestra humanidad. La crisis social que
vivimos afecta fundamentalmente a nuestra forma de comprendernos, de
expresarnos, de ubicarnos en la historia y en la realidad. Ante esta crisis la
respuesta más efectiva parece ser abandonar la realidad, irse del país.
Son
muchos y urgentes los factores que conforman nuestra crisis nacional, pero nos
urge rescatar lo humano. Lo humano que se encuentra en la búsqueda común de la
verdad. La tolerancia sin la verdad se transforma en sumisión o complicidad;
pero ¿cómo puede una categoría posiblemente tan abstracta como la verdad ser
tan necesaria y urgente para nuestra configuración social actual? Sin la pasión
por la verdad lo humano se deforma y es manipulado por la ideología. Recordaba
Benedicto XVI: “sin la verdad, sin la confianza, sin el amor por lo verdadero,
no hay conciencia y responsabilidad social, la actuación social se deja merced
de los intereses privados y de las lógicas del poder, con efectos disgregadores
sobre la sociedad” (Caritas in Veritate 5). La verdad no es jamás parcial o
selectiva, ella lleva e implica un diálogo desde el cual nos reconocemos en un
suelo común.
A
nivel social, sin la conformación de una “comisión por la verdad” mixta y
plural será imposible alcanzar la reconciliación y vivir en tolerancia en
Venezuela. Ni el gobierno ni la oposición poseen la verdad. La verdad no se
“produce”, sólo puede ser “acogida” (cfr. Caritas in Veritate 52). Sin la
concreción jurídica de iniciativas plurales en la búsqueda de la verdad todo
discurso sobre la tolerancia, el amor, el perdón o la reconciliación será vacío
ya que no buscan la verdad sino la convalidación de sus propios intereses.
Más
allá de la realidad política urge rescatar lo humano reavivando la capacidad de
apertura y acogida del otro, posibilitando la escucha y el diálogo, asumiendo
la diferencia como elemento enriquecedor y necesario para la convivencia, y
estableciendo y fortaleciendo las relaciones cordiales que establezcan vínculos
de gratuidad y reciprocidad.
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