Por Oscar Morales Rodríguez
Nos sumergimos en
una hipnosis colectiva desde el final del siglo XX hasta
ahora y no hay brebajes que nos despierte. Nos llevaron a
un trance profundo que nos ha costado el derrumbe de todos
los indicadores de desarrollo humano. Y hoy estamos caminando hacia el
peor estado sentimental del ser humano: la resignación.
Estamos a mitad de año, y ya
podemos decir sin temor a equivocarnos que vamos transitando –sin escalas- a 5
años de hundimiento del producto interno bruto y a casi una década
de desplome de nuestras reservas internacionales(tanque para
pagar importaciones, deuda y fortalecer la confianza en la moneda nacional).
La implosión económica ha llegado y no hay cambios políticos;
sólo hay cambios demográficos dramáticos.
Las causas de la tragedia
social no han desaparecido. Y aunque no lo crean, todos los días son un
infierno crudo para el presidente Maduro, pues, debe preguntarse –al
menos- 120 veces diarias cómo permanecer en el poder ante tantos impostores de
oficio y cómo alimentar a tantos colaboradores ahogados de ego.
Desafortunadamente, este Gobierno desde hace mucho tiempo no
satisface a las mayorías y sólo se preocupa por mantener complacidos
a sus pocos uniformados.
Mientras tanto,
la ciudadanía busca un sexto sentido que anticipe lo que viene; pero
se desorienta perdiendo todos los sentidos. De repente, nos quedamos sin
temas medulares que nos ponga a debatir sobre
algún proyecto que implique futuro, y sólo nos dedicamos a
pensar cómo nos alimentamos hoy.
Si antes no planificábamos
la visión-país a largo plazo; hoy mucho menos teniendo peores
garantías de sobrevivencia que ayer. Si antes intentábamos escalar
los primeros lugares en modernización de los servicios públicos; hoy
nuestra competencia es por los primeros puestos de los países más
inestables o corruptos del mundo. Lo que nos sobra es corrosión y óxido, y
nadie nos mira con seriedad.
Cuando observamos los
comportamientos sociales de supervivencia que hoy escapan de toda
lógica, es fácil suponer que atravesáremos un futuro poco próspero. Las
circunstancias no colaboran para actuar de forma racional. Todos se reinventan
para ganarle a la depresión económica (hasta perdiendo la decencia).
Para recuperar
al país se requiere, entre otras cosas, una
masiva profesionalización de todos los sectores económicos –sobre
todo el petrolero-, porque no es la improvisación la que nos salvará. Sin
embargo, primero debemos empezar por firmar una tregua e intentar establecer
tiempos de paz, porque se ha demostrado que el sostenido progreso de los
países sólo es posible bajo parámetros de conciliación, armonía y
concordia, dado que esta atmósfera permitiría crear reformas modernizadoras y
se configuraría los avances conducentes al desarrollo económico. Lo
contrario, es retroceso y ruina.
Aparentemente, fuimos
despojados de nuestra consciencia y no hay quién nos despierte de ese
estado hipnótico destructivo. Nos hostigan con proyectiles
de miedos que nos provoquen inacción atenazadora. Pero aún queda
la solidaridad que nos acompaña y un recordatorio que nos dice: el
poder ejercido por los bárbaros es frágil porque está sustentado con
inyección de dudas y miedos temporales, y al final no son más que
tigres de papel o monstruos de barro que pierden ante la realidad.
06-07-18
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