Por Claudio Nazoa
Ella
Soy del género masculino
atrapado en un cuerpo de mujer. Mi placer y mi deber es esperar cada mes la
llegada de un desconocido. Sin él, mi vida es inocua y no tiene sentido… cuando
llegue debo aprovecharlo sin importar quién sea.
Mi instinto me indica que hoy
podría ser. Algo ocurre. Siempre sé cuándo debo estar listo. La casa se está
tornando húmeda… Falopio me llama.
Si de mí dependiera no
escaparía ni uno. Se escapan porque aun siendo parte de una máquina perfecta,
algunos mueren pero… ¡Ya está! Ahora todo depende de ella. Ojalá y sepa manejar
la situación.
La casa se vuelve agua… la
llegada es inminente. No importa cuántos son, siempre son muchos pero a veces
ninguno me encuentra.
—¡Epa, epa…! Es a mí a quien
buscan. Vengan… ¡Qué mala suerte! Siempre me enamoro de espermatozoides
despistados. Esto de ser un óvulo solitario no me está gustando… ¡Aquí estoy…!
¿Por qué nunca me ven? ¿Por qué no se esfuerzan un poco más?... Ya casi llegan…
Él
Soy uno entre trescientos
millones. Pronto saldré disparado como un cañonazo junto a otros parecidos pero
diferentes a mí. No sabemos hacia dónde vamos, aunque sabemos que uno
sobrevivirá y creará vida… ¡Ojalá sea yo y no alguno de mis hermanos!
Estoy vivo pero, como ente
solitario, también estoy muerto. Dependo de tantas casualidades que mi destino
es incierto. Si no logro salir no llegaré a ser ni siquiera un pedazo de algo.
¡La perfección!, sí, eso soy.
El principio y la cúspide de la vida. Un todo cuyo único objetivo es procrear.
Soy la pieza más importante del futuro de la humanidad, la máxima creación, y
sin embargo estoy aquí, perdido entre miles iguales a mí que, como yo, están
dispuestos a luchar a muerte para ganar.
Ha llegado la hora,
trescientos millones nadamos a través de un túnel que parece interminable. El
momento es terrible. Varios han muerto atropellados ante el ímpetu de quienes
intentan llegar primero.
Ahora somos cien millones.
Estoy entre los primeros. ¡Debo llegar! No tengo brazos, no tengo pies, no
tengo ojos pero debo llegar ¡No voy a dejarme vencer! Si lo logro, juro que
algún día escribiré sobre el milagro de la vida que, paradójicamente, comienza
con la muerte de millones.
Mi suerte depende de un olvido…
Mientras tanto y a la vez…
—Mi amor… olvidé decirte que…
que… olvidé tomar la pastilla…
—¡Estás loca! ¡Y ahora me lo
vienes a decir!... lo que falta es que quedes embarazada.
—No, no, no… No creo que
tengamos tan mala suerte.
02-07-18
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico