Miguel Méndez Rodulfo 07 de julio de 2018
Desde
finales de los años 50 el país aprovechó las bondades naturales que ofrece el
río Caroní para entronizar el desarrollo hidroeléctrico. En efecto, este río
maravilloso con un curso escalonado, en el que numerosos saltos y raudales se
intercalan con tramos de curso lento y pendiente escasa, es uno de los ríos más
caudalosos del mundo, en relación al tamaño de su cuenca. Su caudal promedio
ronda los 4.850 metros cúbicos por segundo; además cuenta con la ventaja de
arrastrar muy pocos sedimentos. De manera que es ideal para construir represas
e instalar turbinas de generación eléctrica.
Se
comenzó con el bajo Caroní: primero fue Macagua I en 1960 (310 MW); luego fue
Guri primera etapa 68-78 (2.575 MW) y segunda etapa 84-88 (6.300 MW), para un
total de 8.875 MW; siguieron Macagua II y III en 1998 (2.640 MW), Caruachi en
2003 (2.160 MW) y Tocoma iniciada en 2002 y no terminada aun (2.184 MW). El
potencial total de generación eléctrico del bajo Caroní es de aproximadamente
16.000 MW. El alto Caroní tiene un potencial de aprovechamiento de 3 represas
adicionales que se podrían construir: Tayucay, Aripichí y Eutobarima. El río
Paragua permitiría levantar en el sitio denominado Euraima, otra represa; para
un total a desarrollar en el alto Caroní-Paragua de 10.000 MW. La ventaja
ambiental de esta región es que las presas serían a filo de gua; es decir que
no necesitarían construir embalse, ya que la zona de anegación sería 50% mayor a
la que cada año ocurre en períodos de alta pluviometría.
El
desarrollo hidroeléctrico de Los Andes, comprende la Central J.A. Páez, ubicada
en Barinas, pero que toma el agua del río Santo Domingo en el estado Mérida,
genera 240 MW. El Desarrollo Uribante-Caparo, ubicado en el estado Táchira, con
las centrales San Agatón y La Vueltosa, genera 863 MW de hidroelectricidad;
pero si se construyera la central Las Coloradas (ubicada en el medio de ambas
centrales), la generación aumentaría en 460 MW, para un total de 1.323 MW en
todo el complejo.
Antes
de 1960 la electricidad que se generaba en Venezuela era de origen
termoeléctrico (aunque en sus inicios, por allá por 1897, a Caracas se le
suministraba electricidad desde una represa hidroeléctrica, ubicada en El
Encantado). Pero el gran desarrollo de esta modalidad vino con Tacoa en Catia
La Mar, como ejemplo de emprendimiento privado, y como referencia de inversión
pública Planta Centro en Morón, Ramón Laguna y Rafael Urdaneta en Maracaibo,
Josefa Camejo en Falcón, Pedro Camejo en Valencia, conforman las principales plantas
termoeléctricas; además existen muchas plantas medianas y pequeñas ubicadas en
ciudades y pueblos.
Para
2009 la capacidad instalada del parque térmico era de 9.000 MW. Para 2012 dicha
capacidad, en virtud de la inversión del gobierno de US$ 50.000 MM, había
aumentado a 20.000 megavatios; no obstante, sin explicación alguna, tres años
después la misma Corpoelec mostraba en su página web que la capacidad térmica
instalada era de 10.000 MW. Ello era un reconocimiento al deterioro brutal de
Tacoa y sobre todo de Planta Centro, pero también que Pedro Camejo no operaba a
su capacidad y que Josefa Camejo no podía enviar sino muy poca energía.
Los
expertos dicen que la pésima gerencia, la falta de inversiones adecuadas, el despilfarro
y la inconveniencia que significó la compra de las plantas de generación
distribuida, la falta de combustibles nacionales, la corrupción y la
militarización del sistema eléctrico, han ocasionado que en este momento apenas
se estén generando 13.000 megavatios, tanto en hidroelectricidad como en
termoelectricidad, lo que sugiere que lo térmico está casi todo inactivo.
Además, estos mismos expertos estiman que la demanda, o el consumo de energía
eléctrica, se ubica en alrededor de 16.000 megavatios, El déficit de 3.000 MW
entre la oferta y la demanda de electricidad, es lo que explica el
racionamiento y los constantes apagones.
Por
otra parte el fiasco de las plantas de generación distribuida, así como lo que
ha ocurrido con los equipos de plantas grandes, tanto térmicas como
hidroeléctricas, los cuales tienen hasta dos años que no se les hace
mantenimiento, es lo que explica la caída en la generación. La falta de
recursos económicos y la ausencia de personal capacitado han tenido un impacto
significativo. Las líneas de transmisión, a su vez, se están cayendo, están
corroídas, los transformadores explotan, etc., todo esto es producto de la
ausencia de mantenimiento. Vale destacar, para agravar el cuadro, que los
trabajadores de Corpoelec se han ido por los bajos sueldos y los que quedan no
cuentan con implementos para cumplir sus labores. La minería de criptomonedas
es otro factor importante porque sobre recarga los transformadores y estos
explotan. El gobierno culpa a la naturaleza, a la guerra económica, al sabotaje
pero no se entiende como si desde 2013 están militarizadas todas las
subestaciones eléctricas del país, el régimen no ha podido detener los
supuestos sabotajes.
Miguel
Méndez Rodulfo
Caracas
6 de julio de 2018
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