Ramón Flores 27 de agosto de 2018
@liderhumano
El
anhelo madurista de la destrucción de toda iniciativa privada de Venezuela ha
dado un paso definitivo: la medida anunciada por Nicolás Maduro de incrementar
el salario mínimo a 180 millones bolívares de los viejos o 1.800 bolívares
soberanos de los actuales, la cual constituye la muerte de la mayoría de las
empresas en el país. Y es que el aumento de sueldo trae consigo un alza brusca
de las prestaciones sociales de los trabajadores, cuyo cálculo es retroactivo y
toma como referencia el último sueldo devengado, lo que decretará la bancarrota
de las pocas empresas que aún se mantienen en pie en Venezuela.
Asimismo,
anuncios de medidas para reactivar la producción agrícola, ganadera o
industrial, brillaron por su ausencia. El silencio de Maduro también fue
descarado y evidente ante el descomunal fracaso de las empresas expropiadas por
el régimen, y que en buena parte explican la crisis sin precedentes que se
sufre hoy en el país.
No
obstante, lo que más desconfianza generó del “plan” de Maduro, es que todo está
“anclado” al petro, la criptomoneda que ni los “camaradas” rusos, chinos o
cubanos aceptan en los negocios que hacen con el régimen y que más bien parece
montada para “lavar” esos capitales que la banda de “bolichoros” no puede mover
debido a las sanciones de EEUU, Europa y otras naciones impuestas contra los
jerarcas “rojos”.
Pero
eso no es todo: si los empresarios aumentan los precios para intentar
sobrevivir al desastre, son aprehendidos, como si de los peores criminales se
tratara, por funcionarios armados y encapuchados del Servicio Bolivariano de
Inteligencia (SEBIN), o de la Fuerza de Acciones Especiales (FAES) de la
Policía Nacional Bolivariana: son humillados en público, sin juicio ni derecho
a la defensa.
Sin
ser pitonisos, es evidente que estamos a las puertas de una oleada inédita de
despidos masivos, dado que pequeños y medianos empresarios preferirán bajar la
santamaría antes del 1° de septiembre para no perderlo todo y aunque sea
“salvar los muebles”, liquidando a sus trabajadores antes de que entre en
vigencia el nuevo salario mínimo de 1.800 bolívares soberanos.
A los
más de 4 millones que se han desplazado por la miseria generada por el chavismo
tras 20 años de gobierno, se unirán otros millones de venezolanos desempleados
y hambrientos, mientras que los que se queden estarán a merced del yugo
manipulador que hace el madurismo con la entrega de las cajas de comida de los
Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), así como de los míseros
bonos que otorga el régimen a los que tienen el “carnet de la patria”.
Ante
este apocalipsis madurista en pleno desarrollo, me pregunto: ¿qué estamos
esperando los demócratas para unirnos y derrotar a esta cleptocracia? ¿Hasta
cuándo los egos “presidenciales” que no nos permiten avanzar en nuestro anhelo
de recuperar a Venezuela? ¿Nuestras Fuerzas Armadas seguirán permitiendo
violaciones a la Constitución? ¿Nos vamos a dejar terminar de robar el país?
¿Esto es lo que queremos para nuestros hijos y nietos?
Se
acabó el tiempo: el momento de salvar a Venezuela es ahora.
Diputado
a la Asamblea Nacional
Presidente
del Parlamento Amazónico
@liderhumano
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