TRINO MARQUEZ 30 de agosto de 2018
@trinomarquezc
La
última escalada de control del régimen
sobre el país apunta a elevar a su máxima potencia los alcances y
cobertura del carnet de la patria. Tratan de convertirlo en el mecanismo de
empadronamiento, control, chantaje e intimidación más eficaz de cuantos han
aplicado. Pretenden ir más allá de los consejos comunales, las ubch y las salas
situacionales. Es una versión de la lista de tascón, pero más sofisticada y
ligera, porque supuestamente incluye a las
personas que lo obtienen en los beneficios otorgados por el gobierno o facilita
los trámites que los ciudadanos deben
realizar ante los organismos del Estado. Con el carnet de la patria se pretende
sustituir la cédula de identidad, único documento de nacionalidad que se les
exigía a los venezolanos.
De acuerdo con el ritmo de los
acontecimientos, pronto el carnet de la patria será necesario para conseguir
empleo, viajar al exterior, moverse por el interior del país, abrir una cuenta
bancaria, inscribir a los niños en las escuelas, ser atendido en un hospital,
obtener el RIF u obtener cualquier permiso o licencia. Será el documento con el
cual el régimen satisfará su delirio persecutorio.
Durante dos décadas hemos visto lo que
el oficialismo entiende por refundar la patria.
Desde los aspectos accesorios hasta los cimientos de la sociedad han
sido modificados o vulnerados. Desde los cambios en las estrellas de la Bandera
Nacional y la postura del caballo en el Escudo Nacional, hasta la destrucción
de los partidos políticos, la eliminación del Senado, la desaparición de la
autonomía de los poderes públicos, la estatización de activos que pertenecían a
la sociedad, la compra de medios de comunicación, no queda ningún espacio vital
donde el régimen no haya impuesto su hegemonía. Su vocación totalitaria es
insaciable.
El relanzamiento del carnet de la
patria se produce en medio del cuadro de debilidad general que padece la
oposición. El gobierno sabe que con tanta confusión y desconcierto, puede
plantearse las metas más caprichosas que se le ocurran, sin que sus abusos
impliquen ningún costo político. Se ensañan contra el adversario frágil. Es una
vieja recomendación de los Castro: cuando veas a tu oponente débil, destrúyelo.
La piedad no constituye ninguna virtud Es un signo de debilidad inaceptable en
un comunista. El gobierno está demostrando la autoridad del caporal. Se ha
convencido de que en las actuales circunstancias puede obligar a la mayoría del
país a doblegarse porque la capacidad de resistencia de la población es muy
reducida. Casi inexistente.
El
carnet de la patria se transformó en el vehículo mediante el cual Maduro puede
mantener la fachada democrática y electoral, sin correr un riesgo serio de
perder las consultas que convoque. Ese documento crea la ficción de que el
gobierno puede saber quiénes votan a favor de los candidatos oficialistas y
quiénes no. Sirve para extorsionar a los electores. Quienes no lo porten no
recibirán las bolsas clap, no recibirán los bonos que irresponsablemente
concede el gobierno, no obtendrán la pensión del seguro social o, incluso, no
serán atendidos en los centros públicos de
salud. El carnet alimenta la sensación de que el gobierno y Nicolás
Maduro son como el Gran Hermano orwelliano. Todo lo sabe porque está en todas
partes. Es un ser omnisciente y omnipresente.
Para
la dirigencia opositora constituye un inmenso reto tomar una decisión correcta
y firme frente a la emboscada tramada por la pandilla. Carece de la fuerza
organizativa para convertir en una jornada nacional de protesta y resistencia
la convocatoria a no sacar el carnet. Tampoco puede pedirle a la gente a que
forme filas para inscribirse, como si
fuésemos corderitos. El llamado de algunos opositores a registrarse
masivamente para obtener el carnet, con
el fin de quitarle su carga explosiva y hacerlo inofensivo, me parece de una
ingenuidad patética. ¿Qué concepto de oposición y resistencia es ese que
claudica sin combatir ante una medida tan arbitraria, ilegal e inconstitucional?
Una cosa es reconocer nuestra debilidad y, a partir de allí, proponerle a la
gente que decida de acuerdo con su libre albedrío y sus propias necesidades; y
otra completamente distinta consiste en llamar a convalidar un atropello como
el que intenta consumar la pandilla que asaltó Miraflores. El sentido de
realidad no puede desplazar al sentido político. Una buena dosis de pragmatismo
siempre conviene. Pero el servilismo es otra cosa porque conlleva degradación. Pedir que la
gente vaya a inscribirse para obtener el carnet de la patria equivale a
imaginarse que los judíos hubiesen actuado muy bien, si hubiesen formado, motu
proprio, colas para convertirse en los primeros en ser enviados a los campos de
concentración, antes de que esos lugares de exterminio se pusiesen demasiado
incómodos.
Frente
a la patota gobernante hay que resistir. El carnet de la patria habría sido una
nueva oportunidad para demostrar en todo el país el rechazo a Maduro y el deseo
de cambio. Parece que no será así y que cada quien hará lo que mejor le
parezca. Lamentable.
Trino
Márquez
@trinomarquezc
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