IBSEN MARTÍNEZ 22 de agosto de 2018
Los
venezolanos de mi generación aún recuerdan el tiempo remoto en que Hugo Chávez
hacía su primera campaña electoral con un libro de Anthony Giddens bajo el
brazo.
En
esto que cuento soy literal: Chávez se presentaba al plató del programa
televisado de entrevistas mañaneras vestido de riguroso traje y corbata y con
un ejemplar de Más allá de la izquierda y la derecha, o de La tercera vía, bajo
el brazo. Esta expresión —"tercera vía "— llegó a ser su favorita durante
un buen trecho de su travesía en el desierto, antes de acceder al poder.
En
materia económica, el Chávez candidato se pintaba a sí mismo como una especie
de socialdemócrata ecléctico, dicharachero y nativista, solo un poquitín
interventor en cuestiones petroleras. Un militar exgolpista y filantrópico, un
televangelista del culto bolivariano que fingía haber leído al sociólogo por
entonces favorito de la progresía europea. Tony Blair era el kennediano
arquetipo de fin de siglo y Chávez no se recataba de ponerlo de ejemplo. Hablo,
por supuesto, de antes de la foto que Blair se hizo con George W. Bush y José
María Aznar en las Azores.
Con
excepción del todavía irredento Gustavo Petro, a todos nuestros fenómenos
populáricos les hemos escuchado, en campaña electoral, decir jaculatorias que
tienen por tema la tercera vía.
Chávez
procuraba, por supuesto, disipar temores, ya no en el grueso del electorado
venezolano, rendido de adoración futurista desde el mismísimo momento en que el
teniente coronel se alzó en armas en 1992, sino en eso que los cursis aún
llamamos "poderes fácticos". En esto no se distinguió de los mesías
que han venido luego.
Todos,
sin excepción, desde Lula da Silva a López Obrador, impostan en algún momento
de sus campañas la prudente mesura y el equilibrio doctrinal en materia
económica que, adornados con un toque de espontaneidad ante las cámaras,
granjea una invitación al Foro Económico de Davos.
La
estrategia suasoria y el habla de Chávez a fines de los 90 se llenaron de
fórmulas del tipo "si bien es cierto, no es menos cierto". Como en
"si bien es cierto que el socialismo esto y lo otro, no es menos cierto
que el capitalismo tal y más pascual". Lo dicho: una tercera vía.
La
beatífica tercera vía de Hugo Chávez ganó por avalancha las elecciones de 1998
con el beneplácito de banqueros, propietarios de medios, académicos, todos los
poetas teporochos de América Latina, Ignacio Ramonet, Noam Chomsky y Oliver
Stone. Cumplida su función embobecedora, la tercera vía dio paso al expolio y
al saqueo universales que, en menos de 20 años, condujo al caos apocalíptico
que es hoy la Venezuela de Nicolás Maduro.
En los
medios llamados altermundistas circula un libro titulado El pensamiento
económico de Hugo Chávez, cuyo autor es el tardomarxista gaditano Alfredo
Serrano Mancilla, teórico español de la misma estirpe de Errejón y Monedero.
Allí se dice que el de Chávez es un "pensamiento alquímico, marcado a
fuego por la coyuntura, sin perder de vista la perspectiva estratégica".
También que en él hay una quincalla de Simones (Bolívar y Rodríguez), de István
Mèszáros, del allendista Carlos Matus, de Oscar Varsavsky, John Kenneth
Galbraith, Velasco Alvarado, de nuevo Omar Torrijos y Antonio Gramsci.
Al
profesor Serrano se le tiene, con mucha razón, por mentor de Nicolás Maduro en
cuanto a economía. Dicho con la parla color salmón de los suplementos
económicos, Serrano es el cerebro del milagro económico venezolano. No en balde
Maduro lo ha llamado el "Jesucristo español que vino a salvarnos del
neoliberalismo".
La ONU
estima que la catástrofe y la tragedia venezolanas han causado más de dos
millones de refugiados aventados, solo en lo que va año, al resto de
Suramérica. De ellos, un millón trescientos mil clínicamente desnutridos. Fruto
de la destrucción de la estatal petrolera y de una hiperinflación de un millón
por ciento anual, es la mortandad infantil y de enfermos crónicos salvables que
en menos de cinco años se cuenta ya en decenas de miles.
¡Otro
mundo es posible! Vayamos hacia él armados del pensamiento alquímico
bolivariano de Hugo Chávez y la fóquin tercera vía de Nicolás Maduro.
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