Rafael Luciani 25 de agosto de 2018
@rafluciani
El
oficialismo busca siempre la destrucción de las instancias que puedan impulsar
cambios. La relación entre el Papa, la Iglesia venezolana y el pueblo es una de
ellas. El modo de quebrarla es dañando su credibilidad. Para ello, ha forjado
la falsa idea de un Papa que representa a la izquierda y unos obispos que
defienden a la derecha. Hay que ser desconocedor del funcionamiento jerárquico
de la institución eclesiástica o haber caído en la lógica del gobierno, para
decir que el Papa apoya a Maduro.
Son
varias las denuncias que el Papa ha hecho. El 10 Abril del 2014 dijo: «anhelo
vivamente que cesen cuanto antes las violencias y hostilidades y que los
responsables políticos e institucionales no escatimen esfuerzos para favorecer
la reconciliación en el respeto de la verdad y de la justicia». El 1 de Marzo
de 2015 denunció al mundo la muerte de Kluivert Roa, asesinado de un tiro por
un oficial de la Policía Bolivariana. Dijo: «rezo por las víctimas, en
particular por el joven asesinado en San Cristobal». En Octubre del 2016
respondió a la petición de facilitación que le hiciera la MUD para participar
en una mesa de diálogo. Pero fueron sus palabras del 30 de Abril las que han
causado una serie de reacciones llenas de insultos, al mejor estilo del
chavismo y castro-comunismo político.
¿A qué
se refería el Papa? El Papa no estaba llamando a un nuevo diálogo, sino
analizando el pasado. Dijo: «hubo una intervención de la Santa Sede y la cosa
no resultó. No resultó porque no…, las propuestas no eran aceptadas, o se
diluían, o era un “sí, sí” pero “no, no”». Esta última expresión, «sí, sí, pero
no, no», se refería precisamente a los insultos que emitió el gobierno al
Vaticano cuando el Papa, a través de su secretario de Estado, envió el 2 de
Diciembre, una carta con cuatro condiciones: elecciones, restitución de la
Asamblea, apertura del canal humanitario y liberación de los presos políticos.
Ante el incumplimiento del gobierno a estas exigencias del Estado Vaticano, la
MUD se retiró: «al no estar satisfechas las demandas que la Santa Sede consideraba
indispensables consideramos que no existen condiciones para restituir un
diálogo». Gracias a la facilitación del Papa quedó en evidencia la intención
del gobierno y se generó una mayor conciencia internacional.
Tal
fue el efecto internacional logrado por el Papa, que el gobierno no tardó en
buscar formas de dividir y dijo que la carta no era del Papa sino de Parolin:
«el Papa no ha mandado ninguna carta, quien mandó una carta fue el señor Pietro
Parolin». Para quienes no conocen la estructura del Vaticano la Secretaria de
Estado no puede emitir nada a título personal. Es un organismo que expresa la
posición oficial del Estado Vaticano regido por el Sumo Pontífice. Estas
«condiciones claras» fueron a las que se sumaron Argentina, Brasil, Chile, Colombia,
Costa Rica, Perú, Paraguay y Uruguay, luego de la reunión del Papa con la
canciller argentina. A pesar de que el Tratado de Letrán obliga a la Santa Sede
a mantenerse alejada de los conflictos temporales, el Papa no ha querido dejar
de denunciar lo que vivimos.
El
Domingo 30 de Abril el Papa denunció al mundo —en su mensaje Urbi et Orbe— «la
situación en Venezuela, con numerosos muertos, heridos y detenidos», abogó por
los «Derechos Humanos» e instó a «soluciones negociadas a la grave crisis
humanitaria, social, política y económica que golpea a la población». El Papa
siempre ha sido coherente. Quien gana en este intento soez por desprestigiarlo
es el gobierno.
Rafael
Luciani
Doctor
en Teología
rlteologiahoy@gmail.com
@rafluciani
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