Por Piero Trepiccione
Estamos en una etapa
de nuestra historia republicana extremadamente delicada y compleja.
Los venezolanos hemos sido testigos de excepción de como se ha prendido el
ventilador para ensuciar a todo el liderazgo del país. Nadie ha escapado a
semejante fenómeno que se está produciendo desde la utilización de fórmulas
jurídicas hasta el linchamiento moral a través de las redes sociales.
Las consecuencias directas
las estamos viendo en una desconexión absoluta del liderazgo con el clima
de opinión pública sembrado en el país en crisis. Este vacío creciente
hace que no existan referencias hacia las cuales puedan encausarse los procesos
políticos y sociales en los próximos meses. Algo que es verdaderamente
preocupante si tomamos en consideración el debilitamiento de la economía tanto
del Estado como de las propias familias venezolanas en el momento actual.
Surgen diversas
interrogantes ante el fenómeno que estamos presenciando en Venezuela. ¿Quiénes
están detrás del ventilador?, ¿es gente del Gobierno, de la oposición o es una
combinación secreta?, ¿a quién o quiénes realmente beneficia la deslegitimación
del liderazgo del país?, ¿se hace inocentemente o es un plan muy bien definido?
En todo caso, las consecuencias de una acción de esta naturaleza van orientadas
a socavar la legitimidad del sistema político y si no existen suficientes
elementos institucionales para sobrellevar una ruptura histórica, podemos
desembocar en la nada con suma facilidad sin que los autores intelectuales de
esta falacia cobren políticamente lo que han planeado maquiavélicamente.
Si algo nos ha caracterizado
en los últimos tiempos es el fenómeno de la “desestatización” y la concentración
del poder en una figura hiper-líder.
Los mecanismos de contrapeso
y el funcionamiento institucional en Venezuela se han deteriorado
paulatinamente. Con una crisis económica de la envergadura que estamos
padeciendo sumada al derrumbamiento cual castillo de naipes de
la clase política nacional, la aparición de un lobo estepario es mucho más
factible que los cálculos cortoplacistas que se están haciendo en algunos grupos
político-económicos ávidos de conquistar el poder a cómo dé lugar.
Por ello, es fundamental que
los venezolanos y el liderazgo serio de la nación no comamos fintas de ciertos
personajes que, particularmente, desde el Twitter, pretenden erigirse en los
adalides morales de una nueva República donde desaparezca la política, y ellos,
cuales aristócratas bendecidos por el derecho divino y la antipolítica, reinen
y reconstruyan al país.
Cuidado con las fórmulas
mágicas. Siempre la historia nos repite que acaban muy mal. Tanto en economía
como en política los procesos madurados y concebidos desde una sociedad
organizada con partidos sólidos y legítimos son los que finalmente nos llevan
al éxito. Las visceralidades expresadas por algunos personajes públicos y otros
tanto más bien anónimos o con carácter de bots, solo engendran odio para
erradicar el odio.
En estos tiempos es más
necesario y además, indispensable articular en lugar de destruir. Ya la
cotidianidad del venezolano está hecha pedazos como para sumarle un cúmulo de
ambiciosos que solo está pensando en ponerle la mano al poder por el poder
mismo y no para promover el desarrollo humano y sustentable de esta sociedad
plural. Recordemos como se desprestigiaron los liderazgos del país en los
ochenta y noventa. Cómo desde la antipolítica y algunos medios de comunicación
se sembró el odio y se sentaron las bases para la finalización de un ciclo
político-histórico. Tristemente, las lecciones de la historia parecen no
haberse aprendido…
26-08-18
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