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martes, 21 de agosto de 2018

La sensatez de Archie Moore, por @CarlosRaulHer




CARLOS RAÚL HERNÁNDEZ 19 de agosto de 2018
@CarlosRaulHer

Estamos en la antesala de un nuevo paquete, necesario por obra de treinta años de destrucción, en los que pasamos de ta’barato-dame-dos a la condición de venecos. El alto poder adquisitivo de nuestra gente era tema de burla para las elites (¿semi?) ilustradas, pero hoy sufrimos miseria y humillaciones en otros países. Sectores muy importantes de esas elites acumulan ya tres décadas de destrucción meticulosa de todo lo existente, que comenzaron precisamente en 1989. Los hijos de Atila.

Grupos de comunicadores, empresarios, intelectuales, políticos, religiosos, de izquierda y de derecha, se coaligaron para pulverizar el programa de reformas económicas, políticas y sociales de Carlos Andrés Pérez, y a él mismo. La izquierda, siempre de antiguallas, calificó al Gran Viraje de paquete neoliberal y la derecha acusó al gobierno de corrupción, aunque sus ministros eran profesionales capaces y honorables, versiones tecnocráticas de Teresa de Calcuta, comenzando por Miguel Rodríguez. Paquete traducía trampa, embauque, intereses turbios, y comenzaba la deriva hacia el noveno círculo dantesco.

Empresarios subsidiados no querían competir, y políticos a los que se les atravesaban gobernadores y alcaldes electos, encabezaron un motín reaccionario para rechazar la democratización. La economía crecía a las tasas más altas del mundo junto con China, que había aplicado a su vez decisiones homólogas. Se logró tal nivel de empleo que los gremios empresariales se plantearon importar mano de obra de nivel técnico medio. Pero la oleada reaccionaria se salió con la suya, desmembró todo y el primer gobierno chavista, el de Caldera, reimpuso los controles de cambio y el resto de la economía política de la imbecilidad.

Matos y Giordani

Todo con el estulto, mendaz blablableo del ministro Matos Azócar sobre “economía social”, “precios solidarios” dignidad frente al FMI, que nuevamente destruyó la actividad económica. Ante el desastre en 1995 vinieron con su propio paquete la agenda-Venezuela, un programa mediocre, pirata, incompetente, lleno de parches e insuficiencias y que como toda gestión mal hecha, colocó al país en el peor de los mundos. La supuesta agenda nos empobreció brutalmente y lo único que logró fue que el gobierno llegara rengueando a las elecciones de 1998 con Chávez convertido en ídolo.

Los grupos que provocaron la caída de Pérez y el triunfo de Caldera, acompañaron al nuevo adalid de los pobres para que la destrucción siguiera triunfal. De no haber sido por la tragedia 1993-1998, hoy viviríamos en un país desarrollado sin nada que envidiar a los Emiratos en materia de satisfacción de necesidades materiales. Entre Caldera, la Corte de Justicia y varios ilustrados, hicieron todopoderoso a Chávez quien con una asamblea supra constitucional y la asesoría de Giordani, se dedicó a malbaratar la monumental riqueza petrolera y a pulverizar el país.

Arruinó los productores y la producción nacional, a las clases medias, enfrentó a nuestra gente en dos mitades artificialmente separadas y la desgracia echó raíces a partir de 2003 con el retorno de la economía política imbécil de controles y represión. Hizo que el sentimiento nacional fuera el odio. Hoy estamos ante la ejecución de un nuevo paquete del que, a la hora de escribir esto, no sabemos exactamente de qué se trata, salvo unas vagas estelas. Y el gobierno no capta que una reforma económica, para triunfar, necesita estar hecha por profesionales de punta, respaldo financiero internacional, el FMI, y apoyo interno.

Dictadura cariñosa

El último que trató de hacerla autónomamente fue Macri y ya está de regreso. La de aquí se desliza en medio de la brutalidad y la ferocidad que hacen insoportable la vida, como ya lo es para la mayoría de los ciudadanos. Pero la saña destructiva sigue con el colapso de la oposición producto de la cadena acciones alocadas, irresponsables, durante los últimos dos años y ocho meses, que condujo a terribles derrotas. La monstruosa abstención en las elecciones de alcaldes y la presidencial, simplemente porque no podía ser candidato alguno de los predestinados, dejó al país sin ningún instrumento de presión para frenar la demencia gubernamental.

Con la ilusa pretensión de sacar a Maduro de un solo golpe, aupada por los mismos grupos que apoyaron antes los varios episodios comentados, las fuerzas democráticas quedaron en la indefensión. Ya no hay unidad, ni MUD, ni líderes, ni partidos, ni nada, simplemente porque desde 2016 decidieron lanzarse al vacío en la oscuridad. Ahora solo nos quedan fe y esperanza, pero en algunos también insulsa y desviada, a la sazón un golpe de Estado modelo 23 de enero de 1958. Hasta terrorismo tenemos hoy como novedad y no solo del gobierno.

Llega la ilusión de que un pronunciamiento militar les entregará el poder para ellos implantar una dictadura buena, cariñosa y moderna. Todavía no cicatrizan las heridas de las palizas anteriores y ya apuestan a otro contrafáctico. Dependen ahora del favor de sus enemigos porque no pudieron construir su propia opción. Tal vez les sirva una anécdota del mega púgil pesado y semipesado, Archie Moore. Luego de la pelea en la que Ezzard Charles le dio un descomunal knockout, un periodista le preguntó si vendría por la revancha. Y él respondió “por el momento voy a estar quince días hospitalizado. Después pensaré en eso”.

Carlos Raúl Hernández
@CarlosRaulHer

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