CARLOS RAÚL HERNÁNDEZ 19 de agosto de 2018
@CarlosRaulHer
Estamos
en la antesala de un nuevo paquete, necesario por obra de treinta años de
destrucción, en los que pasamos de ta’barato-dame-dos a la condición de
venecos. El alto poder adquisitivo de nuestra gente era tema de burla para las
elites (¿semi?) ilustradas, pero hoy sufrimos miseria y humillaciones en otros
países. Sectores muy importantes de esas elites acumulan ya tres décadas de
destrucción meticulosa de todo lo existente, que comenzaron precisamente en
1989. Los hijos de Atila.
Grupos
de comunicadores, empresarios, intelectuales, políticos, religiosos, de
izquierda y de derecha, se coaligaron para pulverizar el programa de reformas
económicas, políticas y sociales de Carlos Andrés Pérez, y a él mismo. La
izquierda, siempre de antiguallas, calificó al Gran Viraje de paquete
neoliberal y la derecha acusó al gobierno de corrupción, aunque sus ministros
eran profesionales capaces y honorables, versiones tecnocráticas de Teresa de
Calcuta, comenzando por Miguel Rodríguez. Paquete traducía trampa, embauque,
intereses turbios, y comenzaba la deriva hacia el noveno círculo dantesco.
Empresarios
subsidiados no querían competir, y políticos a los que se les atravesaban
gobernadores y alcaldes electos, encabezaron un motín reaccionario para
rechazar la democratización. La economía crecía a las tasas más altas del mundo
junto con China, que había aplicado a su vez decisiones homólogas. Se logró tal
nivel de empleo que los gremios empresariales se plantearon importar mano de
obra de nivel técnico medio. Pero la oleada reaccionaria se salió con la suya,
desmembró todo y el primer gobierno chavista, el de Caldera, reimpuso los
controles de cambio y el resto de la economía política de la imbecilidad.
Matos y Giordani
Todo
con el estulto, mendaz blablableo del ministro Matos Azócar sobre “economía
social”, “precios solidarios” dignidad frente al FMI, que nuevamente destruyó
la actividad económica. Ante el desastre en 1995 vinieron con su propio paquete
la agenda-Venezuela, un programa mediocre, pirata, incompetente, lleno de
parches e insuficiencias y que como toda gestión mal hecha, colocó al país en
el peor de los mundos. La supuesta agenda nos empobreció brutalmente y lo único
que logró fue que el gobierno llegara rengueando a las elecciones de 1998 con Chávez
convertido en ídolo.
Los
grupos que provocaron la caída de Pérez y el triunfo de Caldera, acompañaron al
nuevo adalid de los pobres para que la destrucción siguiera triunfal. De no
haber sido por la tragedia 1993-1998, hoy viviríamos en un país desarrollado
sin nada que envidiar a los Emiratos en materia de satisfacción de necesidades
materiales. Entre Caldera, la Corte de Justicia y varios ilustrados, hicieron
todopoderoso a Chávez quien con una asamblea supra constitucional y la asesoría
de Giordani, se dedicó a malbaratar la monumental riqueza petrolera y a
pulverizar el país.
Arruinó
los productores y la producción nacional, a las clases medias, enfrentó a
nuestra gente en dos mitades artificialmente separadas y la desgracia echó
raíces a partir de 2003 con el retorno de la economía política imbécil de
controles y represión. Hizo que el sentimiento nacional fuera el odio. Hoy
estamos ante la ejecución de un nuevo paquete del que, a la hora de escribir
esto, no sabemos exactamente de qué se trata, salvo unas vagas estelas. Y el
gobierno no capta que una reforma económica, para triunfar, necesita estar
hecha por profesionales de punta, respaldo financiero internacional, el FMI, y
apoyo interno.
Dictadura cariñosa
El
último que trató de hacerla autónomamente fue Macri y ya está de regreso. La de
aquí se desliza en medio de la brutalidad y la ferocidad que hacen insoportable
la vida, como ya lo es para la mayoría de los ciudadanos. Pero la saña
destructiva sigue con el colapso de la oposición producto de la cadena acciones
alocadas, irresponsables, durante los últimos dos años y ocho meses, que
condujo a terribles derrotas. La monstruosa abstención en las elecciones de
alcaldes y la presidencial, simplemente porque no podía ser candidato alguno de
los predestinados, dejó al país sin ningún instrumento de presión para frenar
la demencia gubernamental.
Con la
ilusa pretensión de sacar a Maduro de un solo golpe, aupada por los mismos
grupos que apoyaron antes los varios episodios comentados, las fuerzas
democráticas quedaron en la indefensión. Ya no hay unidad, ni MUD, ni líderes,
ni partidos, ni nada, simplemente porque desde 2016 decidieron lanzarse al
vacío en la oscuridad. Ahora solo nos quedan fe y esperanza, pero en algunos
también insulsa y desviada, a la sazón un golpe de Estado modelo 23 de enero de
1958. Hasta terrorismo tenemos hoy como novedad y no solo del gobierno.
Llega
la ilusión de que un pronunciamiento militar les entregará el poder para ellos
implantar una dictadura buena, cariñosa y moderna. Todavía no cicatrizan las
heridas de las palizas anteriores y ya apuestan a otro contrafáctico. Dependen
ahora del favor de sus enemigos porque no pudieron construir su propia opción.
Tal vez les sirva una anécdota del mega púgil pesado y semipesado, Archie
Moore. Luego de la pelea en la que Ezzard Charles le dio un descomunal knockout,
un periodista le preguntó si vendría por la revancha. Y él respondió “por el
momento voy a estar quince días hospitalizado. Después pensaré en eso”.
Carlos
Raúl Hernández
@CarlosRaulHer
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico