Por Mirla Pérez
Somos un país casi
devastado. Sobran las cifras negras que nos colocan ya como una sociedad cada
vez más débil. La inviabilidad está en casi todas las esferas de la vida desde
la política hasta la imposibilidad de comer, subsistir. Todavía nos queda el
espacio de la cultura como anclaje y como posibilidad de re-significación de la
dominación.
Las imágenes son de lo más
dolorosas, van desde la cara de un niño que languidece por falta de comida
hasta las enormes filas humanas que transitan sin esperanza a lo largo de las
fronteras de este país que un día fue próspero. En Ecuador nos llaman los
Caminantes, la más dura metáfora de la serie exitosa denominada The
Wolking Dead. No sólo caminamos, huimos despavoridos de una realidad que
busca eliminarnos como persona y como sujetos políticos.
Inevitablemente viene a
nosotros esas crudas imágenes que jamás pensamos vivir: la del holocausto. Los
escritos de Hannah Arendt que nos parecían atroces y desde lejos
emitíamos el juicio: ¡hasta dónde puede llegar la humanidad!
Esa humanidad maligna nos
tocó, lo estamos viviendo, nos están matando de la peor manera posible.
Esa humanidad maligna nos
tocó, lo estamos viviendo, nos están matando de la peor manera
posible. Las nuevas políticas de Maduro nos lanzan a un barranco sin
fondo, nos condena a la muerte, al genocidio.
Para los que aún tenían
dudas de tipificar el sistema como socialista totalitario, el avance
estrepitoso de este viernes 17 de agosto, ubica nítidamente el único sujeto
económico y político posible: el Estado totalitario, en su esencia. Ya Arendt
dedicó parte de sus estudios a explicar cómo sociedades no totalitarias son
convertidas por el totalitarismo en terrenos fértiles para la dominación.
En el artículo de hoy me
centraré en esas condiciones totalitarias; específicamente basadas en
la destrucción sistemática del espacio público como lugar de encuentro.
Desde la ausencia del transporte que aísla y desmoviliza, hasta el exterminio
por hambre y desplazamiento migratorio. Han sido maestros de la eliminación.
Ellos son fuertes en el
aislamiento nosotros en la relación y en la solidaridad; un anclaje que como
sociedad y política todavía tenemos a disposición y que es necesario potenciar.
Antes de estas dos décadas muertas para la organización y activas en el control
totalitario, en nuestras comunidades se producían organizaciones autónomas de
corte social y político, tanto la Iglesia como los partidos eran parte de ese
entorno que constituyeron espacios públicos importantes en el desarrollo
comunitario.
Hoy, en las distintas
comunidades populares, escuchamos con frecuencias frases como estas: “la
política [chavista] fue como… aplastando, esta, esto…” Acabaron con todo,
eliminaron la verdadera participación e impusieron una estructura
condicionante, corporativizaron la organización local y rompieron con el poder de
la democracia basada en la pluralidad y en la libertad. Hoy caminan hacia el
total aislamiento.
Efectivamente hemos visto
cómo se eliminó la participación política descentralizada, autónoma y fue
sustituida por una artificial, impuesta y falsa como la que se expresa en los
consejos comunales.
La mayor expresión
centralizada y de dominación, el primer eslabón del Estado
comunal que pasa por la eliminación de la libertad y, por tanto, de la
democracia misma.
Despojaron del sentido
político a la sociedad civil-comunitaria, y han ido re-significando la política
como un hecho que le concierne solo al aparato gubernamental partidista,
principio básico del totalitarismo. Eso lo fueron haciendo de modo silente
primero, y contundente, después. Sacaron de los barrios a las organizaciones
políticas, a las fundaciones, sustituyeron las asociaciones de vecinos y
metieron un sujeto que aún hoy no es digerible: la comuna.
Nunca pudieron sacar a la
Iglesia, de ahí la gran importancia que tiene en este momento de resistencia,
de anclaje socio-simbólico en la reconquista de la democracia.Un punto clave en
la re-confección del poder comunitario por encima de la tiranía comunal.
Arendt (1998, p. 575),
en Los Orígenes del Totalitarismo, plantea una visión importante para
interpretar la situación que hoy vivimos en Venezuela, veamos: “El aislamiento
puede ser el comienzo del terror; es ciertamente su más fértil terreno; y
siempre su resultado. Este aislamiento es, como si dijéramos, pre-totalitario.
Su característica es la impotencia en cuanto que el poder siempre procede de
hombres que actúan juntos, que actúan concertadamente; por definición, los
hombres aislados carecen de poder.”
Me parece que esta
interpretación es fundamental para todo aquel que quiera hacer política en Venezuela
en este momento. No es un detalle menor el colapso del transporte público y
privado, de la vialidad y las comunicaciones. No es sólo ineficiencia, es parte
del plan estratégico de dominación, aislados somos más vulnerables y por tanto
dominables.
Estamos llegando al
aislamiento total, no esperemos que el colapso acabe con la poca posibilidad de
hacer política, el poder está en el grupo, en la coordinación, en la
organización. En la red de solidaridad y en la posibilidad antropológica de la
convivencia del venezolano.
Teniendo en frente un
quiebre significativo de la convivencia, tenemos, por lo menos, dos opciones:
primero, que ellos se consoliden, tipo Cuba, porque el colapso no implica el
cambio de régimen y, el segundo, entender que urgen acciones políticas
efectivas con base en nuestro modo de ser y en las organizaciones propias.
Ellos han dado un paso a
delante, ¿qué haremos como sociedad civil y política? Explorar en nuestro modo
de ser pueblo es un buen camino. ¡Adelante!
24-08-18
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