Pedro Luis Echeverría 30 de agosto de 2018
El
pasado Sábado 25 del corriente, tuve la oportunidad de asistir a un foro
organizado por la Fundación Espacio Abierto, en el que participaron como
ponentes jóvenes dirigentes de varios de los partidos que forman parte del
espectro político nacional.
Entre
estos jóvenes se hizo evidente que existe una capacidad de diálogo y
entendimiento realmente encomiable, evidenciaron la arraigada visión que tienen
del concepto que la unión de todos los venezolanos es la clave para avanzar,
con posibilidades de éxito, en la tenaz lucha que se libra para propiciar un
cambio en la conducción del país, dando con ello, un ejemplo de madurez
política que ojalá fuera motivo de emulación por parte de los dirigentes
mayores de las organizaciones políticas en las que ellos militan.
A lo
largo de sus intervenciones, estos jóvenes nos hablaron de la necesidad
perentoria que tienen los opositores a la dictadura de construir y organizar la
unión, como concepto más amplio que el de unidad y que comprenda propósitos,
valores, principios, objetivos que sean coherentes, verdaderos, contundentes y
viables y cuya organización y funcionamiento sea la expresión de toda la
sociedad civil y no la exclusiva visión, ideológicamente limitada, de los
partidos políticos.
A
juicio de estos jóvenes, la Unión es el más valioso instrumento del que dispone
la disidencia para derrotar al régimen. Creen que ese es y debe ser el objetivo
fundamental para la oposición venezolana. La salida de Maduro del poder solo es
posible con la unidad. La voluntad popular unida y con un mismo objetivo le
pondrá fin a una era de despotismo, arbitrariedades, violaciones a la
Constitución, envilecimiento de las instituciones públicas, al sistemático y
artero engaño a la población y a la más profunda ineficiencia operativa del
Estado que registra la historia de Venezuela.
La
decidida acción unitaria, conducirá a sellar el final del mandato de un régimen
que se identifica y representa el pasado, y que, por lo mismo, su líder no
puede ser el conductor del país hacia el futuro
En
síntesis, coincidieron en que el régimen ha tratado por todos los medios a su
alcance y con el poder totalitario del Estado, aplastar la voluntad de millones
de personas, tratando de potenciar su sumisión y la desaparición del ansia de
libertad que es la condición esencial de los seres humanos. El gobierno irresponsablemente
asume el rol de feroz contendiente, en lugar de abrir, mediante acciones
políticas contundentes y veraces, los caminos para el entendimiento y la paz;
los cierra a través de un discurso discriminador, altanero y desconsiderado en
el cuál campean intentos de dominación gubernamental a la sociedad, perversas
órdenes de incremento y profundización de la represión, falsedades,
descalificaciones y violaciones a las leyes.
A
pesar de ello, la fuerza de la protesta crece, persevera, se mantiene, se reinventa
y se extiende a diversas ciudades y sectores sociales. Es una suerte de loca
espiral en donde se confrontan la violencia oficial y la resistencia heroica.
Esta
propuesta de los jóvenes respecto a la forma que debe asumir la unidad se debe
fundamentar en el establecimiento de una nueva relación entre los miembros de
la sociedad que garantice una amplia coalición social y la vigencia de una
verdadera comunidad de ciudadanos dispuestos a darle un rumbo diferente a la
marcha del país.
Se
trata, en síntesis, de construir, con la fuerza que confiere la unidad, una
visión de nuestra sociedad que rompa con los conceptos populistas y el
estatismo aberrante. Esta visión debe sustentarse en un eficiente sistema
organizacional y en un paradigma de progreso compartido y equitativo para
impulsar políticas que permitan superar los niveles de pobreza, intolerancia,
autoritarismo, exclusión social y arbitrariedad estatal que caracterizan al
régimen y, remover, los factores que restringen la libertad de las personas, en
su individualidad y como miembros de una comunidad. Este gran esfuerzo de
cambio demanda la participación activa de los agentes sociales fundamentales y
la asunción de un pacto de compromiso cívico para la convivencia, la paz y la
solidaridad societaria.
A
causa de su misma torpeza, el gobierno ha perdido progresivamente su capacidad
de persuasión y el país siente que se impone la necesidad de establecer una
forma y visión ideológica distintas para aproximarse a la solución de los
problemas que nos aquejan. Se trata, claro está, de la llegada al poder de una
generación que se ha formado en la modernidad del pensamiento, cuyas emociones
y recuerdos no proceden de las experiencias de la revolución cubana y mucho
menos del entusiasmo por acompañar una ideología totalitaria que ha demostrado
fehacientemente su ineficiencia e incapacidad para generar el bienestar
colectivo.
Esta
generación encarna el enfrentamiento del país democrático al bloque gobernante
para establecer garantías contra la destrucción del orden constitucional y el
hundimiento de una normalidad existencial vilmente agredida por una cohorte de
aventureros y corruptos que carecen del mínimo de dignidad para rechazar ser
dirigidos, desde afuera, por un liderazgo vetusto y decadente. Asimismo, el discurso
de esta generación emergente contiene los elementos necesarios para comprender
la naturaleza totalitaria del régimen cívico-militar. Los jóvenes líderes de
hoy irrumpen contra un parapeto de Estado que está vacío de ideas, atestado de
consignas, carente de utopías y esperanzas, lleno de rencor y amenazas a los
segmentos progresistas de nuestra sociedad.
Esta
alternativa generacional que se está formando en el país, es muy importante
para influir en el ánimo, las esperanzas y en el cambio de actitud de un
conglomerado humano ávido de respuestas a sus vicisitudes. Son jóvenes que se
han formado en otras condiciones. De gente que ha vivido una realidad en la que
había oferta de trabajo y bienes de consumo, de la defensa contra la
disgregación del país, la posesión de una identidad propia, oportunidades de
estudio y la existencia de gobiernos cuya duración y coherencia institucional
parecían confirmar la presencia de una sociedad tranquila y en progreso.
Por
otra parte, los líderes emergentes le transmiten al país la sensación que ellos
representan la mejor opción para la recuperación de la autoestima nacional tras
la pérdida del trabajo, la proletarización de la sociedad civil, la quiebra de
los servicios sociales, la marginación, la falta de estímulos al emprendimiento
individual y la aberrante división de los venezolanos entre dignos e indignos.
Estos jóvenes, llaman a todos los venezolanos a recuperar el país, a construir
la nación y diseñar nuestro propio destino. Vamos a acompañarlos.
Tomado
de: http://talcualdigital.com/index.php/2018/08/29/vivan-los-jovenes-por-pedro-luis-echeverria/
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