Por Roberto Patiño
Oriana Medina tiene 25 años,
y en julio se graduó de urbanista de la Universidad Simón Bolívar. Tiene muchos
amigos y compañeros de generación que están viviendo fuera del país, y muchos
otros que están en proceso de migrar. Pero ella marca la diferencia: tiene
planeado permanecer en Venezuela, por los momentos: “Aquí estoy creciendo,
estoy aprendiendo: estoy teniendo una experiencia laboral excelente. Y creo que
esta oportunidad tampoco la puedo perder yéndome del país a ver qué hago”, me
dice.
Oriana se unió a Caracas Mi
Convive en enero de este año. Luego de irse involucrando poco a poco en
nuestras actividades, le ofrecimos un trabajo en el área de investigación de
prevención de violencia. “Ha sido bastante gratificante”, me cuenta. “Me ha
asombrado el compromiso de los líderes y de las comunidades con Convive y con
Alimenta. El trabajo de líderes es muy diligente: la gente tiene un cargo y
hace cosas de más. Y lo que hacemos me parece muy efectivo: ahorita por ejemplo
podemos entrar libremente por la Cota 905 sin que nadie nos pare: nos tienen
confianza. La gente está dispuesta a trabajar con nosotros libremente, sin
buscar algo a cambio: lo hacen por la comunidad”.
Oriana se ha encargado de la
realización de los talleres de prevención de violencia. Primero, se lleva a cabo
una asamblea en la comunidad en la que deseamos recuperar espacios públicos.
Ahí, a veces, se enfrentan a cierto nivel de escepticismo: “En algunos sitios
no han dicho que no, que eso no lo vamos a hacer, que les estamos mintiendo. Es
que los entes gubernamentales u otras organizaciones les han hecho tantas
promesas que luego les incumplieron, que están desilusionados. Pero cuando
ven que nosotros sí vamos semana tras semana, como que nos vamos ganando su
confianza”.
En esa primera asamblea,
explican la teoría de los puntos calientes: la violencia se concentra en áreas
muy específicas y en pocas personas, que deben ser reconocidas para generar
actividades preventivas en la comunidad. “Ayudamos a identificar los puntos
dentro de la comunidad”, continúa Oriana, “y también a las poblaciones
vulnerables. Les explicamos qué opciones tienen para evitar que estas personas
caigan en dinámicas delictivas y, luego, les preguntamos cómo creen que podemos
recuperar estos espacios. Por ejemplo, hay canchas en la que los niños no
pueden jugar, porque las bandas están apostadas vendiendo droga.
Entonces, los vecinos hacen
sus propuestas. Suele suceder que, de inmediato, ellos esperan que nosotros
vayamos y traigamos todo. A lo que respondemos que son ellos quienes deben
organizar las actividades y llevarlas a cabo: nosotros solo los vamos a
ayudar”.
El modelo de
corresponsabilidad es importante de cara a la emancipación de las comunidades,
pues a través de estos trabajos las personas toman consciencia de su capacidad
de acción y de que es posible que, con las herramientas adecuadas, ellas mismas
puedan generar un impacto positivo. La idea no es crear un modelo de
dependencia; sino por el contrario, empoderar a las comunidades con
herramientas que les permitan desarrollar dinámicas de autogestión y
vinculación.
Con este trabajo, dice
Oriana, “canchas como las que comenté vuelven a ser para la comunidad. Y las
bandas se desplazan a otro lado. Vemos la transformación en comunidades que
antes estaban más afectadas por la violencia y tenían más miedo a enfrentarse a
ese tipo de personas. Vemos como empiezan, poco a poco, a empoderarse”.
Y aunque en contadas
ocasiones han ocurrido algunos imprevistos originados por las bandas delictivas
que ocupan los espacios que se quieren recuperar, casi siempre los
talleres y el equipo en general son bien recibidos y defendidos por los propios
vecinos: “Una vez nos tiraron fosforitos en el taller, pero quienes estaban
participando en él nos defendieron: querían que continuáramos pese a las
interrupciones. Y al final se logró y ellos mismos se comprometieron a realizar
una actividad para promover que este tipo de cosas no se dieran. Igualmente,
alguna vez nos han abucheado, o cosas así. Pero no ha habido enfrentamientos
violentos contra nosotros, más bien nos respetan porque se nota que estamos
haciendo un trabajo importante y positivo para la comunidad”.
Oriana también trabaja en
documentar las actividades y avanzar en el terreno académico, pues la
experiencia que estamos teniendo es una muestra de cómo podemos hacer frente al
problema de la inseguridad: “Un punto caliente promedio en todo el municipio
Libertador es una vía en la que haya mucho flujo de vehículos y mucho flujo de
personas, y que esté lleno de vías por los que los delincuentes pueden
escaparse después de haber cometido un acto delictivo.
También se asocia mucho al
deterioro del alumbrado, o a que falle la recolección de basura. El
deterioro de esos espacios implica también que son percibidos como inseguros
por la comunidad. Sería buenísimo llegar a un punto en que tengamos toda esa
información recolectada y documentada, para poder hacer políticas públicas con
estas conclusiones”.
Oriana habla de Venezuela y
de su decisión de permanecer en un país que, aunque sumergido en una grave
crisis, aún ofrece la posibilidad de crecer, desarrollarse y, sobre todo, de
construir de un mejor mañana: “Yo creo que aquí hay oportunidad para trabajar,
lo estoy viviendo. Eso es algo positivo”. Es uno de los rostros de una
esperanza posible, una esperanza que estamos construyendo con el trabajo de
todos.
Coordinador de Movimiento Mi
Convive y Alimenta La Solidaridad
28-08-18
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