Trino Márquez 22 de agosto de 2018
@trinomarquezc
“Programa
de recuperación económica, crecimiento y prosperidad” fue el pomposo nombre
utilizado por Nicolás Maduro para calificar el paquete de medidas económicas y
sociales adoptadas el 17 de agosto. Su exposición comenzó señalando que el
programa no había sido elaborado por burócratas neoliberales adoradores del
mercado, desligados de las necesidades del pueblo e insensibles ante su
sufrimiento, sino por expertos humanistas, dirigidos por el propio mandatario,
quienes anteponen el bienestar colectivo a cualquier consideración ligada al
lucro capitalista. Maduro de nuevo se declaró socialista y, para
variar, chavista
Veamos
por partes algunas de las consecuencias sociales de ese paquete. Ya en
Venezuela resulta tremendamente engorroso, por el laberinto legal existente,
crear un empleo en el sector formal de la economía. Ahora esa condición
empeorará pues será mucho más costoso producirlo. La mayor parte de los
trabajadores se encuentran en las pequeñas y las medianas empresas, PYME, y en
los pequeños y medianos comercios, donde el segmento más extendido gana el
salario mínimo. El pago de remuneraciones representa uno de
los mayores porcentajes de los gastos de ese amplio sector. En el
cuadro recesivo global que afecta a la actividad económica, el incremento de
3.500 por ciento en el sueldo mínimo constituye un golpe mortal para la
generación de empleo en esa franja. El plazo de tres meses propuesto por Maduro
y su equipo para pagar el diferencial de ese incremento salarial es muy
reducido. En un lapso tan breve, resulta imposible que las industrias y los
comercios asimilen el choque. Puede preverse que la quiebra de negocios
se elevará, lo mismo que el desempleo. Son muy pocas las unidades
productivas o comerciales con capacidad de absorber los pasivos laborales que
el desmedido aumento conlleva. Cada bolívar que se incrementa en el salario
arrastra cuatro o cinco bolívares adicionales en los beneficios globales.
Ciertamente. un
salario mínimo de treinta dólares, como el decretado por Maduro, es muy bajo.
Es más, seguirá siendo el menor de América Latina. El punto clave reside en
que la elevación del ingreso de los trabajadores tiene que considerar el
contexto global en el cual se efectúa. En un ambiente económico deprimido, un
aumento porcentual tan grande, en vez de promover la prosperidad, fomenta el
desempleo y la quiebra de empresas. Además, ya la devaluación del bolívar
frente a la divisa norteamericana en los días posteriores al anuncio de las
medidas, colocó el salario mínimo muy por debajo de los treinta
dólares señalados por Maduro.
La
principal causa del empobrecimiento nacional es la hiperinflación, asociada a
la forma como el gobierno financia el gasto público. El
programa antiinflacionario notificado por el mandatario no es tal. Parece, al
contrario, un plan para acelerar la velocidad de los precios.
El
gobierno, a través del bono de reconversión, les pondrá en el bolsillo a los
portadores del carné de la patria Bs. 10 millones, sin que el aparato
productivo haya generado ni un alfiler adicional. Desligó ese beneficio de
cualquier rastro ligado a la producción y a la productividad. Además, como ya
señalé, Maduro se obliga a cancelar el salario mínimo de las PYME durante un
trimestre. Todo esto ocurrirá, adicionalmente, sin que la tributación interna haya
crecido, entre otras razones, porque Pdvsa fue exonerada del pago del impuesto
sobre la renta durante 2018 y la capacidad tributaria del resto de la economía
es mínima. La única manera, entonces, de financiar ese conjunto
de gastos siderales es mediante la emisión de dinero inorgánico, que Maduro
pretendía eliminar para llevar el déficit fiscal a cero, uno de los objetivos
fundamentales de su programa de recuperación económica.
Como
no derrotará la inflación, sino que esta seguirá su alocada carrera hacia la
estratosfera, la pobreza continuará erosionando la vida de los
venezolanos a un ritmo arrollador. La proyección del FMI, que ubica el
crecimiento de los precios en un millón para este año, podría quedarse corta
frente a las cifras reales que tendremos en diciembre.
El
programa de Maduro no ha generado confianza en las políticas oficiales. Al
contrario, los mercados internacionales han reaccionado con incertidumbre y
suspicacia en torno a sus anuncios. Para nadie su plan resulta creíble,
ni sostenible. Está plagado de vacíos, contradicciones e incoherencias
que afectan su viabilidad. Lo único que queda claro del proyecto es su deseo de
cercar y someter los pocos espacios que aún quedan de actividad privada. Su
filosofía se reduce al siguiente principio: lo que no debe o puede destruirse,
hay que controlarlo. Esta fue una de las enseñanzas de su maestro
Fidel Castro.
El
viernes negro Maduro anunció un plan de empobrecimiento y multiplicación de la
cantidad de factores que impulsan a los venezolanos a huir del país.
Trino Márquez
@trinomarquezc
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