JEAN MANINAT 24 de agosto de 2018
No me
defienda, compadre, es una alarma del sentido común ante el entusiasmo de las
buenas almas, desprovistas de toda prudencia que les contenga de hacer el bien
no mires a quien. Los desvalidos suelen ser carne de cañón de toda clase de
profetas, adivinos, curanderos, gurús, ascetas, mendicantes, vendedores de pomadas
mágicas, siempre dispuestos a arreglarles la vida a los demás con una sonrisa
beatífica o un ceño enfurruñado, sin pedir permiso ni tocar la puerta.
Nadie
pone en duda la buena voluntad del secretario general de la OEA, Luis Almagro,
en sus múltiples iniciativas para contribuir con la recuperación democrática de
Venezuela. No es que el secretario vea por la ventana de su oficina en el 1889
F Street, allá en el Big Belt, y se pregunte: “¿qué broma le echo ahora a los
demócratas venezolanos?”. No, eso sería hasta más fácil de manejar, un enemigo
descubierto puede ser menos letal que un francotirador. El problema es que se
interroga -siempre viendo por la misma ventana- “¿cuál será mi buena acción del
día para salvar a los venezolanos?”. Allí está el enredo.
Al
secretario Almagro, le dio ahora por salvar la Asamblea Nacional (AN) lanzando
un obús desde Washington D.C., en su peculiar manera de concebir su papel
hemisférico. Se trata de un acto justiciero, necesario para “profundizar” las
contradicciones, sacudir el polvo del descangallado hemiciclo. Soliviantar las
conciencias de los adormecidos diputados, los mismos que tienen años llevando
soga y palo oficialista.
El
dispositivo fragmentario -envuelto en un ramo de rosas- se unió a los que ya el
régimen había puesto en marcha (¿recuerdan la ANC?) para deslegitimar la última
“casamata democrática” que quedaba en manos de la oposición -junto a unas pocas
y sitiadas gobernaciones-, luego de la estampida electoral de buena parte de la
dirigencia opositora.
Como
tocados por un choque eléctrico, los sectores maximalistas de la oposición
(nótese la corrección política del término) despertaron de sus vacaciones
forzadas para reiniciar su labor destructiva en contra de los diputados de la
AN. Los muros del Twitter se volvieron a llenar de los más terribles grafitis
exigiendo martirio para los asambleístas, como en los buenos tiempos en que la
MUD todavía respiraba y era la presa favorita de sus ataques.
La
insufrible levedad que supone que la redención del país vendrá de manos de
factores externos -en un mundo con problemas aún más graves que los nuestros-
solo ha logrado desarmar política y electoralmente a un país que ha resistido
por más de veinte años los designios de una quimera ideológica devastadora como
una plaga bíblica.
Tienen
razón los diputados opositores que han defendido el derecho a no asumir tutelas
en la contienda democrática, vengan de donde vengan. El interés internacional
se agradece sobremanera, si viene acompañado de respeto y consideración por los
actores políticos opositores del país que, con sus altas y sus bajísimas tal
como ahora, han asumido la riesgosa lucha por recuperar la democracia.
¡Compadre,
Almagro, no me defienda!
JEAN
MANINAT
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