Thays Peñalver 19 de agosto de 2018
@thayspenalver
El
venezolano aplaude que las fieras están en el Circo Romano y grita como
espectador sin entender que está abajo, con las fieras.
En el
caso de Venezuela, el problema no radica en el que anuncia “las medidas
económicas”, lo alarmante es quienes apoyan y aplauden a rabiar las medidas. Lo
indignante es ver a un gentío hablar de “paquetazo”, pero lo verdaderamente
escalofriante, es que pocos entienden el alcance de lo que está ocurriendo.
Como
ya sabemos, la palabra “idiota” nos viene de la antigua Grecia y era empleada
para referirse a aquellos que solo velaban por sus intereses particulares, sin
ocuparse de los asuntos públicos. Digo esto porque en todo país son los
“idiotas” los seres más destructivos y gracias a su idiotez, esas naciones
terminan siendo un estado fallido, porque fueron poco a poco perdiendo el
sentido de importancia, de lo realmente relevante. Eso solo ocurre cuando la
idiotez cunde por doquier, que es el caso venezolano.
No
solo es “idiota” el señor o la señora que dice: “a mi no me gusta nadie de los
partidos” teniendo un colosal abanico de opciones entre los extremos, o el que
dice “es que a mi no me gusta la política”. Es también un peligroso “idiota” el
que no lee, el que no se informa, el que no estudia los problemas y piensa en
sus soluciones. Es idiota el que no sabe que es el dinero, ni de donde sale el
dinero.
Han
sido “idiotas” siempre los que frente a un robo, en vez de reunirse y estudiar
las soluciones en lo público, se limitan a subir las paredes de sus casas. La
gran mayoría ha sido idiota toda la vida, porque cuando le hurtaron el
reproductor, debían ponerse furiosos colectivamente y no comprar una alarma o
decir: “la suerte es que está asegurado”, o cuando hurtaban el carro ponían
“travegas”, sin darse cuenta que lo que había que corregir era el problema en
su origen y que el que comenzó hurtando, terminó robando a mano armada.
En
Venezuela siempre fuimos idiotas porque las marchas masivas a Miraflores
debieron haberse dado frente a esos robos de reproductores, porque todos
debíamos saber que de seguir así, los dueños del carro con travegas,
terminaríamos secuestrados y ruleteados.
Debimos
interesarnos y no actuar particularmente, frente al robo subimos los muros, no
funcionó y pusimos botellas rotas, no funcionó y pusimos cercos eléctricos, sin
entender que nos esperarían con una pistola en la puerta. No Debimos haber
cerrado las calles en los años setenta, debimos haber hecho guarimbas en los
años ochenta pero reclamando seguridad. Debimos haber ido hasta las casas de
los políticos corruptos marchando y haberles hecho “escrache” en los
restaurantes, por sus múltiples irresponsabilidades mucho antes de los noventa.
Porque
repito, el venezolano aplaude que las fieras están en el Circo Romano y grita
desaforadamente como espectador las muertes que ocurren, sin entender que está
abajo, con las fieras. Que no es un espectador, sino parte del espectáculo
sangriento.
Por
eso cuando digo siempre “los que permitieron que Chávez llegara” no me refiero
a los adecos ni a los copeyanos, sino a sus “representados”, los que no
exigimos colectivamente soluciones. Es decir que fue nuestra propia “idiotez” colectiva
la que trajo la barbarie ya que los políticos no son extraterrestres, son
simplemente el reflejo de lo que somos, un espejo de nosotros mismos. Los
adecos, los copeyanos, los masistas los pejotistas, voluntistas, mudistas, un
nuevo tiempistas o los chavistas, son un reflejo de lo que somos como sociedad,
porque son “nuestros representantes”.
Por
eso muy probablemente cuando usted dice: “no me gusta ninguno” es básicamente
porque no le gusta el reflejo de lo que ve, de lo que somos colectivamente.
Porque como decía un analista argentino: “la gente emigra huyendo del
argentino” y hago mías sus palabras, el venezolano no está huyendo del
chavismo, ni de la situación, el venezolano está escapando de lo que nos hemos
convertido como sociedad.
Por
eso entre todos, el más peligroso de los venezolanos es el que no entiende
donde está parado y piensa que hay soluciones simples, a los problemas
complejos. El problema no es que un presidente de Zimbabue le dijera a sus
militares que pasarían de ganar de 20 a un mínimo 500 dólares, lo grave es que
ninguno le preguntara de dónde saldría el dinero y cuando eso pasó allí, el
militar terminó ganando dos dólares. Por eso el problema aquí no es que el
presidente le prometa a los suyos lo mismo, sino que le aplaudan cuando la
economía general se ha contraído 50% y amenaza con caer más, cuando la privada
se ha constreñido en un 80% y la petrolera en dos tercios. Cuando estamos en
default en todos nuestros bonos vencidos, cuando no tenemos reservas y el oro
está empeñado.
El
problema de las medidas no radica en que el presidente no las comprenda, sino
en los aplausos de los presentes y de millones de venezolanos. El problema no
es que un presidente, engañado por un inepto extranjero, piense que puede crear
su propia moneda, basada en algo que no se ha producido, sino que sus
seguidores y buena parte de los venezolanos no sepan siquiera lo que es el
dinero. Entonces cuando alguien pregunta si eso es posible, el delincuente
extranjero les explica que es como el dólar, que “no está respaldado por nada”
en cambio el que ellos proponen, si lo estará.
El
dinero amigos, además de sus aspectos técnicos, no es otra cosa que el mayor
contrato social, entendido y aceptado por todos, que tiene un país. En el
dinero está representado nada menos que todo nuestro esfuerzo y capacidades. El
dólar es el contrato social de los estadounidenses, y su poder radica en que
está respaldado no solo por sus sellos del tesoro, sus firmas y símbolos
políticos, sino por el valor de su Bolsa, la industria y la tecnología
estadounidenses, la economía, los ahorros de su gente, las exportaciones etc.
en fin, están respaldados entre muchos, por el trabajo de millones de
compañías, la tecnología de Apple, por los carros de Ford, por los aviones de Boeing
o por el petróleo de las gigantes petroleras.
Técnicamente
el dinero es otra cosa y el Tesoro, o los bancos centrales pueden ajustar su
valor, subirle o bajarle su valor de acuerdo a intereses y tecnicismos que no
vienen a cuento, pero detrás de cada dólar, como contrato social, está el
respaldo del esfuerzo, de la iniciativa y el desempeño económico de sus
trescientos millones de habitantes.
Esto
quiere decir que el dinero, no crece en los árboles. Si la imagen de los
políticos, no es otra que la de sus representados, la imagen del dinero es la
representación de nuestro esfuerzo, de nuestras iniciativas, de nuestro
desempeño económico. Por eso el dólar como contrato social de los
estadounidenses tiene el poder de su imagen, el euro como contrato tiene el
poder de la imagen de los millones de europeos trabajando de sol a sol y el
“bolo” como lo hemos llamado siempre despectivamente, está respaldado por
quienes somos, por nuestro esfuerzo y tiene la imagen que tiene, producto de
nuestro desempeño económico.
Por
eso creemos tanto en el “bolo”, como en nuestros políticos. Porque el “bolo”
está respaldado por nuestras iniciativas, nuestro desempeño, nuestra Bolsa de
Valores, nuestra industria, nuestra tecnología, nuestro petróleo y minerales
así como lo que queda de las reservas. El “bolo” de nuestros abuelos fue
diezmado en el delirio de la “Gran Venezuela” en la que se vendió el ideal de
no trabajar. El “bolo” de nuestros padres fue aniquilado por el desmadre de los
últimos veinte años antes del chavismo y el “bolo” como símbolo monetario acaba
de ser asesinado. El “bolo” terminó asesinado pues vale las expropiaciones,
vale dos tercios de petróleo menos, vale las industrias en rojo, Guayana en
paro, vale el 20% de la industria que queda, vale los millones de exiliados y
refugiados, vale los millones de obreros y personal calificado que se ha
marchado.
Por
eso esto, amigos, no son anuncios ni un paquete. Es suicidio.
El
Petro, amigos no es un bono como dicen algunos los economistas, es la perfecta
moneda del chavismo. El petro no es un contrato, ni estará respaldado por el
esfuerzo de nadie, es tan perfecta para ellos, que demuestra la visión
económica del chavismo, pues estará respaldada por un barril, -ni siquiera por
todo el petróleo- sino de una pequeña parte que ni siquiera será explotada
alguna vez. El petro es pues la moneda ideal del chavismo, como la de las
haciendas feudales, que no se puede transar en los mercados extranjeros y
refleja la nueva Venezuela, en la que sencillamente ya no hace falta trabajar.
Porque para ellos el dinero no crece en los arboles, sino yace bajo la tierra.
Me
explica un amigo economista que el “nuevo bolo” como estará anclado al Petro
(100 millones de monedas) tendrá menos valor que las exiguas reservas de oro
solido del Banco Central. Venezuela tendrá “anclado” apenas un diez porciento
del dinero que manejan los ecuatorianos o será poco más de un tercio del que
manejan los bolivianos. Ese anclaje reflejará al mundo, probadamente, la
pobreza absoluta de una nación, pues tendrá menos “valor” general de la moneda
cubana.
El
Petro será el reflejo técnico, mesurable y contable de una Venezuela que
habiendo estado entre las 20 mayores economías del planeta, llega a 2018 con la
economía del tamaño de la de Etiopia y para 2019 habremos obrado el milagro
económico del siglo, nuestra economía será del tamaño de la cubana.
Por
eso en términos objetivos, anclar el “bolo” al Petro, es paradójicamente
sincerar la economía chavista. Hoy a 60 dólares tendremos la economía de
Etiopia, si baja como en 2016 tendremos la economía de Guatemala, si baja como
en 2002 tendremos la economía de Costa de Marfil y si baja como en 1998 nuestra
economía será la de Somalia.
Valdría
preguntarse también. Si los 30 millones de venezolanos tendremos solo esos 100
millones de Petros (unos seis mil millones de dólares). ¿A quienes les tocaran
los otros 30 mil millones, el Coltan, el oro, los diamantes etc?.
Por
eso que alguien hable de medidas económicas, es desconsolador. Tampoco se trata
de un “ajuste de la gasolina”, ni un paquetazo, porque simplemente las misas
que hicieron para que aumentara la producción no rindieron los frutos esperados
ya que hay 60 mil barriles menos y a ese ritmo, la realidad es que con un
millón o menos de barriles a final de año, no habrá gasolina y ya, el drama del
interior llegara a las ciudades y a la capital y es necesario ajustar el
consumo. Eso no es tampoco, una medida.
Lo que
ha ocurrido hace que nos preguntemos ¿Cuánto vale Venezuela hoy?. La respuesta
es que si ocurriera un cambio, nos tocará construiría desde cero y esto amigos,
será literalmente en breve. Solo que no me refiero al improbable cambio, sino
al cero como valor de toda una nación.
Thays
Peñalver
@thayspenalver
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