Por Roberto Patiño
En tan sólo dos semanas el
régimen ha desatado una persecución política dantesca, “amparada” por los
turbios hechos sucedidos el 4 de agosto y anuncia un aumento de la gasolina,
seguida de medidas enmarcadas dentro de un supuesto plan de recuperación
económica, con consecuencias catastróficas para el país. Todo esto dentro
un contexto de caos y colapso sin precedentes en nuestra historia.
A estas alturas resulta
evidente que la manipulación del atentado ha servido al régimen para atacar al
partido Primero Justicia y radicalizar la destrucción de liderazgos
emergentes como los de Juan Requesens, cuyo secuestro y violación de derechos
humanos es una clara señal de amedrentamiento a cualquier forma de disidencia
política. Para quienes formamos parte de la generación de Juan, este hecho
representa el escalamiento de una persecución que ha venido cobrando víctimas
en líderes como Smolansky y Olivares, por ejemplo, que para resguardarse han
tenido que exiliarse de manera forzada del país.
Una amenaza que pesa más
allá de la pertenencia a un partido, y que se extiende al resto del país,
cuyo rechazo al actual modelo destructivo se expresa en la protesta de gremios
como los de las enfermeras, profesores, transportistas y comunidades, hasta
trabajadores públicos y sectores del chavismo traicionado, afectados por igual.
Lo sucedido a Requesens es
un espejo de lo que le ocurre a Venezuela. Así como Juan es vejado por un poder
autoritario, se le violan sus derechos humanos y constitucionales y sus justos
reclamos de cambio se criminalizan y se les manipula desde el poder para
ligarlos de manera infame a complots y actos de violencia, así trata el régimen
a Venezuela: criminalizando y reprimiendo las protestas de la gente, tomando
medidas autoritarias en lo social y económico que destruyen a las personas,
promoviendo un estado de impunidad y opresión, en acciones como las OLP y ahora
las FAES que se cobran víctimas en los hogares de familias y comunidades.
Para muchos, hoy el tamaño
de la tragedia parece insuperable y la necesidad de sobrevivencia particular
priva sobre lo demás. Pero ya no podemos seguir viendo la crisis como una situación
abstracta, una masa informe de hechos aislados que afectan a un sector u
otro con distinta gravedad.
Pensar que lo que le sucede
a Juan no me pasará a mí, que el hambre de una comunidad no es la misma que la
mía, que la causa de las enfermeras, de los profesores o de los transportistas
no es mi causa.
La realidad es que hemos
llegado a un punto en que cualquier solución particular estará cada vez más
limitada hasta volverse insuficiente para enfrentar la escala desmedida de la
tragedia que hoy embarga al país.
Por ello, es necesario dar
un primer paso de articulación de todos para enfrentarla.El liderazgo político
debe ejemplificar y servir de modelo para ello, y sumarse efectivamente al
liderazgo del resto de los sectores de la sociedad, con el objetivo de
movilizarla para salir del complejo y difícil contexto de autoritarismo y
destrucción que estamos viviendo.
Es claro que el régimen
impone su modelo a través de la violencia y el terror, de la siembra del miedo
y la profundización de la fragmentación. Las medidas anunciadas este viernes 17
son una clara expresión de este afán dictatorial y desintegrador. Pero
esto sólo podrá ser contrarrestado desde la toma de conciencia, por parte del
país, de que la única respuesta exitosa debe producirse a partir de la
articulación de todos los actores de la sociedad venezolana. Lograr la
interactuación de todos, que nos convierta en una fuerza viva de cambio.
Ya no podemos ver la
situación únicamente desde nuestro hecho particular y aislado. La lucha para el
cambio ya no puede ser sino de todos
Coordinador de Movimiento Mi
convive
robertopatino.com
21-08-18
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