Por Henrique Capriles
El régimen de Nicolás Maduro
está tan decidido a apoderarse de absolutamente todo que terminaron
apoderándose incluso de aquella terrible etiqueta del Viernes Negro.
Después de los anuncios
hechos hace dos días, dudo mucho que haya un viernes más oscuro en la historia
de la economía venezolana: el gobierno decidió empujarnos al desastre final,
jugándoselo todo y experimentando de manera irresponsable con el hambre, la
salud y la vida de los venezolanos.
Hagamos un repaso, porque en
medio de lo duro que es llevar el día a día para las familias trabajadoras y
honestas, el aparato de propaganda del régimen ha hecho que suelten la
decisiones regaditos y tapándose unos a otros. Aunque de antemano les advierto
que, al ver todas las decisiones juntas, entenderán que en toda la historia del
país nunca un gobierno lanzó un Paquete de medidas tan hambreadoras y crueles.
Intentaré que no se me
queden cosas por fuera, para que entendamos la gravedad de unas decisiones que
no solucionarán nada.
Empezaron por decir que el
bolívar soberano iba a estar anclado al petro, una supuesta criptomoneda que
funciona como bonos de deuda digitales y en la que nadie cree: al punto que a
estas alturas ni usted ni yo podríamos comprar un petro. Es decir: ahora los
salarios y los precios de los productos básicos dependen de la fluctuación del
precio del barril de petróleo. ¿Y quién se ancla a algo que puede cambiar de
lugar en cualquier momento? Solamente un irresponsable.
Y esos mismos irresponsables
fijaron el valor de cambio del supuesto petro en 3.600 bolívares soberanos. Si
multiplican eso por cien mil, para tenerlo en bolívares fuertes, nos da
360.000.000, basándose en un barril de petróleo a 60 dólares.
Y entonces lanzaron lo que
pareciera la estocada final: como el salario mínimo es de esas cosas que están
ancladas a la criptomoneda, lo cifraron en una nueva medida: medio petro. Es
decir: mandaron el sueldo mínimo de 5.200.000 a 180.000.000, y con eso
quisieron esconder una de las devaluaciones de la moneda más graves en la
historia económica mundial: asumieron que ahora un dólar cuesta 60 bolívares
soberanos (es decir: 6.000.000 de bolívares fuertes)
¿Decían que el modelo de
dolarizar precios y salarios se iba a acabar con esta medida? Pues resulta que
los mismos que durante años se negaron a admitir un dólar paralelo, de repente
decidieron respetar “las reglas del mercado” y terminaron usándolo como
referencia. Ahí sí que no hubo DICOM, ni SIMADI ni dólar de remesa que valiera:
decidieron reventar la piñata del déficit y terminaron adoptando a ese monstruo
que nos habían dicho que era el culpable de todo.
Para finalizar, tal como han
venido haciendo durante estos años, la única manera que se les ocurre para
compensar sus errores es a realazo limpio y comprando el silencio: prometen que
asumirán el diferencial de los salarios de las empresas pequeñas y medianas
durante unos meses y que a diez millones de personas le darán un supuesto “bono
de reconversión” de 600 soberanos (multiplique ahí: 60.000.000 bolívares
fuertes) por vía de ese mecanismo de extorsión llamado carnet de la patria.
Y a eso hay que sumarle todo
lo que el irresponsable de Nicolás Maduro dejó sin explicar: un supuesto Plan
50 que al parecer es sólo otro control de precios basado en ese petro que no
existe, es ilegal y aún no es aceptado en el universo de las criptomonedas; una
versión más del sistema cambiario que “se explicará en los próximos días, pero
anclado al mismo naufragio; más mentiras sobre subastas del DICOM; un aumento
del IVA a 16%, la exoneración del Impuesto Sobre La Renta a PDVSA y todas las
empresas petroleras; y el colmo del desastre: un supuesto subsidio al nuevo
precio de la gasolina que también será depositado vía carnet de la patria.
Sepan quienes nos leen desde
otros lugares del mundo que a estas alturas del domingo, ninguno de los voceros
del gobierno ha explicado cómo funcionará el aumento de la gasolina ni su
subsidio. Una irresponsabilidad tan grande y tan cruel como el colapso
económico en el que nos han hundido.
Piensen por un momento en
esto: si han sido incapaces de mantener a tiempo la entrega de unas cajas de
comida que importan y reparten ellos mismos, si no le pagan a tiempo a las
enfermeras y a los trabajadores de la salud una nómina que no depende de nadie
más, si se retrasan con las pensiones de los jubilados, si no han podido
terminar el censo de transporte ni la incorporación de un cono monetario que
suma tantos defectos y retrasos, ¿quién les puede creer que se harán cargo de
un subsidio al combustible o de asumir el diferencial de los salarios de las
empresas pequeñas?
Ahí donde algunos ven una
promesa, ellos sólo ven una nueva manera de robar el dinero de los venezolanos.
Si en verdad han decidido
tomar una medida como aumentar el combustible a precios internacionales,
entendiendo las consecuencias que eso tendría en una economía
hiperinflacionaria donde nuestra gente se está muriendo de hambre, y no
explican cómo es que pretenden subsanar el profundo daño que se le hará con
esto a los venezolanos, evidencian una vez más que ya no les importa otra cosa
que el Poder.
¿Acaso han olvidado en
Miraflores parte de su relato para ascender al poder, cuando justificaban su
épica violenta con el clamor de un pueblo que se hartó en 1989? ¿Olvidaron que
esa tragedia política y social que fue El Caracazo tuvo como punto de partida
un aumento del pasaje obligado por unas medidas que nunca fueron explicadas con
responsabilidad? ¿O sólo se están aprovechando de que hay una generación
completa de jóvenes venezolanos que no han vivido sino la desgracia de tenerlos
en el Poder durante dos décadas, pauperizando al país entero?
Tenemos que recordar lo que
podíamos hacer durante la democracia: comprar una casa propia asumiendo el
compromiso de una hipoteca, ahorrar en bolívares para pagar las cuotas de un
carro, progresar en la dirección en la que cada quien planteaba sus objetivos y
con eso sumarle al país talento, formación, relevo. Y no se trata de una nostalgia
vacía, como la que algunos nos tratan de vender. Se trata de hacerle entender a
la gente de aquí y de otros países la magnitud de la tragedia económica que ha
significado el oficialismo durante veinte años.
Son ellos quienes importan
los alimentos, las medicinas, las materias primas. Son ellos quienes empujan a
la empresa privada a la quiebra. Son ellos quienes tienen los dólares. Son
ellos quienes se niegan a hacer lo que todo el mundo sabe que se debe hacer.
Son ocho ceros que le han
quitado a nuestra moneda. Es una hiperinflación proyectada a un millón por
ciento para este año que será mucho más después de este viernes negro. Son
familias enteras buscando en la basura algo para comer. Todo en paralelo a una
destrucción sistemática de la educación y salud públicas, mientras nuestros
niveles de producción petrolera se acercan a las cifras más bajas del siglo
veinte. Son ellos quienes matan al pueblo que alguna vez prometieron defender,
comportándose como el más cruel de los gobiernos, anunciando unas medidas que
ni siquiera tienen una justificación ideológica que no sea el desespero por
mantenerse atornillados al Poder, porque saben que apenas lo suelten será
inevitable tener que rendir cuentas a la justicia.
Si no es así, ¿cómo es que
permiten que Nicolás Maduro experimente con el hambre y el futuro de hasta tres
generaciones de venezolanos? ¿A qué están jugando? ¿Qué es lo que buscan? ¿Es
la cruel testarudez de los totalitarismos? ¿Es una irresponsable estrategia
para quebrar lo que queda de nuestra economía y quedarse reinando en un
desierto?
En lo único en lo que no
mintió Nicolás Maduro es en que el viernes pasado hicieron historia económica:
nunca antes un gobierno supo ser tan irresponsable y cruel con su pueblo y
salió ileso.
Es un momento de altísima
responsabilidad para el liderazgo democrático. Toca estar del lado de la gente,
porque las condiciones que quiere generar el gobierno son un caldo de cultivo
para la desesperanza: su objetivo central es que el pueblo se resigne y crea
que nunca saldrán del Poder.
Nicolás Maduro ha decidido
convertirse en un cruel remedo de Pol Pot, aquel dictador de Camboya que no
tuvo reparos en ver morir a su propio pueblo. Estas medidas sólo servirán para
hambrear al pueblo y terminar de quebrar las ruinas de las partes del aparato
productivo que todavía generaban empleos en el país.
Y nos toca a nosotros
convertirnos en un verdadero contrapeso político que sea capaz de responder qué
es lo que tiene que pasar para que quienes apoyan al oficialismo se den cuenta
de que ya esto ni siquiera es rentable para quienes se siguen beneficiando del
dolor ajeno, porque tarde o temprano nadie sale bien parado después de tanta
crueldad.
Por eso creo necesario hacer
este llamado: mañana lunes muchos venezolanos temen el comienzo de una época
terrible y no les falta razón para creerlo. Por eso es que cada una de las
piezas políticas de las fuerzas democráticas tienen que estar preparadas para
hacer un trabajo difícil pero inevitable en esta semana que se nos viene
encima: han decidido concentrar en apenas unos días todas las acciones que
tenían a mano para quebrarnos el ánimo de lucha.
Y esto es una lucha que
debemos dar todos. Hace poco leí una frase de Bertolt Brecht que resume en
buena medida el nivel histórico del nuevo contexto: “Desgraciado el país que
necesita héroes”. El gobierno se ha metido en un camino donde hasta su
militancia más radical los abandonará de manera inevitable: sólo quedarán de su
lado aquellos que roban y se enriquecen, y la historia de la política nos ha contado
que esos son los que siempre huyen.
Somos millones de
venezolanos y podemos más que quienes hoy secuestran el Poder, pero debemos
unirnos en una sola voz. Y mañana arranca una semana crucial: o estamos del
lado de la gente, acompañándonos y entendiendo juntos cómo convertirnos en
gobierno para entender o pagaremos muy cara la equivocación de quienes se
dediquen a convertirse en lobos solitarios.
Hoy más que nunca hago un
llamado a las fuerzas políticas que queremos un cambio a articularnos, el
régimen se siente que no tiene contrapeso y que puede hacer lo que le da la
gana. No hay justificación ni excusa válida para que en la mayor tragedia de la
historia del país no exista una oposición firme y unida que detenga esta locura
madurista. La historia no nos lo perdonará. Hora de sacudirse, poner las
agendas particulares y las mezquindades a un lado y defender al Pueblo
venezolano. Vamos, Dios no se muda y Venezuela tiene que superar estas horas
tan oscuras!
19-08-18
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