Por Carmen Victoria Inojosa
La fuga de maestros no
se detiene. En siete meses, solo en los planteles de Fe y Alegría en Caracas,
han renunciado 186 docentes y 8 directivos. Ante la emergencia de continuar con
el programa educativo, las mamás deben cubrir los cargos vacantes. “Venezuela
está viviendo en términos del ejercicio de la profesionalización docente una
absoluta involución”, advierte Tulio Ramírez, doctor en Educación. La
precariedad salarial y las condiciones laborales continúan alejándolos del
aula.
Caracas. Quien dirige la clase de tercer grado B en la Escuela Virgen Niña
ubicada en Casalta 2 es una mamá voluntaria, la mamá de Mariana, una alumna que
cursa ese nivel. Marbelis Padrón, de 49 años de edad, desde hace algunos años
ha estado rodeada de cuadernos, pupitres y niños. Aunque no es licenciada en
Educación, estudió año y medio para ser asistente de preescolar. También es
bachiller en Humanidades.
Primero trabajó como asistente de preescolar, pero después le exigieron la
licenciatura para contratarla. Como no la tenía, no pudo continuar. Hace dos
años, cuando inscribió a su hija en primer grado, comenzó a apoyar a la maestra
como mamá voluntaria.
Los jueves ella se encargaba de la clase mientras la maestra acudía a la
coordinación pedagógica para preparar la planificación de la semana. Así se
preparó, sin saberlo, para asumir las riendas del segundo grado en abril 2018.
Marbelis
Padrón se siente entusiasta en el aula. Lamenta no haber estudiado Educación,
aunque piensa que aun está a tiempo.
A mitad de año escolar la maestra titular renunció y la coordinadora
ofreció el cargo a Marbelis hasta finalizar el periodo escolar. Estos niños,
que ahora cursan tercer grado, en diciembre de 2018 nuevamente se quedaron sin
maestra.
Me preocupé muchísimo porque ya van para cuarto grado y necesitan una
maestra. Por eso decidí ofrecerme y volver asumir el cargo. Allí está mi hija,
lo hice por ella”, dice Marbelis.
Para el desarrollo de las actividades y contenidos escolares recibe ayuda
de la coordinación pedagógica del plantel, también busca en internet y consulta
en libros. En ocasiones, llama a sus amigas, que son maestras, para preguntar
sobre estrategias pedagógicas.
“Me siento
importante. En la calle los representantes me dicen profe, aunque saben
que soy una mamá voluntaria”, expresa Marberlis, “otros me dicen que soy
más mamá que maestra, pero si uno combina las dos cosas es perfecto”.
La fuga de docentes deja cada vez menos opciones para reponer los cargos
vacantes. En lo que va de año escolar, solo en las 26 escuelas de Fe y Alegría en
Caracas han renunciado 186 maestros y 8 directivos. En la Escuela
Virgen Niña, de 15 docentes asignados, renunciaron 11. En aula apenas tienen 4
docentes graduados.
Se está trabajando con las mamás voluntarias. Son mamás que se han ido
formando para que nos apoyen. Las directoras y coordinadoras les entregan una
planificación sencilla y ellas ejecutan con los muchachos. El equipo directivo
también ha asumido ciertos salones”, explica la directora de zona en
Caracas, Yameli Martínez.
Marbelis
Padrón cobra un salario como bachiller no graduado que paga el Ministerio de
Educación.
Mamás voluntarias es un programa fijo de Fe y Alegría que en principio
sustituía a la maestra cuando faltaba por un día. Pero las renuncias del
personal se agudizaron este periodo escolar y ahora las madres ya no dan una
sola jornada sino que llevan el año académico.
La mayoría de las vacantes son asumidas por las mamás ante la imposibilidad
de contratar maestros que quieran hacer suplencias. En las 26 escuelas
de Fe y Alegría en Caracas, hay poco más de 40 que asumieron el rol docente.
Ellas intentan mantener la rutina escolar de los niños, de ser la maestra
que no tienen. “Trato de que ellos me
digan lo que no entienden. En las multiplicaciones y divisiones les repito. Los
pongo en coro a responder la tabla. Quizá sean métodos de cuando yo estudiaba,
que era repetir a cada rato. Tengo 31 alumnos, puede que 30 digan que
entendieron, pero si uno no entendió, vuelvo otra vez”, dice Marbelis.
La desalarización, la hiperinflación, la falta de incentivos para el
ejercicio docente sacó a los maestros del aula. Un docente VI, con el aumento
de 55 % del 1° de abril, percibe un salario base de 46.658,96 bolívares,
lo que se traduce en apenas un kilo de queso, algo de hortalizas y vegetales,
un kilo de carne para 30 días.
Marbelis, por ser bachiller no docente, ahora recibirá menos de 30.000
bolívares al mes. Ella sabe que es poco lo que puede hacer con ese dinero pero
entiende que la emergencia ante la falta de maestros pone en riesgo el año
escolar.
Marbelis
Padrón siempre tiene a mano la planificación de la semana.
Es esa misma emergencia la que negó el
entonces ministro de Educación, Elías Jaua, en junio del año pasado: “En el
último año, las renuncias de maestros no alcanzaron las 2000. Además, está
dentro del promedio regular de renuncias. No tenemos un comportamiento
anormal”, expresó.
Luego, Aristóbulo
Istúriz volvió a asumir ese despacho ministerial con el inicio
del año escolar 2018-2019, momento en que la Asamblea Nacional (AN) aprobó por
unanimidad declarar la
emergencia humanitaria compleja en el sector educativo.
Para entonces, el Colegio de Profesores de Venezuela alertó que de 860.000
docentes dependientes del Ministerio de Educación, 172.000 dejaron las
aulas por emigrar, por estar de permiso o dejaron de ir.
Istúriz continúa sin tomar medidas para frenar el éxodo de maestros, la
desprofesionalización y, por lo tanto, la baja calidad educativa que encierra a
las escuelas.
“Los maestros son el
principal motor de esperanza, motivación y orientación al logro de los niños,
niñas y adolescentes. Sin el maestro en el aula, perdemos la razón de ser, el
significado del desarrollo y superación personal”, considera José
Javier Salas, director de la escuela de Educación de la Universidad Católica
Andrés Bello.
Y concluye: “Las políticas de
sustitución de vacantes por personal no calificado solo ratifican la poca o
nula importancia que tiene la educación para el Gobierno”.
Intento por continuar
Noelia Páez, directora de la Escuela Virgen Niña, está preocupada por la
pérdida de docentes que ha tenido en los siete meses de año escolar que han
transcurrido. Reconoce que los dos elementos principales de una escuela
son los estudiantes y los docentes, este último no lo tiene. En el intento
por continuar, la salida de emergencia han sido las madres voluntarias.
Ellas vienen empoderándose con respecto a cómo se lleva a cabo la jornada
dentro de un aula de clase. Básicamente han adquirido herramientas pedagógicas
—aunque no son graduadas— han aprendido sobre el trato al estudiante,
estrategias para mantener el orden”, explica Fabiana Duarte, coordinadora
pedagógica del plantel.
Duarte es la encargada de planificar las actividades propias de cada grado
a cargo de una mamá voluntaria. Las prepara en cuanto a actividades académicas,
las competencias que debe adquirir el alumno en cada momento, en el registro
descriptivo que deben llevar de cada estudiante y cómo evaluar. Revisa y
corrige cada semana la planificación de cada una.
Muchas de ellas asumieron el grado por iniciativa propia, otras fueron
abordadas por la coordinación. La mayoría ha participado desde hace años en los
programas de Madres Promotoras de Paz o tienen tiempo colaborando en aula.
Grabriela
Carmona es una de las mamás voluntarias con más años de servicio en el plantel
Virgen Niña.
No todo ha sido fácil. Existe el temor de que no estén preparadas
para asumir los contenidos. “No tienen la pedagogía, hacen las tareas
que se les indican, pero como una docente no se va a lograr el contenido. El
niño corre el riesgo de no desarrollar las competencias. Sin embargo, nos hemos
preocupado por formarlas”, sostiene Martínez.
En ocasiones se han reunido con las mamás para tratar el contenido. Duarte
cuenta que cuando se complica el programa, entra ese día al aula a dar la clase
y la mamá se sienta a escuchar como una alumna más para entender y luego apoyar
a los estudiantes.
Los grados quinto y sexto, que no tienen maestra, fueron asumidos por las
coordinadoras por considerar que el nivel de exigencia en cuanto al contenido
es mayor.
El seguimiento y acompañamiento pedagógico a las mamás cada vez se vuelve
más cuesta arriba dado que las coordinadoras se han tenido que incorporar al
aula. “No es que se haya
dejado de hacer el acompañamiento, pero no se tiene la misma intensidad. Ahora,
además de coordinador soy docente, obviamente, busco los espacios. ¡Cuántas
cosas tengo que hacer!”, dice.
Duarte, además de revisar la planificación semanal de las mamás, debe
verificar que los estudiantes estén adquiriendo las competencias de cada
momento. Por ejemplo, cuando la mamá voluntaria realiza una evaluación,
posteriormente Duarte hace una comprobación —en diferentes grados— de los
resultados que evidencian la actuación del niño.
Algunos padres se mortifican sobre cómo será la evaluación porque las mamás
voluntarias no están graduadas. Les digo que no se preocupen porque quien
maneja la evaluación soy yo”, aclara Duarte. Se hace énfasis en Lenguaje y
Matemáticas.
Involución de la educación
“Venezuela está
viviendo en términos del ejercicio de la profesionalización docente una
absoluta involución”, afirma Tulio
Ramírez, presidente de Asamblea de Educación y director del doctorado en
Educación de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB).
Recuerda que en los años 60 la mayoría de los maestros no eran
profesionales. En los 80, el Ministerio de Educación dictó en diversas
resoluciones la obligatoriedad de titularse, prevista en Reglamento del
Ejercicio de la Profesión Docente. A partir de ese momento los maestros sin
título comenzaron a estudiar.
“Esta política pública
tenía dos propósitos: mejorar la calidad de la docencia y hacer que el maestro
recibiera mejores condiciones salariales y beneficios sociales”, sostiene Ramírez. Lo
que califica como un logro para el sistema educativo pues hizo que, a inicios
del año 2000, cerca del 80 % de las personas en ejercicio fueran profesionales.
Nélida
Reverol es una mamá voluntaria que se encarga de los niños de primer grado en
la escuela Virgen Niña.
“Dada la circunstancia
estamos retrotrayendo a lo que era el comienzo de los años 60, no porque no existan
los maestros, el problema es que no ejercen porque están en otras actividades o
han emigrado”, lamenta Ramírez.
Las escuelas de Educación en las universidades forman con herramientas de
carácter teórico-práctico para abordar el proceso de enseñanza: evaluación de
contenidos, área del currículum, didáctica, nivel de madurez y lo que se espera
del estudiante de acuerdo con el grado que cursa.
“Estos son fundamentos teóricos que se aprenden, no en la práctica, sino en
la universidad a través del estudio sistemático”, destaca Ramírez.
Aunque señala que la sustitución de personal docente por no graduados aún
no es masiva, manifiesta que podría serlo porque los maestros jóvenes no ven
prosperidad en el ejercicio de la profesión.
Julio Mayor es profesor de Biología egresado de la Universidad Pedagógica
Experimental Libertador. Este mes renunció a parte de la carga horaria que
tiene en un colegio público en Antímano.
“Conseguí trabajo como obrero y me van a pagar más”, dice Mayor. Tiene 39
años de edad y 12 años de servicio. Lo que le pagan en una semana de trabajo
por cargar cajas, no se lo gana en un mes como profesor.
Este año decidió vender por partes el carro que compró en 2007 para reunir
dinero e irse del país. “Con el título no voy a ir a comprar al mercado, con la
vocación tampoco”, expresa.
La escuela de Educación de la UCAB en lo que va de año escolar ha recibido 108
solicitudes de personal por parte de las instituciones educativas: se
traducen en 241 requerimientos de docentes en las áreas de
Biología y Química, Ciencias Sociales, Física y Matemáticas, Preescolar,
Integral, Filosofía, Ciencias Pedagógicas, Inglés, Educación Física, entre
otras.
La UCAB continúa apostando por la formación docente a través del proyecto
Educa 20-20 en alianza con la Compañía de Jesús. Para este programa, que ya
tiene dos años, en la última convocatoria de este año entrevistaron a más de
300 jóvenes interesados en estudiar Educación.
En el caso de Fe y Alegría, Martínez inició conversaciones con la Facultad
de Ciencias de la Universidad Central de Venezuela y la UCAB para que los
estudiantes de estas casas de estudio hagan voluntariado en las escuelas y
apoyen en materias como Biología, Química, Física y otras áreas.
Fotos: Luis Morillo
22-04-19
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