Por Helena Carpio
Tres hombres cruzan la Calle
Páez hacia la Plaza Bolívar de Chacao. Es 19 de abril, Viernes Santo. Son las
10:00 de la mañana y la gente se concentra cerca de la iglesia y los comercios.
Hay cola en el abasto de verduras. Los tres hombres bordean la acera empedrada
conversando.
—No puedes volver a votar
por Maduro.
—Dices que estás harto y
votaste por ese señor.
—Hay que sincerarse. Esto no
va a cambiar con esa gente.
Los hombres entran en la
plaza. La concentración espera el inicio del Cabildo Abierto convocado por Juan
Guaidó, para conmemorar el 19 de abril de 1810, el primer acto formal del
proceso de independencia de Venezuela. Guaidó organiza cabildos abiertos
desde la juramentación de Nicolás Maduro el 10 de enero ante el Tribunal
Supremo de Justicia.
Poco a poco se llenan los
asientos, aceras, escalones. Ricardo “El Negro” Gill decide no pararse del suyo
para no perderlo. Esa mañana caminó desde su casa en la urbanización El Bosque
hasta la Plaza Bolívar de Chacao. Tiene 80 años y es agricultor. Siembra rúcula
en San Pedro de los Altos, en el estado Miranda. La semana anterior había
revisado el calendario y vio que el 19 de abril caía Viernes Santo. El 19 de
abril es un hito histórico así que la oposición seguro hará algún acto, pensó.
Entonces se quedó en Caracas.
El 19 de abril de 1810 el
Cabildo de Caracas convocó una reunión extraordinaria en la Plaza Bolívar para
crear una Junta Suprema que defendiera los derechos de Fernando VII, rey de
España, frente a la ocupación de Napoleón Bonaparte. La intención del Capitán
General de Venezuela, Vicente Emparan, era conseguir el apoyo de los civiles
venezolanos. Pero el Cabildo de Caracas no aceptó la creación de la Junta bajo
su liderazgo y cuestionó su autoridad.
El primer
Cabildo de 2019 fue frente a la sede de las Naciones Unidas
en Caracas y allí la oposición desconoció a Maduro como presidente legítimo. El
23 de enero Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional, se juramentó como
presidente encargado utilizando el artículo 233, 333 y 350 de la Constitución.
Hasta el 19 de febrero, cincuenta
y dos países lo reconocían como presidente encargado de
Venezuela.
La concentración espera a
Guaidó. Fotografía de Andrés Kerese
Sobre las 11:15, anuncian
que Guaidó está cerca. La plaza está llena. Las calles que la rodean también.
“Guaidó, Guaidó, Guaidó” canta una mujer a la derecha de la tarima. Pronto se
escucha en toda la plaza. Todos aplauden.
Una joven con alas doradas
que nacen de su espalda sostiene un cartel con la cara de José
Gregorio Hernández. Un conglomerado de artistas conmemora los 100 años de su
muerte con una obra de teatro en la esquina este de la plaza. La concentración
forma un círculo alrededor de los actores. Un hombre vestido de José Gregorio
canta acompañado por un trompetista. En la tarima hacen pruebas de sonido.
Dentro de la iglesia de
Chacao, una pareja vestida de blanco camina hacia el altar. Ella cubre su
espalda con una bandera. Ambos se quitan las gorras tricolor en señal de
respeto. Es Viernes Santo y no hay misa, pero los devotos cantan y rezan frente
a un altar con un gran mapa de Venezuela hecho de anime. Hay un pequeño
orificio entre Guárico, Apure y Bolívar, con una vela en el medio. Los llanos
alumbran el mapa. La virgen de La Dolorosa y La Verónica están rodeadas de
flores y a Jesús en la cruz lo cubre un manto morado. Una señora recita salmos
y pide por los migrantes, para que puedan adaptarse a países nuevos, para que
los traten bien lejos de su tierra. La pareja se agarra de las manos. Él la ve
a ella. Ella lo abraza. No sueltan las gorras.
Diputados y líderes
políticos se sientan en la tarima. Hay más de cuarenta sillas organizadas en
tres filas. Todas se llenan. “Debería haber más mujeres en el presidio”, le
susurra un hombre a otro. “Sí, la equidad es importante”, le responde. En las
primeras dos filas hay solo cuatro mujeres.
“Hace 209 años se oyó un
claro grito de independencia en Venezuela” comienza Guaidó. “Casualmente en ese
momento, ciudadanos gritaron o preguntaron si querían mando (…) Creo que el
grito de hoy en Venezuela es claro, más claro que nunca: cese de la usurpación
definitivamente”. “Cero diálogo”, agrega una señora.
Guaidó habla de Zulia, de su
gira por el occidente del país y de la falta de electricidad. “Da tristeza”,
grita alguien en el público. Habla de la ciudad de Punto Fijo. “También les
cortaron la luz” grita otro. Habla de las empresas que han quebrado por las
fallas eléctricas. “No les importa nadie sino ellos”, se escucha al fondo. “A
eso que pasa en Venezuela ya no se le puede llamar mando. (…) Cuando el régimen
perdió el control total del país, de los servicios básicos”, explica Guaidó.
En 1810, Vicente Emparan,
máximo representante del gobierno español en Venezuela, se asomó por la ventana
del Ayuntamiento. Después de un discurso, le preguntó a la concentración si
quería que él siguiera al mando. El sacerdote José Cortés de Madariaga, parado
detrás de Emparan, alentó a la gente a que dijera que no. Entonces Emparan
respondió: “Pues yo tampoco quiero mando” y renunció a su cargo.
“Ya estamos claros que esta
gente, a diferencia de lo que sucedió hace 209 años, no va a ceder el poder”,
continúa Guaidó. Por eso organizarse es importante, explica. La Operación
Libertad tiene más de 3.100 “comités de ayuda y libertad”, pero dice que no son
suficientes. El 27 de abril se juramentarán más. Tienen que haber comités en
cada esquina del país, dice.
La renuncia de Emparan abrió
paso a la formación de la Junta Suprema de Caracas para defender los derechos
de Fernando VII. También consolidó a los cabildos abiertos como instancia
extraordinarias para la consulta popular. La nueva Junta fue presidida por
los dos alcaldes del Cabildo Municipal y se crearon nuevas Junta en otras
provincias de Venezuela, replicando la de Caracas.
Fotografía de Andrés Kerese.
En Chacao la multitud
interrumpe a Guaidó al grito de “¡Miraflores!”. Debemos activar la siguiente
fase de la Operación Libertad, dice. Se escucha “Miraflores” a cuatro voces. La
gente se impacienta. “El primero de mayo entonces…”. “¡Miraflores!”, “¡A la
calle!”, “¡vamos a buscar tu oficina!”, grita la gente. Guaidó convoca a una
marcha sin especificar el destino final. Los puntos de salida serán
los comités. La concentración lo apoya. Reina Siondez y una amiga aplauden con
fuerza. Reina trabaja en la Alcaldía de Caracas y marcha a favor de la
oposición desde 2002.
El primero de mayo tratarán
de reprimir, anticipa Guaidó. Reina y su amiga conversan.
—Ya no es un tema de Fuerzas
Armadas. Ya ni existen.
—Es que cuando quieren
reprimirnos mandan a los colectivos.
Guaidó los describe como
paramilitares armados. “Y si eso es lo que le queda al régimen, pobre régimen”,
la concentración grita en apoyo. Reina y su amiga se ven a la cara y no
aplauden.
El discurso de Guaidó cierra
con un fragmento del guatemalteco Miguel Ángel Asturias, Premio Nobel de
Literatura de 1967: “Sólo el pueblo hace libre a los hombres, proclamamos
guerra a muerte y sin perdón a los tiranos”.
Un año después del Cabildo
de Caracas de 1810, el 2 de marzo, el primer
Congreso de Venezuela sustituyó a la Junta Suprema de
Caracas. El 5 de julio de ese mismo año, el Congreso declaró la Independencia
de Venezuela.
Ricardo Gill no se para de
su asiento durante el discurso. Espera que se vacíe la plaza. No tiene apuro.
Además, se siente optimista. La gente sigue motivada y nunca había estado tan
cerca de vivir el cambio de gobierno, piensa. Cree que los políticos están
dando una respuesta bajo las peores condiciones y que el riesgo que corren es
alto. “Si yo creo que lo hago mejor que ellos, entonces ¿por qué no lo hago
yo?”, dice.
Ricardo formó un comité de
ayuda con su compadre en San Pedro de Los Altos. Concluyeron que si no se
organizaban, los chavistas ocuparían más espacios. Ahora hay 25 personas dentro
del comité y se reúnen frecuentemente. “He descubierto muchas cualidades de mis
vecinos que no conocía y los conozco de siempre”.
En San Pedro aprovechan el
comité para hacer “cayapas”. En la agricultura, las “cayapas” consisten en
ayudar al otro a cosechar o a sembrar. “Cuando el otro está cultivando, tú vas
y lo ayudas. Cuando tú siembras, ellos te ayudan a ti. Entonces decimos: “Vamos
a poner una cayapa en donde Juan o en donde Pedro y todo el mundo va”. Para
Ricardo, la mejor parte es el final: se sirven ron, cerveza o aguardiente y
celebran.
Se vacía la Plaza Bolívar y
Gustavo Molina, un amigo de Ricardo, se acerca. Se dan la mano y Gustavo se
sienta. Se conocen desde los ochenta. Han trabajado juntos en organizaciones
sociales: “Los negros de Caracas”, “Líderes de Caracas” y “Caracas mía”.
Ninguno de los dos es militante político. Gustavo vive y trabaja en El Valle.
—Yo tengo una pasión: ver a
nuestras generaciones formadas. Quiero verlas organizadas, educadas. Somos
muchos los que tenemos años en eso.
—Desde los setenta o
antes —dice Ricardo.
—Por esa pasión es que llegó
Guaidó. Guaidó somos nosotros. Se le puso un nombre, pero ese es el espíritu de
los jóvenes del pasado que hoy estamos presentes con más edad. Tenemos años
trabajando para que esto pase.
20-04-19
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico