Trino Márquez 19 de abril de 2019
@trinomarquezc
El
Banco Central de Venezuela dejó de ser un banco central desde hace bastante
tiempo. Así como el chavismo destruyó a Pdvsa, la CVG, la Petroquímica, la
Cantv, el Metro de Caracas, la Electricidad de Caracas, las Fuerzas
Armadas y todos los demás símbolos de la
modernidad y el tránsito de la Venezuela rural y atrasada a la Venezuela urbana
y moderna, también acabó con el BCV,
institución que concretó la unidad del Tesoro Nacional y acabó con la
dispersión y el desorden en las finanzas públicas existentes antes de su
creación.
A
pesar de que la Constitución de 1999 –Art. 318- establece la autonomía del BCV,
fueron Hugo Chávez y Nicolás Maduro quienes eliminaron su independencia,
convirtiéndolo en un organismo subordinado a los caprichos de Miraflores.
El BCV
dejó de cumplir las funciones básicas para las que fue creado: no se ocupa de
lograr la estabilidad de precios, ni preservar el valor interno y externo de la
unidad monetaria, a pesar de que las dos reconversiones -2008 y 2018- le
tumbaron ocho ceros a nuestra moneda, en un período de crecimiento de los
ingresos petroleros; es uno de responsables fundamentales de la hiperinflación
porque no detiene la emisión inorgánica de dinero; no controla el gasto excesivo del Gobierno,
quien ha contado con la aprobación de la directiva del BC para perpetrar toda
clase de desmanes; no propicia los equilibrios macroeconómicos, uno de los
cuales es mantener la relación adecuada entre la masa monetaria y la generación
de bienes y servicios; no ejerce funciones de coordinación de la política
económica para “alcanzar los objetivos superiores del Estado y la Nación”, Art.
318; no participa activamente en el diseño y ejecución de la política
cambiaria, crediticia y fijación de las tasas de interés; permitió el saqueo
del Fondo de Estabilización Macroeconómico; ha autorizado el endeudamiento del
régimen en el plano nacional e internacional de forma escandalosa, en una
etapas en las que han abundado los recursos fiscales provenientes del crudo; no
ha salvaguardado las reservas internacionales del país, patrimonio que se ha
reducido en más de dos tercios durante la última década.
El
BCV, quien junto al Instituto Nacional de Estadísticas, es el responsable de
informar acerca del comportamiento de los principales indicadores económicos,
sociales y financieros del país, desde hace varios años no suministra esos
datos. Esta tarea la cumplía con eficacia porque contaba con un grupo de
profesionales y técnicos de alto nivel, muchos de ellos de izquierda, por
cierto. Ese cuerpo fue desarticulado. El clientelismo dinamitó a la
meritocracia.
El
Presidente de la institución tiene que
ser designado por la Asamblea Nacional, sin embargo, Maduro y el TSJ le
arrebataron esa competencia al Parlamento. Ahora, ese funcionario, por órdenes
de Maduro, ni siquiera acude a las comparecencias a las que los diputados de
la Asamblea Nacional le convocan.
Desconoce la autoridad de la mayoría de los parlamentarios de la Asamblea.
Viola, en consecuencia, “el principio de responsabilidad pública” señalado en
el artículo 319 de la Constitución.
Nicolás
Maduro convirtió al Banco Central en una sucursal de Miraflores. La transformó
en una factoría para cometer actos
ilícitos: traficar clandestinamente con el oro y otros minerales preciosos,
ocultar o maquillar las cifras del comportamiento económico, eludir los controles
institucionales, destruir la meritocracia, manipular los bonos públicos. Hasta
la sede del Banco, edificio que debería ser patrimonio nacional, se ha
deteriorado.
Ninguno
de los factores asociados con el Banco Central se ha salvado de la razzia: ni
el bolívar, ni el capital humano, ni las reservas internacionales, ni las
variables macroeconómicas, ni las instalaciones.
Ahora
que los Estados Unidos sanciona al Banco, que le prohíbe transar con dólares
norteamericanos, Nicolás Maduro sale a quejarse. Dice que en todos los países
el banco central “es sagrado”. ¡Ah, sí! Pues quienes comenzaron a derrumbar esa
institución, ciertamente sagrada, fueron Hugo Chávez y Nicolás Maduro. De qué
se queja, si lo que restan son despojos de un banco central que fue modelo de
independencia, autoridad, firmeza y seriedad.
Las
sanciones no resolverán nuestro drama, pero van a impedir que el régimen siga
beneficiándose del asalto a la nación.
Trino
Márquez
@trinomarquezc
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