Trino Márquez 28 de abril de 2019
@trinomarquezc
La
solución ideal, óptima, de la terrible crisis que vive el país sería la
concreción de unos acuerdos negociados entre el régimen de Nicolás Maduro y la
oposición, liderada por Juan Guaidó, quien es evaluado positivamente por 70% de
los venezolanos, mientras su oponente exhibe esa misma cifra, pero de rechazo.
Maduro
se encuentra aislado en el plano internacional. Las elecciones del 20 de mayo
fueron criticadas por la mayoría de las naciones democráticas del planeta. Su
legitimidad de origen ha sido cuestionada. Se encuentra en bancarrota. Cercado
financieramente. Carece también de legitimidad de desempeño. Sin embargo,
rechaza negociar con la oposición, olocada en el punto más alto de
reconocimiento internacional y apoyo interno desde 2015, cuando se realizaron
las elecciones para la Asamblea Nacional.
Esa
negativa, por supuesto, no es frontal. El estilo insolente de Diosdado Cabello
ha sido sustituido, en parte, por el tono más amable de Héctor Rodríguez, el
joven gobernador de Miranda, o el talante más cínico e inescrupuloso de Jorge
Rodríguez, quienes formulan vaporosas ideas globales sobre un hipotético
diálogo. Según las piadosas expresiones de esos personajes, el gobierno quiere
‘dialogar’ con la oposición.
¿De
verdad quiere hacerlo? Si en realidad estuviese interesado en mantener una
relación fluida con sus oponentes, podría tomar algunas medidas. Menciono solo
las siguientes. Liberar algunos presos políticos y líderes sindicales detenidos
de forma arbitraria; allí se encuentran Iván Simonovis, los comisarios de la
Policía Metropolitana, Juan Requesens, a quien se le violó la inmunidad
parlamentaria, y Rubén González, a quien se le quebrantó el fuero sindical.
Levantar las sanciones que pesan sobre Henrique Capriles y María Corina
Machado, inhabilitados por ese ente fantasmal que es la Contraloría General.
Permitir la incorporación a la Asamblea Nacional de los tres diputados de
Amazonas, excluidos del Parlamento por una decisión caprichosa e inaceptable en
un Estado federal descentralizado como el que define la Constitución del 99.
Reconocer la legitimidad de la Asamblea Nacional y devolverle sus competencias,
entre ellas aprobar el Presupuesto Nacional. Debe mostrar algún gesto que
indique la posibilidad de cambiar la composición del CNE.
En
resumidas cuentas: Nicolás Maduro tendría que dar algunas pistas concretas de
querer negociar una salida pacífica a la grave situación nacional, que destruye
al país, afecta a los grupos más humildes y erosiona cada vez más las bases
sociales del gobierno. Las proposiciones abstractas que plantean los voceros
del régimen lo único que provocan son sospechas. Se nota que lo único que
buscan es ganar tiempo para el que temporal amaine, para que decline el efecto
Guaidó o para que ceda la presión internacional. Son tretas burdas que intentan
evadir la resolución del conflicto medular: el rechazo que produjo la elección
del 20-M y el intento de Maduro de perpetuarse en el poder mediante malas mañas.
Nicolás
Maduro sabe que él representa el obstáculo fundamental y que mientras
permanezca en Miraflores los problemas persistirán. ¿Por qué, entonces, no
negocia su salida ordenada del poder? Porque no se siente suficientemente
débil, ni ve a sus rivales con la fuerza necesaria para desplazarlo.
Todavía
controla las FAN. Su cúpula, apunta Michael Penfold, se transformó en una
poderosa corporación de negocios económicos. Actúa como una compañía anónima
que resguarda sus intereses financieros. Por esa razón, se hacen los locos
frente a la destrucción de su propia institución, el avance del
paramilitarismo, el fortalecimiento de los colectivos y de la milicia, cuerpos
armados y violentos del madurismo. El régimen ejerce la represión, con el
beneplácito de las FAN, a través de esos grupos irregulares.
Mediante
la hegemonía y el chantaje comunicacional, Maduro ha logrado invisibilizar o
desvirtuar en cierta medida la crisis eléctrica y de agua y reducir su carga
explosiva. Las grandes estaciones de televisión tratan con una sutileza
irritante las penurias de la población. A los circuitos radiales se les
prohibió reportar en vivo el drama de los habitantes de las ciudades y pueblos,
sometidos al látigo de los cortes intempestivos y prolongados de agua y electricidad.
Las protestas populares son sofocadas de inmediato y con virulencia. El
gobierno viola los derechos humanos de la población, entre ellos el derecho a
estar bien informado. Los periodistas han sufrido los rigores del sadismo
oficial.
El
Psuv todavía cuenta con cerca de 30% de apoyo popular. Es el partido que
aglutina la mayor cantidad de militantes o simpatizantes dentro del espectro
político nacional. Esta fortaleza relativa del partido de gobierno permite que
Maduro cuente todavía con alrededor de 25% de aceptación. Estos números, que en
otro contexto, obligarían al Presidente a negociar, Maduro los asume como una
fortaleza. Se considera una minoría, pero una minoría significativa frente a la
dispersión de los partidos opositores.
Maduro
es poyado por las dictaduras más oprobiosas de la Tierra y por grupos
guerrilleros y terroristas internacionales. Considera esta, otra ventaja.
Por
estas razones, no negocia. Solo es posible obligarlo.
Trino
Márquez
@trinomarquezc
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