Julio César Arreaza 05 de mayo de 2019
La
pandilla arruinadora intenta en vano sus últimos zarpazos, desde enero son
abiertamente usurpadores ante el mundo. No tienen salida, su estulticia le
impide un momento de sensatez, continúan los asesinos irredentos disparando
tiros a la cabeza de la savia joven e incontaminada, comprometida por amor a su
patria, en la construcción de un nuevo país, deseando sacudirlo del
narcotráfico, terrorismo, latrocinio y del cohecho.
El
régimen escribe con sangre un nuevo capítulo de una represión brutal y
dantesca. El usurpador del Zulia uniforma de negro a maleantes para que
arremetan contra el pueblo. Se sabe que las órdenes son de disparar, tienen
carta blanca y sin justicia los asesinatos quedan impunes hoy. A los heridos no
les permiten recibir asistencia y los golpean a patadas.
La
pandilla es cruel y asesina, pero la ausencia de un mínimo de institucionalidad
le hace cada día más pesado, penoso y difícil mantenerse en el poder. La auto
elección ficticia arrastra al ilegítimo al precipicio. Nadie duda de un pronto
desenlace, porque son incapaces de resolver los problemas de la gente. Su obra
ha sido planificar y arruinar el país para hacerlo depender de ellos.
Los
miembros de la FA se resisten a las órdenes de unos altos mandos que en el
fondo desconocen, por saberlos protagonistas y cómplices del crimen organizado,
responsables del hambre y quiebra del sistema de salud; sin moral alguna.
Los
corruptos no pueden reconstruir a Venezuela, hicieron de las empresas insignias
unas lavadoras perfectas del dinero sucio. Los altos mandos envueltos en toda
clase de negocios, como la explotación del oro, rinden su lealtad a la
corrupción y a sus negocios particulares; endeble es su lealtad hacia el
usurpador.
Las
manifestaciones del oficialismo se redujeron a una mera concentración militar,
a juro, de soldados con un puñito de civiles. El usurpador hoy no tiene control
siquiera de una negociación, otros lo hacen. Se rompieron los mandos. Nadie
confía en nadie. Allí no hay orden y los cubanos grabando a todos en el
aquelarre.
Se va
perdiendo el miedo, porque más miedo da seguir viviendo dentro de esta
situación límite.
La
responsabilidad de proteger es un deber ante una situación de violación
sistemática de los derechos humanos. Sra. Bachelet aquí no hay partes, aquí hay
una tiranía matando y del otro lado víctimas de esa tiranía.
El
presidente interino representa la institucionalidad. El orden del día es
continuar la lucha de calle. Sigamos empuñando el arma poderosa de la
esperanza. Las soluciones vendrán con el cese a la usurpación, no es hora de
perder el ímpetu. Mantenemos los cursos de acción: Ir a Miraflores, actuación
militar institucional, huelga general y apoyo efectivo e irreversible de la
comunidad internacional. El fin de la tiranía es irreversible, tengamos
conciencia del momento histórico.
¡No
más prisioneros políticos, torturados, asesinados, ni exiliados!
Julio
César Arreaza B.
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