Por Froilán Barrios
El lunes 10 de junio de 2019
se instala en Ginebra la 108° Conferencia Internacional de la Organización
Internacional del Trabajo, evento mundial programado anualmente que
contiene en esta ocasión un significado fundamental al cumplirse 100 años de su
fundación.
La OIT fue creada en 1919,
como parte del Tratado de Versalles que acabó con la Primera Guerra Mundial, y
reflejó la convicción de que la justicia social es esencial para alcanzar la
paz universal y permanente. Su Constitución fue elaborada entre enero y abril
de 1919 y aprobada en junio de ese año, teniendo como resultado la conformación
de una organización tripartita, única en su género al ser integrada por
representantes de gobiernos, empleadores y trabajadores en sus órganos
ejecutivos y asamblearios.
Sus antecedentes provienen
de las ideas propuestas en la Asociación Internacional para la Protección
Internacional de los Trabajadores fundada en Basilea en 1901, con la finalidad
de impulsar una organización internacional que abordara temas laborales, por
cierto lideradas inicialmente por dos empresarios, Robert Owen y Daniel
Legrand, y por las acciones del sindicalismo europeo y americano,
que luchaban contra el capitalismo salvaje del siglo
XIX que consumía de manera implacable la mano de obra en condiciones
infrahumanas. Así también este organismo laboral surgió ante el apocalipsis de
la Gran Guerra que determinó la desaparición estimada en 25 millones de
personas entre civiles y militares.
Como es de hacer notar, este
organismo ha permanecido durante un siglo, período en el que se ha conformado
la institución tripartita de mayor tradición e institucionalidad, integrada en
la actualidad por 187 Estados miembros de la OIT, donde se han aprobado 400
instrumentos jurídicos, a resaltar 189 convenios, 6 protocolos y 205
recomendaciones, orientadas a la protección de los trabajadores en el mundo
entero. A partir de 1945 al conformarse la ONU, la OIT pasó a ser un organismo
especializado de las Naciones Unidas con la función de ocuparse de los temas
laborales, teniendo como objetivos: promover los derechos en el trabajo,
fomentar las oportunidades de empleo decente, fortalecer la protección social y
reforzar el diálogo sobre asuntos de la esfera laboral.
Para los venezolanos la OIT
ha sido un escenario privilegiado para denunciar ante la comunidad
internacional, las violaciones recurrentes a los convenios fundamentales, tales
como la libertad sindical (C87), negociación colectiva (C98), sobre la consulta
tripartita (C144), sobre discriminación (C111), entre otros, que han sido
citados por los empleadores agrupados en Fedecámaras y por numerosas
organizaciones y centrales sindicales que representan a los trabajadores,
mediante quejas ante el Comité de Libertad Sindical, la Comisión de Normas,
ante el Consejo de Administración, lo que ha motivado como respuesta del
organismo el envío de 12 misiones, comisiones, de diferente género durante los
últimos 20 años, emplazando al gobierno nacional al respeto de las normas
laborales internacionales reconocidas históricamente por el Estado venezolano.
Es fundamental recalcar que Venezuela es miembro de la OIT desde sus inicios,
estando separada del organismo por decisión de la dictadura perezjimenista en
1956 y retornando en 1958 al ser derrocado el dictador. En la actualidad
ha sido designada en 2018 una Comisión de Encuesta como órgano investigador de
mayor jerarquía estatutaria para constatar las violaciones recurrentes que
determinaría incluso la permanencia de nuestro país dentro de este organismo,
lo que significaría una sanción moral y causal para el Tribunal Internacional
de La Haya.
Esta ocasión es una gran
oportunidad para los trabajadores y los empleadores venezolanos de dar a
conocer nuestra tragedia, ante la 108° Conferencia de la OIT, que reunirá
a 5.000 delegados de 190 países miembros e invitados especiales, cuyo tema
central es "Construyendo un futuro con trabajo decente", ante la
realidad que sufrimos de un país donde se ha destruido todo vestigio de trabajo
digno, con salarios de 6 dólares mensuales, sin seguridad social, sin contratos
colectivos, persecución y cárcel a sindicalistas y empleadores, y cierre
paulatino de las fuentes de trabajo del sector privado y público, que ha
determinado la estampida de más de 4 millones de venezolanos, representando la
diáspora más notoria del hemisferio occidental.
Las conclusiones de esta
importante conferencia mundial son de suma importancia para nuestro país, que
se prepara para superar la peor gestión gubernamental de nuestra historia y al
mismo tiempo para impulsar mediante una conversación pública y
democrática, con el método tripartito, cómo queremos que sea nuestra futura
sociedad del trabajo, asociado a cómo aprovechamos las ventajas y cómo ponemos
barreras a los riesgos. Hace falta un nuevo contrato social también en
Venezuela.
05-05-19
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