Luis Manuel Esculpí
marzo de 2015
Seguramente
quien recuerde un programa de televisión semejante al título de este artículo,
apelará al lugar común del documento de identidad que se arrastra por el piso,
correré ese riesgo al salirme de mi rutina y comentar una agradable reunión
reciente.
Coincidimos
en un restaurant español un grupo de amigos que alguna vez fuimos dirigentes
estudiantiles, como era de esperar en ese encuentro no podían faltar las más
variadas anécdotas y el recuerdo de situaciones vividas en nuestra militancia
de los años mozos. La amena conversación estuvo aderezada por diversas raciones
que acordamos "picar" cuando decidimos conformar un solo grupo y por
supuesto suficientemente rociada. Lo consumido ese día antes lo podíamos costear,
unos con la modesta mesada que recibíamos de nuestros padres, otros aportaban
parte de sus becas para disfrutar de las extensas veladas que nos servían de
escape al activismo y a los riesgos implícitos derivados del compromiso con la
JC, organización juvenil a la cual pertenecíamos.
No
faltaron tampoco las comparaciones con lo que requeriríamos ahora para
reunirnos como antes hacíamos cuando la situación política lo permitía, a los
precios actuales, tendríamos que disponer de varios salarios mínimos o del costo
de la canasta básica.
La
tertulia no se limitó a evocar el romanticismo, el arrojo o la audacia que
formaron parte de nuestra existencia desde la adolescencia, siempre con relatos
acompañados de buen humor y de multiplicidad de chistes sobre nosotros mismos,
nos burlamos de creencias y dogmas de la época y también censuramos los actos
irresponsables en que se incurrió.
El
ambiente impregnado de olor a chistorras y mariscos propio de estos locales,
convivió inicialmente con la atmósfera nostálgica del inicio de la
conversación, para luego chocar con el "aquí y ahora" dando paso a
nuestra dramática realidad.
Después
de un somero repaso a las actividades que cada quien realiza en este tiempo, ya
que la mayoría abandonó la militancia política, solo yo continuo en ella, los
otros siete amigos están dedicados a la vida profesional, como era lógico
nuestro tema de conversación paso entonces a la necesaria consideración de la
crisis actual.
Sin
el rigor y las formalidades de otras reuniones los análisis incluían anécdotas,
la mayoría de ellas relativas a la escasez y la inflación. Comentábamos que un
país que dispone de satélites, un gobierno que apellida su proceso con la
numeración del siglo, no podía usar una vulgar tarjeta como en Cuba, el
racionamiento tendría que ser biométrico para ello se dispone de las capta
huellas compradas a Smarmatic y como paradoja, el SAIME, con asesoría cubana,
proporciona cédulas de identidad, de tal manera el moderno racionamiento se
aplica con el terminal de ese documento.
Las
colas ya forman parte del decorado, hay los más diversos cuentos en torno a
ellas, los pleitos, la conducta de los reservistas y guardias nacionales, la
preparación para hacer colas (sillas de extensión, termos agua, etc.) las
amistades e incluso romances que surgen después de prolongadas jornadas.
Si
bien los venezolanos hacemos chistes, aun de la situación más dramática, cierto
es que ellos traslucen realidades, y en este caso evidencian el fracaso de la
política económica, y el malestar creciente tiene ahora estos nuevos espacios
donde se refleja el descontento y el rechazo al gobierno, como lo contemplan
todos los estudios de opinión.
En
nuestro encuentro no podía faltar, como es ya habitual en toda conversación los
cuentos de las colas. Relaté lo que presencié en un supermercado cuando el
vigilante ordenaba que se hicieran dos colas, una para adquirir los productos
"normales" y otra para los "regulados"; cuando una señora
le interroga: ¿Llegaron productos regulados? El vigilante respondió esa cola es
"por si llega algo". Así se iniciaron una serie de anécdotas que
ocuparon el resto de la velada.
Uno
de los participantes, politólogo y profesor de la UCV, contó como, después de
recorrer todo el mercado y llenar el carrito con los productos que requería,
entre ellos varios de los más escasos, llego a la caja para cancelar cuando le
informaron que, según su número de cédula, le correspondía comprar el día
anterior, por lo tanto tendría que esperar hasta el fin de semana, sin ninguna
garantía de poder conseguir de nuevo los ansiados productos. Los esfuerzos de
nuestro amigo por solventar el impasse resultaron infructuosos, incluso llegó a
proponer que le guardaran la compra hasta la fecha que le correspondiera de
acuerdo al sistema.
Otro
de los amigos, un médico, relató cómo, después de hacer una larga cola con su
esposa para adquirir pañales para su nieto, justo en el momento en que llegó al
final se habían agotado. Con su característico buen humor uno de los
contertulios acotó simplemente “resígnate” y di "por ahora, no se
cumplieron los objetivos planteados".
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