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miércoles, 1 de abril de 2015

Cuentos y casos de colas, por @lmesculpi

Luis Manuel Esculpí marzo de 2015

Seguramente quien recuerde un programa de televisión semejante al título de este artículo, apelará al lugar común del documento de identidad que se arrastra por el piso, correré ese riesgo al salirme de mi rutina y comentar una agradable reunión reciente.

Coincidimos en un restaurant español un grupo de amigos que alguna vez fuimos dirigentes estudiantiles, como era de esperar en ese encuentro no podían faltar las más variadas anécdotas y el recuerdo de situaciones vividas en nuestra militancia de los años mozos. La amena conversación estuvo aderezada por diversas raciones que acordamos "picar" cuando decidimos conformar un solo grupo y por supuesto suficientemente rociada. Lo consumido ese día antes lo podíamos costear, unos con la modesta mesada que recibíamos de nuestros padres, otros aportaban parte de sus becas para disfrutar de las extensas veladas que nos servían de escape al activismo y a los riesgos implícitos derivados del compromiso con la JC, organización juvenil a la cual pertenecíamos.

No faltaron tampoco las comparaciones con lo que requeriríamos ahora para reunirnos como antes hacíamos cuando la situación política lo permitía, a los precios actuales, tendríamos que disponer de varios salarios mínimos o del costo de la canasta básica.

La tertulia no se limitó a evocar el romanticismo, el arrojo o la audacia que formaron parte de nuestra existencia desde la adolescencia, siempre con relatos acompañados de buen humor y de multiplicidad de chistes sobre nosotros mismos, nos burlamos de creencias y dogmas de la época y también censuramos los actos irresponsables en que se incurrió.

El ambiente impregnado de olor a chistorras y mariscos propio de estos locales, convivió inicialmente con la atmósfera nostálgica del inicio de la conversación, para luego chocar con el "aquí y ahora" dando paso a nuestra dramática realidad.

Después de un somero repaso a las actividades que cada quien realiza en este tiempo, ya que la mayoría abandonó la militancia política, solo yo continuo en ella, los otros siete amigos están dedicados a la vida profesional, como era lógico nuestro tema de conversación paso entonces a la necesaria consideración de la crisis actual.

Sin el rigor y las formalidades de otras reuniones los análisis incluían anécdotas, la mayoría de ellas relativas a la escasez y la inflación. Comentábamos que un país que dispone de satélites, un gobierno que apellida su proceso con la numeración del siglo, no podía usar una vulgar tarjeta como en Cuba, el racionamiento tendría que ser biométrico para ello se dispone de las capta huellas compradas a Smarmatic y como paradoja, el SAIME, con asesoría cubana, proporciona cédulas de identidad, de tal manera el moderno racionamiento se aplica con el terminal de ese documento.

Las colas ya forman parte del decorado, hay los más diversos cuentos en torno a ellas, los pleitos, la conducta de los reservistas y guardias nacionales, la preparación para hacer colas (sillas de extensión, termos agua, etc.) las amistades e incluso romances que surgen después de prolongadas jornadas.

Si bien los venezolanos hacemos chistes, aun de la situación más dramática, cierto es que ellos traslucen realidades, y en este caso evidencian el fracaso de la política económica, y el malestar creciente tiene ahora estos nuevos espacios donde se refleja el descontento y el rechazo al gobierno, como lo contemplan todos los estudios de opinión.

En nuestro encuentro no podía faltar, como es ya habitual en toda conversación los cuentos de las colas. Relaté lo que presencié en un supermercado cuando el vigilante ordenaba que se hicieran dos colas, una para adquirir los productos "normales" y otra para los "regulados"; cuando una señora le interroga: ¿Llegaron productos regulados? El vigilante respondió esa cola es "por si llega algo". Así se iniciaron una serie de anécdotas que ocuparon el resto de la velada.

Uno de los participantes, politólogo y profesor de la UCV, contó como, después de recorrer todo el mercado y llenar el carrito con los productos que requería, entre ellos varios de los más escasos, llego a la caja para cancelar cuando le informaron que, según su número de cédula, le correspondía comprar el día anterior, por lo tanto tendría que esperar hasta el fin de semana, sin ninguna garantía de poder conseguir de nuevo los ansiados productos. Los esfuerzos de nuestro amigo por solventar el impasse resultaron infructuosos, incluso llegó a proponer que le guardaran la compra hasta la fecha que le correspondiera de acuerdo al sistema.

Otro de los amigos, un médico, relató cómo, después de hacer una larga cola con su esposa para adquirir pañales para su nieto, justo en el momento en que llegó al final se habían agotado. Con su característico buen humor uno de los contertulios acotó simplemente “resígnate” y di "por ahora, no se cumplieron los objetivos planteados".

Luis Manuel Esculpí


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