Luis Manuel Esculpí
abril de 2015
Una
de las manifestaciones más nítidas de la actual crisis económica y social es la
constante disminución del empleo formal, estable y bien remunerado; como
contrapartida lógica ha aumentado notablemente la informalidad laboral. Todas
las estadísticas colocan por encima del 50% de la población económicamente
activa en la informalidad. El INE, siempre inclinado a la operación cosmética
de cifras, ubica el desempleo en 7,9%, según Conindustria 5,12 millones son
trabajadores informales y 1,07 no tiene empleo, ni formal o informal. De
acuerdo al organismo empresarial entre 2002 y 2012 desaparecieron 170 mil
empresas privadas. De las 617 mil empresas que existían solo quedan 447 mil, lo
que provocó la reducción de 800 mil puestos de trabajo. No es nuestro propósito
abrumar con números esta columna, los empleamos simplemente para ilustrar la
gravedad de un aspecto de la crisis estructural que trasciende la coyuntura. A
propósito, ya iniciamos abril y el Banco Central no ha suministrado las cifras
de inflación en el primer trimestre.
A
todas estas hay que agregar que nos hemos convertido en una sociedad donde el
rebusque se ha masificado, incluso los trabajadores formales apelan a este
recurso para "redondearse" el sueldo y para poder enfrentar la
inflación y la escasez. El "bachaqueo", conocido antes en algunas de
las zonas fronterizas, se ha extendido y generalizado en todo el país.
Mientras
la economía doméstica alcanzaba estos grados de deterioro, los socios de la
cúpula gobernante acumularon fabulosas fortunas (boliburgueses y bolichicos) y
es ahora cuando comienzan a aparecer las primeras pruebas de la magnitud del
robo y de la estafa a la nación. Es obvio que esos capitales provienen de
"negocios" ilícitos, sobreprecios y desfalcos que contaron con la
connivencia, complicidad o confabulación de altísimos funcionarios. Los
escándalos de los bancos HSBC en Suiza, el de Andorra y la aparición cuentas
bancarias en Madrid de tres Exministros, y un ex jefe de la DISIP del régimen
así lo demuestran.
Asombra
como voceros del gobierno asocian, aun cuando sea para descalificar, el
ejercicio de la acción política con la actividad comercial o los
"negocios". Es comprensible el malestar que les ha provocado la
actitud asumida por nueve ex Presidentes anunciando su preocupación por la
violación a los derechos humanos en Venezuela y la asunción de la defensa de
los presos políticos, en particular de Antonio Ledezma y Leopoldo López. Les ha
irritado en grado sumo la postura de Felipe González, por el contenido de su
declaración y por su prestigio internacional.
Inicialmente
fue Darío Vivas quien, en compañía de Gladys Requena, haciendo escala en Madrid
en un viaje hacia Vietnam, además de señalar la supuesta injerencia de Felipe
González declaró en una insólita rueda de prensa que tenía "negocios"
con Carlos Andrés Pérez. Ambos parlamentarios añadieron "Felipe González
no tiene moral, es un comerciante, un lobbista de las multinacionales".
El
asunto no quedó allí; la flamante Canciller Delcy Rodríguez señaló a los medios
venezolanos que el ex Presidente del gobierno de España "no tiene
facultades ni para ejercer la abogacía en Venezuela ni para entrometerse en los
asuntos internos de Venezuela, de la forma que yo le recomiendo que si le fue
mal en su otro negocio (...) que se rebusque la vida de otra forma". Esas
inauditas declaraciones, especialmente la última, traslucen varios contenidos,
en primer término el desconocimiento de la posición y trayectoria del personaje
que pretenden rebatir, en segundo lugar proyectan como diría un psicólogo una
concepción política asociada siempre al negociado y al rebusque. No me voy a
referir al lenguaje diplomático empleado por la Canciller, en su descargo
podríamos decir que la Real Academia en el diccionario define la palabra
Rebusque como: "solución ocasional e ingeniosa con que se resuelve una
dificultad". En nuestro país esa actividad ha dejado de ser ocasional para
convertirse en permanente. Además existe el rebusque de los profesionales, de
los empleados y obreros formales que se redondean un sueldo manejando un taxi,
vendiendo una que otra mercancía y el gigantesco rebusque de la boliburguesia
mencionado anteriormente.
En
su último e interesante libro, que seguramente Delcy y Dario no han tenido
oportunidad de leer, “En busca de respuestas”, Felipe González expresa:
"La política debería consistir en disminuir el sufrimiento de los
ciudadanos, ese sería el liderazgo de verdad. Si la política que se hace no gusta,
hay que cambiarla; si los partidos políticos que hay no gustan, hay que
cambiarlos o cambiar a sus dirigentes. Debemos mejorar la calidad y el
contenido de la política, y esto sólo se consigue con ideas y con
participación, si no lo hacemos nadie ganará y todos perderemos". Esa
extensa cita tiene plena vigencia en la Venezuela de nuestros días.
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