PABLO PARDO 13 de
abril de 2015
"Y
perdonen la expresión: yo me encabrono. En Venezuela esa palabra no es mala
palabra; puede ser que sea en otros lugares, pido disculpas. Yo me encabrono
cuando hablan de Venezuela, porque yo no hablo de ningún país.
Imagínese que nos pongamos a opinar, que yo me pongo a opinar, y el otro y la
otra... no, en tal país, ¿por qué privatizaron la educación? ¿Por qué hay tanta
hambre? ¿Por qué reprimen a la clase obrera, a los campesinos? ¿Por qué les
niegan los derechos a los indígenas? Ah, sería el fin, el caos. Cada quien
maneja su país con los métodos de su constitución".
En
su intervención en la 'cumbre de las Américas', Nicolás Maduro marcó un avance
en la Ciencia Política al extender a la teoría del Realismo en las Relaciones
Internacionales -la teoría de que los estados son entidades autónomas que se
mueven por principios racionales para maximizar su poder- el argumento delencabronamiento.
Es
algo que, en su limitación intelectual, ni Hans Morgenthau, el fundador de la
teoría, ni Stephen Walt y John Mearsheimer, sus dos defensores más conocidos
hoy en día, pudieron prever. Pero, más allá del hallazgo intelectual del
presidente bolivariano, su 'encabronamiento' es grave porque es un
símbolo.
Maduro
pidió perdón por si esa palabra ofendía a otros países. Ése es el problema,
presidente: usted está en un foro, hablando a otros 34 jefes de Estado y de
Gobierno. No puede llegar con palabras que en su país significan una cosa y en
otros, algo muy diferente. Supongo que los que escriben los discursos de los
políticos españoles se lo piensan antes de escribir la palabra
'coger'. O la palabra
'concha'.
Pero,
lo que Maduro estaba diciendo, era que dentro de sus fronteras cada país puede
hacer lo que quiera conforme a su legislación. George W. Bush estaría de
acuerdo. De hecho, hasta creó una teoría legal para justificar la
tortura en EEUU. La inspiración de Maduro es, así pues, George W. Bush
y Dick Cheney. No se 'encabrone', señor presidente.
Lo
malo es que el resto de los grandes países bolivarianos y Argentina siguieron
por la misma senda. Rafael Correa, de Ecuador, dijo que "cabría
preguntarse si una sociedad puede llamarse verdaderamente libre cuando el
derecho a la información y la propia comunicación social están en manos de
negocios privados con fines de lucro". En su opinión, "es un problema
planetario" que alcanza su culmen en Latinoamérica, donde "la prensa latinoamericana es
mala, muy mala".
Tan
mala, tan mala, señor presidente, que en lo que va de año ya van asesinados cuatro periodistas en
Brasil. De hecho, de los 11 países más peligrosos para
ser periodista en el mundo, tres están en América Latina: Brasil, Paraguay y
México. Los otros son Siria, Ucrania, Irak, Israel-Palestina, Somalia,
Pakistán, Afganistán e India. Es una selecta compañía.
Evo
Morales, por su parte, volvió a hablar de los 'golpes blandos'. Es decir, de
los golpes de Estado indemostrables. Por ejemplo, desde el entorno de Maduro se
habla del 'golpe petrolero', y se dice que Venezuela jugaba un papel de criado
de EEUU bombeando más petróleo del acordado en la OPEP hasta que llegó Chávez y
empezó a cumplir las cuotas. Y el precio subió. Ahora, según esa teoría, Arabia
Saudí ha adoptado el papel de Venezuela y ha empezado a bombear para
destruir a Irán, Rusia y Venezuela.
Es
una teoría sin pies ni cabeza ni tronco ni extremidades. Porque la OPEP está
constituida fundamentalmente por dos cosas: Arabia Saudí y los demás. Y si los
saudíes están exportando crudo es para hundir a los productores de Estados
Unidos. Aunque a muchos les cueste entenderlo, a Riad le importa muy
poco Caracas. Y una de las mayores victimas del petróleo barato es un país
al que Washington no tiene el menor interés en desestabilizar, puesto que es
grande, una potencia regional, un aliado y, además, tiene un grave problema de
fundamentalismo islámico: Nigeria.
Claro
que con el realismo mágico 'encabronado' de Maduro, los golpes blandos de
Morales y la prensa independiente de Correa, no hace falta la realidad. Es algo
que ya decían en el Gobierno de George W. Bush, cuando, en la invasión de Irak,
dividieron a la clase política de Washington en dos grupos: la "comunidad
basada en la realidad" y la "comunidad que no está basada en la
realidad". Bush y sus asesores, por supuesto, estaban en el segundo grupo.
De
ahí al compló judeo-masónico-marxista del Caudillo Invicto solo hay un paso. Un
paso que Cristina Fernández facilitó cuando la tomó, de nuevo, con los golpes suaves,
"en los que se utilizan los medios masivos de comunicación internacionales,
denuncias falsas, asociaciones caprichosas de Estados con otros Estados para
hacer no sé qué cosas y qué conspiraciones (...). Y siempre encuentran su
origen bajo nuevas organizaciones bajo el nombre de ONG. El otro día lo leí en
un artículo muy interesante en un diario de México: ONG que siempre luchan por
la libertad o por los derechos humanos que nunca compartimos. Que nunca se sabe de dónde se
financian".
Así
pues, el Realismo Encabronado Bolivariano no acepta ni las ONG, ni la prensa
independiente, y, gracias a los golpes suaves, puede ver enemigos donde otros
ven periodistas o activistas pro derechos humanos. Maduro dijo que él no tiene
nada en contra de Estados Unidos. Y citó como ejemplo que le gustan Jimi
Hendrix y Eric Clapton. Señor presidente:Clapton es inglés. De Ripley,
muy cerca de Londres. Recuerde que a los ingleses les gusta el blues más que a
los propios estadounidenses. Son así. Pero Clapton no solo es inglés, sino que
tiene pasaporte inglés. Ya sé que esto lo dice un medio de comunicación. Y que
la mejor forma de comprobarlo es Wikipedia, o en Google, que son
respectivamente una organización sin ánimo de lucro y una empresa privada que
no están sometida a ningún control de ningún Gobierno. Pero créame. Solo por
esta vez.
El
problema de esas actitudes es que obvian la realidad. Y con materias más serias
que el pasaporte de Eric Clapton. Son mensajes dirigidos, como la acepción de
'encabronar' de Maduro, al consumo interno. O regional. Barack Obama quiere una
relación diferente con América Latina. Más global. Washington ve cada vez más a
la región como un mercado emergente. Algo similar a Asia. O a medio camino
entre Asia y África. Los demócratas estadounidenses siempre dan prioridad a la
economía en las Relaciones Internacionales (por eso son más realistas que los
republicanos), y lo que Obama quiere tener con Latinoamérica es la misma
relación que tiene con China. Pero da la impresión de que una parte de América
Latina quiere volver a 1970. Parafraseando a Borges, tiene "todo
el pasado por delante".
Porque,
si alguien podría estar de acuerdo en las diatribas bolivarianas es Barack
Obama. Procede de una minoría étnica en su país, donde los negros solo son el
13% de la población de EEUU. Que yo sepa, por poner un ejemplo, en la élite
cubana todos son más blancos que el que escribe esto. Por no hablar de Dilma
Rousseff y sus ojos azules, o Cristina Kirchner, cuyo país tiene a sus espaldas
la 'conquista del desierto', una forma lírica de llamar a un
genocidio indígena que explica que la inmensa mayoría de las
personas de rasgos indígenas que hay en Argentina sean inmigrantes bolivianos.
Obama
también sabe lo que es la prensa. La buena y la mala. Los medios de
comunicación, encabezados por los de Rupert Murdoch, le han cuestionado desde
el primer día hasta el extremo de crear el falso mito de que no nació en EEUU o
de que es un 'socialista' o musulmán. La gobernadora republicana de Arizona le
pegó una bronca en
público apuntándole con el dedo, como si regañara a un niño malo. Un
congresista de ese partido berreó "¡Mentiroso!" al
presidente mientras éste participaba en el acto político más importante del año
en EEUU: el Discurso sobre el Estado de la Unión. No parece que Maduro, Correa,
Morales o Kirchner fueran capaces de aguantar semejante oposición sin que les
diera una sofoquina. Y, sin embargo, Obama fue capaz de improvisar una lección de democracia a
Correa -"y a algún otro"- al explicarle que los medios de
comunicación no son "malos" por criticarle a uno.
Y
lo más alucinante: el dictador que heredó el poder de su hermano no solo no
recibió ninguna crítica, sino que fue casi unánimemente felicitado.
Ver para creer.
Lo
cierto es que, después de escuchar a Maduro, a Correa, a Fernández, a Morales,
resulta que en la sala había muy pocos estadistas. Entre ellos, estaban,
precisamente, Barack Obama, Raúl Castro, Juan Manuel Santos y Stephen Harper.
Cada uno es, ideológicamente, hijo de un padre y una madre muy diferentes. Y
Castro se sitúa, en el terreno de la ética un abismo por debajo de los
otros tres. Pero, al menos, no se les puede reprochar que sean capaces de
estructurar discursos o políticas. Y, al menos en el caso de Obama, hasta de
improvisar un poco. Todo, sin 'encabronarse'. Y, posiblemente, sin fallar en el
lugar de nacimiento de Eric Clapton.
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