Por José Guerra, 31/03/2015
Con el inicio de la campaña para las elecciones primarias de la Mesa de
la Unidad Democrática, el 31 de marzo de 2015, comienza un período que puede
ser fundamental para Venezuela. Efectivamente, quienes resulten electos,
conjuntamente con los seleccionados por consenso, deberán medirse con los
candidatos del PSUV y sus aliados, en una cita electoral que todavía no tiene
fecha estimada.
Opté por tomar parte de la justa electoral convencido de que el cambio
es posible y que bien vale la pena bajarse transitoriamente de la tarima de
profesor universitario que he ocupado por veinte y dos años, para dedicarme a
la calle y al contacto directo con el venezolano de a píe, quien desea vivir en
un país mejor y que busca hoy nuevos referentes.
Se realizarán los comicios parlamentarios en medio de una crisis
sistémica, donde lo económico domina la escena. No se trata de cualquier
crisis, sino más bien la de la hora postrera de un modelo económico
inviable e inservible, que desperdició el mayor auge petrolero que haya tenido
Venezuela desde su formación como nación y que ahora tiene al país sumido en un
caos financiero de difícil resolución, bajo las actuales a políticas. Un
Estado agigantado en sus rol empresarial pero disminuido como agente social es
tal vez el rasgo sobresaliente de la versión del socialismo del siglo XXI,
etiquetado en Venezuela. Con él floreció una burocracia manifiestamente inepta
y una corrupción rampante que combinadas, volatilizaron y se apropiaron de
buena parte de los ingresos petroleros.
Como signo marcador de la decadencia del modelo está el aumento
vertiginoso de la pobreza después de 2012, hasta alcanzar ese indicador el
48,0% de los hogares al concluir el año 2014 y con la perspectiva de que se
domicilie en la peligrosa cifra de 55,0% en 2015, como resultado de una caída
vertical del ingreso nacional y una subida exponencial de la inflación,
especialmente de los alimentos.
Derrotar en el campo electoral al gobierno implicaría conferirle al
país una tónica diferente a partir de 2016, que abriría espacios para comenzar
a rehacer al país. Ello encara un doble reto. El primero consiste en abatir las
tendencias inmediatistas en el seno de la oposición democrática, de gentes de
buena fe que piensan que no hay salida mediante el sufragio, pero sin proponer
una opción viable para enfrentar al régimen. Debemos realizar una labor de
pedagogía para afirmar la alternativa democrática e incentivar el voto,
instrumento válido para cualquier cambio real y sostenible. El segundo es
todavía más mayor pero al mismo tiempo motivador: ganarle las elecciones
parlamentarias al gobierno, quien hará uso sin escrúpulos de todos los
mecanismos habidos y por haber para desmoralizar al elector de credo
democrático y procurar inhibirlo. También buscará el gobierno favorecer a
sus candidatos con el uso del presupuesto nacional, puesto al servicio de un
partido político, como una especie tesorería.
Los estudios de opinión confirman dos tendencias claras. Una, la caída
estrepitosa de la popularidad de Maduro y con él la del PSUV y, la otra, que la
intención de voto de la Unidad Democrática duplica a la del oficialismo. Pero
intención no necesariamente es voto efectivo. Para que el descontento se
traduzca en votos y en victoria hay que trabajar muy duro para llevar un
mensaje de esperanza a un pueblo descontento y que aspira, más que críticas, a
propuestas para que se vuelva a encontrar con la confianza perdida.
He recibido el apoyo de literalmente todos los partidos desde que
Primero Justicia me propuso participar en las primarias en el Circuito 4 que
comprende las parroquias Coche, El Valle y Santa Rosalía, en Caracas. Así,
contamos con AD, VP, UNT, Copei, ABP, AP, Causa R, Vente, MPV, Movimiento
Ecológico, Movimiento Laborista y una variedad de sectores sociales,
estudiantiles y gremiales. También me han mostrado su respaldo Henrique
Capriles, María Corina Machado, Henri Falcón, Andrés Velázquez, Roberto
Enríquez y Henry Ramos Allup. Mención especial me merecen el firme sustento
recibido desde la cárcel por parte de Leopoldo López y Antonio Ledezma, dos
baluartes en la lucha por la democracia.
Mi compañero de fórmula es el luchador social Ismael León, quien
suscribe la agenda electoral que he esbozado, contentiva de al menos tres
puntos. El primero, es la ley de protección al salario, la pensión y la
jubilación, encaminada a que exista una compensación efectiva a las
remuneraciones de los trabajadores activos y a los pensionados y jubilados,
víctimas de la inflación, cuando el alza de los precios supere determinado
umbral. El segundo, es la ley de promoción a la producción nacional, dirigida
ésta a incentivar a los factores productivos internos, mediante un conjunto de
instrumentos modernos que causen la menor distorsión posible, y la tercera es
la ley para repatriar los capitales mal habidos, fruto de la corrupción, mantenidos
en Venezuela y en el exterior. Con esta herramienta se dotará al Estado venezolano
de las facultades para perseguir y castigar al peculado y comenzar a higienizar
la Administración Pública.
Comenzamos este recorrido hacia la victoria esperanzados en que
Venezuela merece un destino promisorio para todos los venezolanos, independientemente
de su filiación partidista o ideológica. Un país donde se pueda vivir con
seguridad, estabilidad, con empleo de calidad y libertad política.
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