Por Aixa Armas, 21/09/2015
¿Por qué, luego de salir de la dictadura perezjimenista, los
venezolanos se comprometieron con la democracia? ¿Y por qué ahora los mismos
venezolanos permiten que se les despoje?
Ambas interrogantes poseen respuesta: Los venezolanos de la
posdictadura se propusieron construir democracia. Mientras, en el presente, los
venezolanos opositores a este "proceso revolucionario" nos hemos dedicado
solamente a redimir la democracia; una acción cuya fuerza de avance es lenta y
que se ralentiza por la violencia que impone el régimen por vías directa o
indirecta. Por eso, cuando llamamos a los jóvenes a liberar la democracia, la
convocatoria es casi nula; ellos no quieren epopeyas violentas sino
construcción de futuro seguro. Y, hacia allá, debe dirigirse el discurso político.
Cuando construimos nos deshacemos de lo que no sirve para diseñar,
edificar y organizar aquello que nos es útil, lo que sirve. Mas, cuando redimimos,
introducimos algunos cambios aun cuando, en esencia, dejamos lo anterior tal
como estaba. Es la señal de "cambiar algo para que nada cambie", como
bien lo planteó Giuseppe Tomasi di Lampedusa (1896-1957) en su novela El
Gatopardo.
Este razonamiento se puede aplicar al chavismo puro, popular, pues
cuando hablan de su revolución, de su proceso, lo hacen desde un ideal que
tiene, a pesar de la debacle, mucha fuerza y tantos adeptos porque ellos asumen
que están construyendo la nueva Venezuela, la Venezuela distinta. Ese es un
empuje que rompe paradigmas, que genera potencia, optimismo, esperanza, recrea
el sueño de la ilusión dormida que ha despertado con nuevos elementos. Una
utopía que supera la propia individualidad y que se masifica en expresiones
como "con hambre y sin empleo, con Chávez me resteo", porque esa
pujanza aventaja al mismo chavismo político.
La paradoja se presenta cuando la realidad, por tanta corrupción, tanta
inseguridad, tanta escasez, y tanta ineptitud de quienes dirigen el gobierno,
hace evidente que ese "sueño puro y solidario" se tambalea y, a pesar
de ello, todavía exista esa fuerza "chavista" en la mitad
del país, donde la gente hizo suya ese visión de otra Venezuela chavista.
De este lado de la acera democrática también tenemos un sueño, con una
diferencia: es una visión que convoca y no divide, con un crecimiento cada vez
mayor por estar a tono con las soluciones y exigencias del país. Nuestro sueño,
que pertenece a todos, tenemos que convertirlo en narrativa, en discurso
político, en mantra. Hacerlo es una de nuestras tareas en esta campaña, camino
al 6D: narrarlo, transparentarlo, dejarlo clarito ante propios y ajenos y, a
través del voto, convertirlo en realidad.
Es, en definitiva, echar el cuento de cómo nuestro voto el 6 de
diciembre puede construir futuro e integrar ambos sueños: los sueños por los
hijos de ellos y por los de nosotros, que es decir por nuestro único y hermoso
país.
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