Por Brian Fincheltub, 27/09/2015
La estrategia electoral del gobierno, si es que pudiéramos ponerle un
nombre al “camorrerismo” oficial, ha estado orientada desde principios de año a
reeditar el llamado “dakazo”. Medida politiquera que logró remontar la cuesta
de una oposición consolidada a fuerza de televisores en remate y un llamativo
discurso sobre especulación, que para variar culpaba a los empresarios de las
desgracias del país y prometía combatirlos mediante la “guerra
económica”.
Aquella alharaca rindió frutos, al menos en lo político, el desgobierno
se hizo con la mayoría de las alcaldías y gobernaciones en diciembre de 2013,
pero la escasez no solo no terminó, los anaqueles quedaron vacíos y no
volvieron a llenarse. La situación hoy es tan grave, que al ver los precios de
2013 los añoramos, una nevera costaba unos 60 mil bolívares, hoy pasa el millón
de bolívares.
Si estuviéramos frente a una verdadera guerra, no solo el gobierno
estaría derrotado, sino revolcado. Pero no hay guerra y los revolcados somos
los venezolanos, producto de una política económica que fracasó, pero que no
quieren reformar porque eso implica reconocer que el “legado” no fue más que
destrucción, que el llamado socialismo del siglo XXI no sacó a nadie de la pobreza,
sino que los hizo más miserables, más dependientes.
Como decía un trabajador la otra vez en televisión, el gobierno vive
buscando al perro flaco al cuál pegarle las garrapatas. Un cuento tras otro,
pero nada les funciona esta vez. Quieren una camorra urgente que logre revertir
el lógico descontento que tienen la mayoría de los venezolanos.
Hay que recordar que nuestro célebre presidente empezó el año diciendo
que se dedicaría exclusivamente a combatir la guerra económica, el 2015 está a
las puertas de finalizar y los resultados están a la vista. Primero convocaron
a los pocos empresarios que producen en el país a firmar acuerdos en
Miraflores, como si la responsabilidad de tomar las medidas para corregir la
crisis estuviera en sus manos.
Luego metieron a unos cuantos presos creyendo eso se traduciría en
apoyo popular. En el Sebin siguen algunos y eso no ha cambiado el drama para
conseguir los productos básicos. Luego prohibieron las colas en los
supermercados, las escondieron es los estacionamientos, implementaron un
sistema de captahuellas, las eliminaron, las volvieron a instalar y así han
ido, como el cangrejo, caminando para atrás y para adelante, en un intento
desesperado de evitar lo inevitable.
Después lanzaron otra batalla ficticia contra los llamados
“bachaqueros”, que lejos de ser una causa, representan una consecuencia de la
escasez, un problema que siempre termina alimentando un mercado negro con
productos mucho más caros. Allí tampoco hubo resultados, la escasez no
desapareció, se recrudeció.
Luego confirmando los pocos escrúpulos que tienen quienes hoy
gobiernan, tenemos lo que pasó con el caso de la dama descuartizada en Caracas,
allí no solo culparon a la oposición de tener nexos con delincuentes, sino que
convirtieron a unos asesinos confesos en su voceros oficiales, poniéndolos a
acusar a diestra y siniestra en cadena nacional.
Seguido lanzaron la llamada Operación para la Liberación del Pueblo
(OLP), para “liberar” zonas que ellos mismos habían entregado al hampa. El plan
número veinte y dele contra la inseguridad comenzó, como siempre, con mucho
ruido y ministros disfrazados con chalecos antibalas. El resultado: una mayor
explosión de la criminalidad.
Así llegamos a septiembre, con la brillante idea de iniciar una
deportación masiva de colombianos, con miras a provocar un conflicto
diplomático con Colombia, tal como lo hicieron con Guyana a principios de año.
Pero su mala racha es tal que hasta Juan Manuel Santos subió en las encuestas y
ellos siguieron bajado.
Es que si tuvieran un circo les crecieran los enanos y la mujer barbuda
seguro se queda calva. La destrucción de Venezuela es tal que no es posible
sacar a la gente de su realidad para ponerla a hablar de aventuras belicistas o
planes conspirativos. Seguro habrá quien siga creyendo, hacia ellos se debe
orientar nuestro mensaje y accionar una vez logremos conquistar una solida
mayoría en la Asamblea Nacional, ellos tienen que tener la oportunidad de
comparar entre lo que representó el caos y lo que puede ser un país que marche
unido hacia el progreso.
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