Por Antonio Pérez Esclarín
Me preocupa muchísimo el
peligro de sustituir en educación la pedagogía por la ideología, y confundir
proclamas y deseos con logros y realizaciones. Tras los anuncios de la
necesidad de transformar la educación para transformar el país y el
mundo, con frecuencia se oculta la incapacidad de transformar
las prácticas sumisas, repetitivas, acríticas; incapacidad para, más allá
del discurso y las buenas intenciones, gestar modelos educativos y caminos pedagógicos
alternativos. Recitando a Paulo Freire y su Pedagogía del Oprimido, se termina
con frecuencia, oprimiendo la pedagogía.
La pedagogía, esa necesaria
reflexión de la práctica, nos enseña que los frutos que queremos recoger deben
estar ya implícitos en la semilla, la cosecha en la siembra, pues es imposible
educar para, si no educamos en: Sólo se puede educar para la participación en
la participación; para el respeto y la convivencia, en el respeto y la
convivencia; para la inclusión en la inclusión de los diferentes. No es posible
educar para la genuina participación si yo creo tener el monopolio del poder y
de la verdad y oriento mi labor a fomentar la sumisión más que la
autonomía. No es posible educar para la convivencia si no acepto la diversidad,
o no permito el pensamiento divergente. No es posible educar para la
creatividad, con slogans y discursos aprendidos, con una pedagogía
que privilegia la repetición acrítica, más que la argumentación y la
escucha. Si hace unos años el Maestro Prieto Figueroa acuñó la
frase de que la mayoría de los maestros eran unos “eunucos políticos”, hoy la
mayoría de los políticos están demostrando con su proceder que son unos
“eunucos pedagógicos”, pues niegan con sus actuaciones lo que proclaman en sus
declaraciones y discursos: “El ruido de lo que eres y haces, me impide escuchar
lo que me dices”: Defiendes con mucha fuerza unos principios que los pisoteas
con tu modo de proceder.
Toda mi vida he
luchado por una verdadera revolución educativa. Por eso, me he esforzado
por nunca separar la dimensión política de la educación de las
dimensiones ética y pedagógica. Y a medida que van pasando los años, he ido
comprendiendo con creciente claridad que todos enseñamos no tanto lo que
proclamamos, si no lo que somos y hacemos. Si eres violento e intransigente y
actúas con violencia e intransigencia, estás enseñando violencia e
intransigencia por mucho que invoques el respeto, la tolerancia o el
amor. Si piensas que todos los que tienen dudas y críticas porque quieren
una educación de calidad real para todos, son unos
derechistas, agentes del imperio, que se oponen a la
liberación del pueblo y quieren privatizar la educación, de nada servirá que te
llenes la boca hablando de que la Constitución y la Ley de Educación son de las
mejores del mundo y garantizan la participación, la tolerancia, la
diversidad, la inclusión.
Es hora de bajarse de
los discursos triunfalistas, superar los desencuentros y trabajar unidos
para que la educación de todos, en especial de los más pobres, vaya
siendo cada vez mejor. No olvidemos que a todos nos conviene tener más y mejor
educación y que todos los demás la tengan.
29-09-2015
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