Leonardo Fernández 29 de septiembre de 2015
En
medio de las malas noticias que sobran en la actualidad venezolana, con la
inflación por los cielos y presos políticos recibiendo condenas oprobiosas, los
venezolanos, especialmente los zulianos, hemos recibido una excelente noticia;
el regreso de Manuel Rosales, un líder fundamental para las fuerzas democráticas.
El
regreso de Manuel representa un refuerzo a la esperanza y el optimismo que va
creciendo conforme se acerca el día donde el pueblo podrá recuperar una de las
instituciones secuestradas por el gobierno. Con su llegada se refuerza la lucha
por una sociedad más justa, donde el Estado permita el desarrollo y
emprendimiento de la empresa privada, al tiempo que desarrolle políticas
inclusivas, como ocurrió desde el gobierno regional durante la gestión de
Rosales.
Más
que predicar con palabras, el ejemplo que el ex gobernador Rosales dio de un
gobierno abocado a lo social, pero con pleno respeto al individuo y a su
capacidad creadora, es la mejor bandera que podemos portar quienes defendemos
una alternativa a las políticas desastrosas que condujeron a este país a una
crisis en todos los aspectos de la vida pública.
El
arribo al país de Manuel, está cargado de coraje y gallardía, considerando los
recientes actos de injusticia cometidos contra otros dirigentes políticos, pero
la fuerza de su presencia marcará definitivamente un reimpulso a la fuerza del
cambio. El afecto que se le guarda desde el barrio más humilde, hasta las
urbanizaciones más notables, o desde las grandes ciudades, hasta los más
recónditos caseríos de nuestra geografía, son la garantía de que no será en
vano el sacrificio que está dispuesto a pagar por volver a su tierra.
Entre
las filas del oficialismo el nerviosismo está a la orden del día, saber que
quien nunca pudo ser derrotado en el Zulia a pesar de las pretensiones y
maniobras para “borrarle del mapa político de Venezuela” , aún sigue vivo en el
corazón de los ciudadanos, es razón para caras largas en el oficialismo. Sin
embargo, su regreso a la escena política con la fuerza y el coraje que lo
caracteriza, es razón para que más de uno se despida de sus ilusiones. La sola
comparación entre una gestión que contaba con la aprobación del 70% de los
zulianos, y la actual administración, con ningún resultado a la vista,
despierta recelos en el Palacio de los Cóndores ante su inminente llegada.
Los
vientos soplan a favor del cambio, y el regreso de Manuel será un impulso a la
avalancha ciudadana del 6 de diciembre.
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