Fernando Mires 25 de septiembre de 2015
Desde
el punto de vista retórico, el discurso pronunciado el 24.10.2015 por el Papa
Francisco en el Capitolio de Washington, si no es una pieza maestra, contiene
todos los elementos formales que hacen de la oratoria un muy interesante género
literario.
Elogio
cortés a los patrocinantes, dignificación del país y del lugar desde donde se
habla y elección de un eje alrededor del cual gira la retórica discursiva
ocuparon lugares precisos en el texto papal.
Las
menciones a cuatro personas ilustres de la historia estadounidense, Abraham
Lincoln, Martin Luther King, Dorothy Day y Thomas Merton, no pudo ser más
oportuna. A partir de ahí, Francisco se refirió a los temas que más interesaba
exponer.
En
primer lugar -venía desde Cuba- Francisco se refirió a la reconciliación
nacional e internacional de los polos antagónicos heredados de la Guerra Fría.
En
segundo lugar, abordó un tema que si bien ocupa un lugar central en la política
norteamericana, posee una dimensión mundial, a saber: el de las migraciones
masivas y, por cierto, de las peligrosas reacciones aparecidas en los países
donde estas tienen lugar. No por casualidad la televisión europea dedicó mucho
espacio a la presentación de ese tema. Parecía que desde los EE UU Francisco
estaba hablando hacia Europa.
En
tercer lugar -no podía sino hacerlo en los momentos por los cuales atraviesa la
política internacional de los EE UU- estimuló Francisco a los políticos a
comprometerse con mayor intensidad en la búsqueda de soluciones pacíficas.
Importante fue reafirmarlo en tiempos cuando los rescoldos de las guerras
preventivas de Bush no han terminado todavía de apagarse.
En
cuarto lugar, Francisco no podía dejar pasar la oportunidad de referirse al
tema de la pobreza generada por el desarrollo económico cuando este es dejado a
su libre arbitrio y no es canalizado por instituciones inteligentes. Palabras
que fueron interpretadas por la prensa como un obsequio de cortesía al Partido
Demócrata, lo que no es tan cierto pues Francisco no hizo más que exponer la
doctrina social de la Iglesia vigente desde los días de Juan XXlll.
En
quinto lugar, y en el mejor estilo de Benedicto XVl, Francisco defendió a la familia
tradicional como base del desarrollo cultural de una nación. Estas palabras
fueron interpretadas como un obsequio de cortesía al Partido Republicano lo que
tampoco es muy cierto pues no ha habido Papa que no haya acentuado el rol de la
familia monogámica al interior de la sociedad.
Incluso
la petición de que la pena de muerte sea abolida en los EE UU no fue muy
original. La toma de partido de la Iglesia Católica por el derecho a la vida es
sumamente conocida. Aplaudida cuando se trata de abolir la pena de muerte;
discutida cuando se trata del tema del aborto.
Al
final todos contentos. Francisco fue ovacionado por los congresales. La opinión
pública acogió con beneplácito las palabras vaticanas.
El
Papa y su Iglesia –después de todo eso es lo que más interesaba a Francisco-
ganaron puntos en dos países donde el tema religioso es muy complejo. En EE UU
el catolicismo compite con muchas religiones, creencias y sectas. En Cuba la
Iglesia ha logrado salvarse de la arremetida estatal de los Castro, pero al
precio de realizar concesiones a la dictadura. Así ha quedado el camino libre
para prácticas idolátricas y supersticiosas de origen africano. En un futuro
muy próximo, los eclesiásticos cubanos deberán resistir arremetidas de las
sectas evangélicas las que se dejarán caer junto a los miles de turistas que ya
asolan la isla.
Summa
Summarum: Francisco supo mantener, tanto en Cuba como en los EE UU, la
continuidad que marca el estilo político del catolicismo desde el Concilio
Vaticano ll hasta nuestros días. En todo lo dicho, ya fuera en Cuba o en los EE
UU, no hubo nada nuevo bajo el sol.
Desilusionados
deben haber quedado los izquierdistas extremos quienes esperaban por lo menos
una condena radical al capitalismo. Más desilusionados quedaron los derechistas
extremos quienes esperaban una condena radical al castrismo, al chavismo y a
todas las formas de dominación surgidas en nombre de una revolución social.
Los
últimos ya afilaban sus garras para atacar a Francisco si criticaba más a los
EE UU que a Cuba. Pero no ocurrió. Más aún, si hubo críticas duras, fue las que
hizo el Pontífice, aunque de modo abstracto y general, al régimen cubano.
Ni
siquiera Benedicto XVl, acusado tantas veces de anticomunista fue tan lapidario
con los Castro como lo fue Francisco en Cuba cuando condenó a “las ideologías
que terminan en dictadura”. Y lo dijo nada menos que en la misa celebrada en la
Plaza de la Revolución. Aunque no nombró a Cuba todo el mundo se dio cuenta en
contra de quienes estaban dirigidas sus palabras.
No
obstante, la mayor parte de las críticas al Papa vino esta vez desde los grupos
más radicales de la oposición cubana y venezolana algunos de cuyos exponentes
se desataron en insultos en contra de
Francisco. Dos fueron las razones que motivaron tan vulgares reacciones. La
primera, que Francisco no haya recibido a ningún representante de la oposición
cubana. La segunda, que haya visitado a Fidel Castro en su casa y dedicado a él
palabras de amistosa cortesía.
Naturalmente,
a quien escribe estas líneas le habría gustado ver a Francisco conversar con las
Damas de Blanco, por ejemplo. También le habría gustado que esa visita a Fidel
Castro nunca hubiera tenido lugar. Sin embargo, quien escribe estas líneas no
es un hombre de iglesia aunque sí sabe que los eclesiásticos están sujetos a
normas estrictas, imposibles de ser evadidas por ningún pontífice en su calidad
de jefe de estado.
Nunca,
en toda la historia de los viajes papales, ha conversado un Papa con la
oposición a los gobiernos de los cuales es huésped. Cuando Juan Pablo ll fue a
Chile en 1987 no se entrevistó con la oposición a Pinochet, razón por la cual
fue tan criticado por la izquierda chilena como hoy por (una parte de) la
oposición cubana y venezolana. Más todavía, ni siquiera cuando Juan Pablo ll
visitó a su propio país, Polonia, se entrevistó con la dirigentes de
Solidarnosc. Si conversó con ellos lo hizo en el Vaticano, no en Varsovia.
Benedicto XVl a quien nadie podría acusar de mantener simpatías por el
socialismo, tampoco aceptó conversar con la disidencia cubana cuando visitó a
la Isla. Francisco no podía ser la excepción.
¿Y la
visita a Fidel Castro? Podría habérsela ahorrado, piensan muchos. Eso no está
tan claro. Fidel Castro ocupa dentro de la nomenclatura cubana el rol de alto
dignatario simbólico. Si Raúl y el Cardenal Ortega pidieron a Francisco que
visitara a Fidel, difícilmente podría haberse él negado sin correr el peligro
de tensar las relaciones entre la Iglesia y el Estado en Cuba. Y bien, eso era
justamente lo que Francisco quería evitar.
Por lo
demás, ningún mandatario visita oficialmente a un país para ganar enemigos.
Todos los papas viajan en son de paz, nunca en son de guerra. Quien no entiende
algo tan elemental, creo que no entiende nada.
Hay,
sin embargo, otro punto que es necesario mencionar. La visita de Francisco a
Fidel puede ser pensada en el marco de la doctrina cristiana del perdón, quizás
la más difícil de asimilar, aún por los cristianos. En ese sentido, un
sacerdote, cura párroco o Papa (da igual) si tiene la oportunidad de visitar a
un pecador –y creo que desde el punto de vista cristiano Fidel lo es con
creces- debe hacerlo, del mismo modo como un médico debe prestar atención a un
enfermo si es que se cruza por su camino.
Jesús
en su doble función curó a enfermos y perdonó a los más terribles pecadores (y
pecadoras). Por esa razón, la foto en la cual vemos a Francisco estrechando las
dos manos de ese anciano vestido en traje deportivo marca Adidas, dice mucho
más de lo que vemos. Fueron quizás las
mismas razones que tuvo Francisco para visitar a Fidel las que motivaron a Juan
Pablo ll en 1983, visitar en la cárcel nada menos que a Alí Agca el hombre que
había intentado asesinarlo.
Sin
intentar comparar a Fidel Castro con Alí Agca, ambos tienen tres puntos en
común. Primero, ambos intentaron dañar a la Iglesia. Fidel, al buscar
destruirla si no en sus cimientos, en el alma de la gente; y Agca al intentar
destruir a su representante máximo. Segundo, ambos actuaron siguiendo órdenes
de la URSS: Fidel del Comité Central del PCUS y Agca de los servicios secretos soviéticos.
Tercero, ambos tenían muy bien ganados un viaje sin retorno al infierno.
Habida
cuenta de las razones expuestas es difícil explicarse las bataholas que armaron
los opinadores más radicales de la oposición venezolana (en mayor medida) y de
la cubana, sobre todo la que reside en Miami, al condenar de modo brutal –por
decir lo menos- la visita del Papa a Cuba.
Francisco,
dicho en verdad, se ajustó en los hechos y en la forma a la tradición seguida
por todos sus predecesores. Él no es un cura comunista, mucho menos un agente
de los Castro y en ningún caso el miembro de un trío formado por los Castro,
Obama y Bergoglio, como llegó a escribir uno de los más descerebrados
columnistas de la oposición radical venezolana. Seguramente pensando en ese
tipo de personas fue que Francisco pronunció frente al Congreso de los EE UU
las siguientes palabras:
“Combatir
la violencia perpetrada bajo el nombre de una religión, una ideología o un
sistema económico y al mismo tiempo proteger la libertad de las religiones, de
las ideas, de las personas, requiere un delicado equilibrio en el que tenemos
que trabajar. Y, por otra parte, puede generarse una tentación a la que hemos
de prestar especial atención: el reduccionismo simplista que divide a las
personas en buenos y malos; permítanme usar la expresión, en justos y
pecadores. El mundo contemporáneo con sus heridas que sangran en tantos
hermanos nuestros, nos convoca a afrontar las polarizaciones que pretenden
dividirlo en dos bandos. Sabemos que en el afán de querer liberarnos del
enemigo exterior podemos caer en la tentación de alimentar al enemigo interior.
Copiar el odio y la violencia del tirano y asesino es la mejor manera de ocupar
su lugar. A eso este pueblo dice: No”-
Uno de
los “logros” mayores de las dictaduras ha sido siempre el de formar en contra
suya disidencias que introducen dentro de sí a la propia lógica anti-política
que dicen combatir. Así ha sucedido siempre. Sucedió en Polonia y en Hungría
desde las fases postreras del comunismo cuando aparecieron grupos fascistoides
que apelan a los valores sagrados de la patria, de la religión e incluso de la
raza. Sucedió en Rusia donde Putín reordenó detras de sí a lo más reaccionario
de su nación, incluyendo a la intolerante iglesia ortodoxa. No es casualidad
tampoco que en Alemania el auge del neo-nazismo y de la xenofobia tenga lugar
en la zona del Este, dominada ayer por los comunistas.
Venezuela
y probablemente Cuba no han sido excepciones. Venezuela, por ejemplo, debe ser
el único país en donde hay personas que públicamente justifican al régimen de
Pinochet en Chile recurriendo a argumentos que hoy ni siquiera la derecha
chilena osaría sostener. Todos esos grupos y grupillos aparecen hoy día
confundidos dentro del espacio de una oposición mayoritariamente democrática a
la que no vacilan en boicotear cada vez que pueden. Esa es la razón que me
impide por ahora seguir extendiendo mis observaciones críticas hacia ellos.
Pero ya llegará el día de hacerlo.
Cada
política tiene sus momentos. Cada momento tiene sus políticas.
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