Por Ricardo Ríos
La necesidad de un
único partido revolucionario, del partido del sujeto histórico y toda esa
jerga, es consustancial al pensamiento comunista. La maldición divisionista de
Marx: ”el partido se fortalece depurándose” es el epígrafe del libro de Lenin
sobre el partido ¿Qué hacer? y ha sido el leiv motive de
cuanta purga han conocido los comunistas.
En Venezuela no escapamos a
ese debate, en los años 60 fue punto de ruptura del PCV con Fidel.
También estuvo entre los aportes del MAS a la cultura democrática
mundial.
El PSUV es la
contraparte cómica del trágico Partido Comunista de Cuba. Con miles de
diferencias, ambo nacieron como decisión del poder ejecutivo, desde y para el
ejercicio del poder ya conquistado y no conocieron ser de la oposición a
un gobierno. El PCC fue la confluencia de organizaciones políticas
o militares que llevaron a Fidel al poder. El PSUV fue una decisión de
Chávez, anunciada en un mitin a su regreso de Cuba, que agarró fuera de
base a sus aliados.
En los discursos
fundacionales, tanto Fidel como Chávez insistieron en que los militantes
tenían que ser funcionarios honestos y eficientes, porque ambos partidos fueron
creados para controlar al estado. Cuando uno ve la trayectoria de esos
funcionarios respecto a la pulcritud de sus gestiones, queda claro que el poder
total corrompe totalmente.
El PSUV no siguió el
silogismo leninista:“una clase, una revolución, un partido” porque, a
diferencia del PCC, jamás discutió documento alguno que le diera cuerpo
teórico, siendo apenas un convulsionado foso de combate entre grupos de
poder financiero y militar, lo que Müller Rojas llamó el saco de los
alacranes.
Es un partido profundamente
dividido en su interior y en sus alrededores. No deja de alarmar que haya más
de 30 organizaciones conformando el llamado Polo Patriótico; todas, salvo
el PCV, creadas después del PSUV. El mensaje es claro: si quieres figurar, crea
tu parcela política, nada más lejos del Partido Único.
Tan dividido concurre el
PSUV a estas elecciones parlamentarias que hubo de arriar sus altaneras velas
sectarias y aceptar “la unidad perfecta”, un batiburrillo de pactos electorales
sin orden ni concierto. Hay que estar bien débil para mezclar a Juan Barreto
con William Ojeda o a Haiman El Troudi con Ricardo Sánchez. Es un partido
paralizado. Sus líderes atropellaron sus propias primarias para optar a la
reducida oferta de los puestos salidores. El retorno a sus orígenes del
presidente de la AN o de la Cilia son emblemáticos en esa pelea.
Esa unidad es una perfecta
entelequia, con campañas distintas y hasta contradictorias como en el estado
Miranda. No hay acto oficial que no se complemente con el reclamo de algún
candidato por el manejo sectario del mismo. Varias veces han estado a punto de
estallar, solo los pegan los potenciales curules y la fortaleza creciente de la
MUD.
Con el título como
consigna, la –JMAS-UCV le ganó la FCU a una coalición de partidos liderada por un partido dividido. En el Polo Patriótico saben que sin
unidad no hay triunfo. Vamos bien.
23-09-15
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