Jean Maninat 25 September 2015
@jeanmaninat
Latinoamérica
y el asedio revolucionario, así tituló Carlos Raúl Hernández su último libro
publicado por Libros El Nacional. Se trata de un incisivo ensayo acerca de la
devastadora marcha por el continente latinoamericano del pensamiento y la
práctica populista. ¿Cuáles son las raíces teóricas de ese fenómeno que siempre
regresa bajo nuevos ropajes? ¿Cuáles son sus parentescos intelectuales, entre
otros con el marxismo y su influencia regional? ¿Cuáles son las nuevas
modalidades con las que se presenta? ¿Cuál ha sido su impacto en el desarrollo
económico de los países bajo su influjo? ¿Cuáles son las medidas que habría que
asumir para retomar el sendero de la apertura económica y la prosperidad? Son
algunas de las interrogantes que acomete Carlos Raúl en su trabajo, sustentado
en datos estadísticos de varios organismos internacionales y regionales, y un
conocimiento histórico, de primera mano, de los “ismos” – pretendidamente
salvadores- que han contribuido a postergar la prosperidad más abajo del Río
Grande, como se solía decir con dejo de western hollywoodense.
La
contradicción entre economía cerrada y economía abierta ha sido una constante
del debate intelectual y político en la región, nos dice Carlos Raúl. En los ya
lejanos años sesenta se parió la llamada Teoría de la Dependencia que pretendía
explicar el subdesarrollo como consecuencia de las relaciones de sometimiento
entre la “periferia” y los “centros imperiales”, ya fuera España en tiempos
coloniales o el imperialismo gringo en el siglo XX. Carlos Raúl cita un
documento de 1965, en el cual setenta notorios intelectuales declaran esta
perla:
“Con
absoluta confianza y con indispensable responsabilidad… denuncian los motivos
del subdesarrollo… Los principales obstáculos que frenan y deforman el
desarrollo económico latinoamericano son de carácter estructural, surgidos,
unos de la dependencia exterior: financiera, comercial, tecnológica, política,
etc., respecto de los países desarrollados, y otros de carácter interno,
determinados por los sistemas de tenencia de la tierra”. Nuestros males venían
siempre de afuera, por tanto, abrir las economías era entregar la patria. ¿No
suena familiar, cincuenta años después?
La
caída del Muro de Berlín -como sabemos- también abrió una brecha en las viejas
certezas del pensamiento económico estatista y autárquico. Progresivamente se
abrió paso una visión moderna, de apertura de la economía, mas no sin
controversia tal como lo señala Carlos Raúl: “Las posiciones frente al proceso
que avanzaba estuvieron –no podía ser de otra manera– impregnadas de pasión
política e ideológica y por tratarse de un
fenómeno nuevo se analizaron sin el suficiente sosiego”. Más adelante:
“Durante los ochenta América Latina inicio el lento y accidentado retorno desde
las visiones etnocéntricas, centralistas, paternalistas, hacia la vigencia
plena de sociedades democráticas y abiertas”. Sin embargo, “la detención del
proceso aperturista creó graves problemas” y hoy estamos viviendo el retorno de
los viejos fantasmas a pesar de que países del ALBA como Bolivia y Nicaragua, y
en menor grado el Ecuador de hoy asediado por el bajón de los precios
petroleros, hayan logrado mantener sus economías a flote, precisamente por no
hacer gárgaras ideológicas con ellas. Se nos advierte camino a la conclusión
del libro.
Pero
dejemos que sea Carlos Alberto Montaner quien valore este lúcido ensayo de
Carlos Raúl Hernández: “Los venezolanos, que acaso abandonarán a medio plazo la
pesadilla del chavismo, sin duda saldrán muy confundidos de esta etapa terrible
que les ha tocado vivir. Afortunadamente, cuentan con este libro para saber qué
les sucedió, por qué, y -lo más importante- qué deben hacer para nunca más caer
en el error”. No podemos estar más de acuerdo.
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