Por Fernando Facchin B., 25/09/2015
Columnista de “El Carabobeño”
La socialdemocracia debe estar abierta a la crítica y fomentar la
autocrítica, por cuanto la carencia de ambos factores hace perder la
credibilidad, debilita la participación partidista y el atractivo electoral.
Otro elemento pernicioso para la socialdemocracia es la imagen de continuidad
directiva de las organizaciones políticas, lo que impide se materialice el
paradigma básico de su ideario, como lo es la alternabilidad y amplia
participación ciudadana.
Es necesario que la socialdemocracia que cree en el estado social y
democrático de derecho, solidario y de bienestar, en la justicia social, en el
desarrollo social y económico sostenibles, en la evolución de los partidos
políticos más abiertos y participativos, en una verdadera
democracia, en los mecanismos de movilidad social, en las
libertades plenas, en la dignidad de cada ser humano, en la
economía social y solidaria, en el carácter regulador del sector público, en el
progreso humano inclusivo; sin complejos debe abocarse a reivindicar las
fuentes filosóficas de las que se nutrió en sus inicios, así como en el
desarrollo intelectual y político de la juventud y no desviar sus objetivos por
conservar una cuota de poder, no pueden ni deben renunciar a sus valores
fundamentales y a sus objetivos originales.
Hoy los analistas políticos coinciden en que la ideología
socialdemócrata está en crisis y las razones son muchas y muy profundas,
no alcanza el espacio para enumerarlas, pero si dejaré tres de suma
importancia, la ausencia o abandono de las ideas propias en contravención de
sus originarios estatutos y la pérdida de valores político e ideológicos y hoy
estamos pagando las consecuencia de tales circunstancia y en especial la noble
labor de capacitación. A causa de lo comentado, la otrora clase trabajadora,
fuerza imborrable de la socialdemocracia y la lucha sindical, ha desaparecido.
La fuerza de la socialdemocracia consiste en el razonamiento ideológico
de sus postulados, el abandono a esos postulados durante un largo período de
estancamiento (1992/2015) y un reverencial temor a arriesgarse ante un régimen
ineficiente, inculto y represivo, ha sido el gran obstáculo para el crecimiento
de la socialdemocracia en el país.
Venezuela durante más de 15 años ha vivido un período de inercia,
apatía y terror, podemos decir que perdió la voz y padece de un grave
debilitamiento de la vista y el oído político, social y económico ante un
hegemónico régimen que nos ha constreñido a aceptar resignadamente una
permanente mentira, frases llenas de hipocresía, cinismo y manipulación que hoy
constituyen un peso exagerado de soportar.
La mitología política creada en torno a un oscuro y traidor personaje
se presenta en forma de leyendas dogmáticas camufladas bajo el manto de los
intereses y derechos ciudadanos y representa una amenaza para la conciencia
popular a la cual hay que rescatar del yugo chavista/madurista/cabellista y su
sistemática falsificación de la verdad, es, a todas luces, una situación
viciada por falta de una fiscalización democrática efectiva frente a un régimen
que desde un principio apostó a su libre juego político para destruir la
democracia y hoy ese parasito llamado SSXXI afecta a todas las estructuras
políticas, sociales y económicas del país.
Ahora bien, ante la realidad del país la socialdemocracia debe unirse y
abrir sus puertas para conformación de un equipo que se ocupe de lo más
importante, que a mi entender estriba en las dificultades del cambio de
psicología social., tomando en cuenta que los principios y valores
esenciales de una doctrina política deben respetarse, si es que de verdad son
principios y valores y no meros enunciados oportunistas o lemas de propaganda
electoral.
En estos años de cruenta dictadura de falso socialismo vale traer a
colación y con relación a Venezuela una frase de Lenin: “Aún no se han hecho
los ladrillos con los que se construirá el comunismo”. Es
urgente repensar la socialdemocracia.
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