Edgar Rivero 23
de septiembre de 2015
Días atrás, un periodista amigo, me
hizo la siguiente interrogante: ¿Qué te quita el sueño, cuando faltan menos de
setenta y cinco días, para que se realicen las elecciones parlamentarias del
6D? Una interrogante significativa, que me hizo reflexionar, sobre una realidad
política, que evidencia complejidad y requiere de entereza, madurez política,
para considerar el escabroso e inquietante escenario electoral, pero que sin
duda alguna demanda de la firme convicción y propósito de conquistar la victoria
a favor de la unidad, la democracia y por supuesto de Venezuela.
Y le respondo que me quita el sueño
desde hace ya 16 años, la situación sociopolítica del país, la impotencia de no
tener el poder de revertir todo este desastre administrativo, judicial, social,
sanitario, educativo; en fin, toda la ruina en la cual está sumergido el país.
Pero para eso hago el esfuerzo y la lucha diaria de entregar cada día, hasta la
última gota de sudor, amor e ímpetu en esta campaña electoral.
No puedo quedarme de brazos cruzados,
de manera cómoda y a la espera de un milagro electoral, creyéndome el cuento
que todo está bien y que ganaremos de forma muy holgada; peor aún refugiados en
la dañina tesis de continuar haciendo lo mismo y esperar resultados diferentes,
para no pecar de imprudente o en su defecto no generar resquemor alguno bien
sea en lo individual o en lo partidista.
No me quita el sueño, lo que puedan
decir de mi o de mis compañeros de lucha. Todos sabemos que el propósito es uno
solo: ganar, porque nos estamos jugando la patria de nuestros antepasados y la
de nuestros tataranietos. Por eso, comprendemos el clamor del más necesitado,
de aquella persona desasistida, del humillado por el régimen de turno, de aquel
que está ávido de un apretón de manos, dispuesto a cambiar; pero también
advirtiendo hasta el cansancio, que en la realidad política actual, los
dirigentes no somos los dueños de los votos; sino que los votantes son los que
deciden a favor de ese cambio que anhelan y por el cual nos manifiestan a cada
paso que damos en las comunidades, que recibirán todo lo que les regale el
régimen, pero que ya no se comen el cuento, porque cada día la situación
empeora.
No me quita el sueño cometer errores,
porque soy humano, pero sí, no encontrar el remedio a tiempo y poder seguir en
pos de la salida. Precisamente para minimizar errores, contamos con todo un
equipo, que mientras hacemos el trabajo político en las calles y barriadas, se
mantiene trabajando para garantizar el cumplimiento de las tareas, actividades,
objetivos y metas, partiendo de nuestras propuestas y capitalizando el
innegable degaste político del régimen y su incapacidad para dar respuestas y
soluciones, a los diferentes problemas, que se acrecientan principalmente en
los sectores populares.
En efecto, en un momento tan
relevante para el futuro del país, es vital no perder la esperanza y permanecer
de pie. Esto se traduce en moverse menos por las emociones, sino pisar tierra y
abrir nuestro espectro, en el entendido de no perder energías en detalles y
filosofías trilladas. Es necesario apelar a lo racional y tomar las mejores
decisiones a favor de la causa democrática y por lógica de nuestros candidatos
de la Unidad y Cambio. No olvidemos que la política es el arte de conciliar
puntos de vista, por ello se nutre de la dialéctica.
Finalmente, nuestro objetivo es
regresarle la esperanza a la gente; devolverle la oportunidad de soñar con un
país de bienestar, de progreso, con infinidad de alternativas, para garantizar
un futuro seguro, a las nuevas generaciones y que puedan contar con empleo,
vivienda, salud y educación de calidad; poder construir un espacio real y
cónsono con la paz, la democracia, fraternidad, pero sobre todo de manera
digna, sin odios clasistas, sin resentimientos, que sólo le sirven a los
ideólogos equivocados, para mentir, mantenerse en el poder y seguir manipulando
las mentes de sus seguidores.
Por eso, en definitiva nada me quita
el sueño, porque trabajo para que no me culpen mañana, por no haber hecho lo
suficiente, para encontrar la salida. No tengo cuentas pendientes con la
justicia nacional, ni tengo pesadillas relacionadas con la Corte Penal
Internacional y mucho menos pierdo la fe Divina, porque estoy en paz con Dios,
en quien creo firmemente, como el que a final de cuentas hará justicia y nos
ayudará a recuperar nuestro hermoso país, para el disfrute nuevamente de todos
los venezolanos.
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