Por José Domingo Blanco, 25/09/2015
Un grupo de venezolanos, sin aparente postura ni interés electoral,
está planteando una agenda ciudadana. Reconozco que no es la primera
iniciativa, ni la primera agenda, que llega a mis manos. Por experiencia sé que
hay muchos profesionales, académicos y pensadores críticos que se han dado a la
tarea de diagnosticar la situación país y proponer ideas viables que nos
permitan salir de la crisis actual. Algunas de las propuestas son más
ambiciosas que otras. Al final, sin importar la extensión de esos documentos,
son el reflejo de discusiones que suman horas de trabajo y esfuerzo.
Sin embargo, en todos se palpa el genuino deseo de solucionar y
enderezar el rumbo de las cosas. Lo que no me extraña es que, en cada uno de
estos análisis, aparezca como rasgo común el consenso que hay entre los
ciudadanos sobre la urgencia de salir de este modelo actual de gobierno,
caracterizado por el exceso de poder y control del Estado, corrupción y
polarización. Por eso, aplaudo las iniciativas que van más allá del análisis,
la denuncia y la queja sobre una terrible situación de la que estamos muy
conscientes –porque la padecemos en carne propia-; pero, que no terminamos de solventar.
Aplaudo, como lo he dejado colar en otros artículos, las iniciativas que
pretenden alejarse de los cogollos y dictaduras de partidos que han imperado en
Venezuela en los últimos años. Quizá las aplaudo con entusiasmo, con la
esperanza de que de alguna emerja esa tercera vía, liderada por la sociedad
civil, la cual pudiera producir el viraje que requerimos como nación.
Estos grupos, insisto, surgidos desde las entrañas de la sociedad
civil, están motivados por el diseño de un “salvavidas” nacional que evite
nuestro hundimiento como país. La esencia de estas agrupaciones –conformadas,
en la mayoría de los casos, de manera espontánea; pero, con una legítima
preocupación por Venezuela- es plantear una agenda país, un proyecto de
reestructuración y reconstrucción de nuestra nación, alejado de los intereses
partidistas y de los fines meramente electoreros.
El más reciente de estos papeles de trabajo que llegó a mis manos fue
el de un grupo que se autodenomina Red de Agenda Ciudadana (RAC), el cual
quiere promover el debate político –ciudadano- sobre el Poder; pero,
completamente alejado de lo electoral, algo realmente difícil en un país como
el nuestro, (mal) acostumbrado en los últimos tres lustros a centrar sus
esperanzas de cambio en las mesas de votación. Los miembros de la RAC insisten
que la discusión sobre el Poder debe hacerse para entender la relación que
existe entre su estructura y ejercicio con la crisis nacional, y los efectos
concretos que tiene en la vida de los ciudadanos.
La Red de Agenda Ciudadana plantea la necesidad de “ir más allá de la
narrativa y la enumeración sobre la crisis que, a diario, se repite millones de
veces. Ir más allá de lo electoral y candidatural (sic); de la polarización
gobierno-oposición y visualizar las estructuras causales, de soporte y
continuidad de la crisis. Promovemos un debate político, vivo, abierto, sobre
el Poder -previo a lo técnico y académico- a partir de la vivencia de la gente
y los efectos concretos en su cotidianidad”.
Algo que quiero destacar es la intención que tienen los miembros de la
RAC de estar integrada por ciudadanos auto-convocados, en los que no
predominarán ni las jerarquías ni los niveles; gente vinculada y agrupada por
el interés de un debate libre de inclinaciones partidistas o proselitistas.
Aclaran, si acaso pudiese surgir esa duda, que su intención no es transformarse
en un partido político, ni actuar como actúan las burocracias partidistas. El
debate libre, abierto y ciudadano, se dará con respeto a las ideas, aun cuando
no siempre haya consenso entre ellas. “La Red de Agenda Ciudadana promueve la
agenda para el debate ciudadano sobre la reforma política. Sobre la eliminación
del presidencialismo y la reelección, la ciudadanización de los Poderes
Públicos y la gestión gubernamental a todos los niveles”.
El verdadero reto que tienen estas agrupaciones surgidas de la sociedad
civil es capitalizar el descontento de los ciudadanos. Porque cada día crece el
número de venezolanos cansados de los bandos. El venezolano –incluso el que
este 6D se levantará, saldrá de su casa y cumplirá con su derecho al voto- está
harto. Harto del gobierno y también de la oposición. Entonces, ¿cómo activar y
sumar más participantes en las Asambleas o Redes Ciudadanas? ¿Cómo despertar en
cada uno de nosotros la necesidad de ser los promotores del cambio? ¿Hasta
cuándo vamos a seguir conscientes de los problemas que tenemos, quejándonos de
los problemas que tenemos; pero, sin mover un dedo -o solo mojándolo en la
tinta indeleble- esperando que sean otros quienes resuelvan? Tenemos que
entender que, si bien es importante votar, lo electoral, sin una agenda país de
reconstrucción y cambio que solo beneficie a los que ocupan el poder, es un
simple formalismo constitucional, que no ha generado las transformaciones que nos
urgen.
Quizá en ese momento, cuando estemos cohesionados como sociedad civil,
logremos ponerle freno a las pretensiones de perpetuarse en el poder de quienes
rigen el destino de nuestra nación. Esa es la tarea de la RAC y de todos los
grupos que como éste emprendieron el mismo rumbo. En principio esa es la meta
de la Red de Agenda Ciudadana: “buscar un efecto político, estimular que se
active la inteligencia, la reflexión y la capacidad de reacción de la gente
ante el Poder; activar en la subjetividad social, una beligerancia ciudadana de
contrapoder”.
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