Por Gerver Torres, 28/09/2015
¿Tiene fronteras el régimen de Maduro cuando se trata de definir hasta
dónde puede llegar para mantener el poder? ¿Tiene límites? Si no los tiene,
¿qué tan lejos puede llegar? ¿Quién o qué lo puede detener?
Lo que hemos visto del régimen venezolano en más de tres lustros nos
dice que cuando se trata de mantener el poder, este no tiene límites de ningún
tipo. Preservar el poder a como dé lugar es su fin último y cualquier medio que
utilice para lograrlo estará bajo su óptica justificado, así ello sea ruina
económica, muerte o destrucción. No es pues para nada una sorpresa que este
régimen en la búsqueda desesperada de mecanismos para continuar indefinidamente
en el poder juegue hoy a la guerra, apelando a tensiones y conflictos
fronterizos con Guyana y con Colombia, por ahora. Pareciera que al régimen ya
le faltan países fronterizos para crear tiranteces. En su crítica al régimen la
oposición ha denunciado de manera general los objetivos infames en razón de los
cuales el gobierno de Maduro ha promovido los enfrentamientos con los países
vecinos; vale la pena detenerse en ellos para apreciar que, a pesar de lucir
similares, estos objetivos son múltiples y diferentes aunque todos igualmente
perversos. Cuando menos se pueden identificar cinco propósitos en las amenazas
de conflictos con otros países.
El primero y más general es distraer la opinión pública de los más
graves problemas que el país padece. La inflación o la inseguridad pueden ser
muy graves, pero más grave aún es la posibilidad de una guerra; dos, justificar
cualquier penuria económica existente y su posible acentuación por las
exigencias que impone siempre la defensa de la patria; tres, generar apoyo
político para el régimen frente a una amenaza externa; cuatro, servir de
coartada para eventualmente declarar un estado de emergencia y suspender total
o parcialmente las próximas elecciones; y cinco, poder justificar nuevos
negocios de armamentos en un momento de graves carencias económicas.
Sin embargo, las jugadas con conflictos fronterizos están llenas de
riesgos para el régimen. Uno de esos riesgos es que las tensiones asociadas a
esos conflictos pudieran alterar significativamente la situación interna de la
fuerza armada venezolana que al igual que el resto de las instituciones del
país, ha sido severamente degradada por el régimen. Otro riesgo es que las
tensiones devengan en un conflicto armado, en cuyo caso nadie puede saber cuál
será su suerte, menos aún la de un gobierno que ya se ha mostrado tan incapaz
en tiempos de paz.
Por lo pronto resulta claro que cuando se trata de mantener el poder,
el régimen venezolano no tiene fronteras de ningún tipo: éticas,
institucionales, ideológicas o religiosas. En su perversa enfermedad y
necesidad de poder, el régimen no tiene fronteras. La única frontera que puede
encontrarse es aquella que le oponga el país democrático, movilizado y
organizado. En ese sentido la cita del próximo 6 de diciembre, la ruta que nos
conduce allá y las acciones una vez lograda la mayoría en la Asamblea Nacional,
son clave.
Las fuerzas democráticas actuando en forma unitaria, con inteligencia y
coraje, serán una frontera infranqueable para el régimen.
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