Por Henrique Capriles
Ya cumple un mes el inicio
de la escalada “aislacionista” con la que el gobierno pretendió distraer la
atención de los venezolanos sobre la galopante inflación, la falta de comida y
medicamentos, la violencia e inseguridad, y la corrupción de esa cúpula que
raspa apresuradamente la mesada en dólares que, cual salvavidas, le lanza China
a cambio de la entrega de los recursos mineros del país y quién sabe cuántos
otros compromisos asumidos a espaldas de los venezolanos.
Se impone el balance de los
resultados, a un mes del cierre de la frontera con Colombia por Ureña y San
Antonio del Táchira, donde presuntamente tenía su puesto de comando la
plana mayor de los paramilitares que mandan a asesinar a diestra y siniestra en
los barrios de Caracas, Ciudad Bolívar o Puerto La Cruz, así como los generales
de la guerra económica contra Venezuela y cuyo desmantelamiento, según
prometían, devolvería a los anaqueles los alimentos que se fugaban del país por
las trochas y demás caminos verdes,
De anteojitos están las
preguntas… ¿Llegaron la comida y los medicamentos que necesita nuestra
gente? ¿Bajó la inflación? ¿Las industrias prendieron sus motores? ¿Finalmente
fue pulverizado el dólar paralelo? ¿Se acabaron las colas? ¿Disminuyeron los
asesinatos en Caracas y otras ciudades del país? ¿Te sientes más seguro cuando
caminas por las calles?
¡Por supuesto que no! Por el
contrario, en apenas un mes, todos estos problemas aumentaron y continuarán
creciendo en la medida que este gobierno siga evadiendo su responsabilidad y
pretenda echarnos tierrita en los ojos con supuestos enemigos a quienes culpar
ante el fracaso del supuesto socialismo del siglo XXI, de la piratería de su
equipo y de la mega torta que han puesto como gobernantes.
Para cualquier venezolano,
incluso para aquellos que todavía se dicen seguidores del gobierno, es evidente
que la intención de todos los conflictos, internos y con los países vecinos,
que este año hemos soportado uno tras otro, no es otra que intentar tapar
la gravísima crisis económica producto del decadente modelo, apenas “exitoso”
en las cuentas bancarias que engordaron a la sombra de la revolución, mientras
dejaban al país desprotegido.
A Táchira se le sumaron
Zulia y Apure. Lo que falta es que pongan nuevas cercas con alambre de púas en
la franja terrestre limítrofe con Brasil, al sur del país.
Cada día se cierran más las
fronteras, por tierra y aire, lo que nos quedaba es el mar de la felicidad,
pero ya por mar, en Falcón, también se ordenaron “medidas especiales” en la
zona costera, con el pretexto de evitar el contrabando de productos de primera
necesidad.
La pregunta que cabe es
¿esto es una estrategia política por el miedo que tienen a medirse en las
elecciones? ¿Están garantizados los derechos de los votantes en esos
municipios? Unos 485.801 venezolanos que tienen derecho a elegir a sus
diputados a la Asamblea Nacional.
De nada les servirá. Podrán
levantar muros, todos los que se les antoje, pero no podrán torcer la decisión
mayoritaria de los venezolanos, que saben que es necesario un cambio
estructural en el país y están absolutamente convencidos que ese cambio
comenzará con la victoria de la unidad en las elecciones parlamentarias para la
renovación de la Asamblea Nacional, convertida hoy en un órgano atrofiado,
incapaz de velar por otra cosa que no sea beneficiarse con las marramucias de
Miraflores y darle garrotazos a quienes disientan de ese fiasco que es el
gobierno del dúo Nicolás-Cabello.
No somos una isla, señores,
aunque ustedes pretendan convertirnos en tal. Pueden quemarse las neuronas
inventando nuevos shows, pero ya ningún venezolano cree en su gobierno de
historias noveladas de televisión. Qué mejor ejemplo que el show que hicieron
desde Miraflores para anunciar las Regiones de Desarrollo Integral (REDI), que
impulsarían el desarrollo del país, que eliminaron el jueves en el mayor
silencio para que nadie se diera cuenta.
Mientras ustedes pretenden
pintar un país a la medida de su conveniencia, el verdadero país, el de los
venezolanos trabajadores y honestos, les dice ¡basta! Mientras le echan
candela a la frontera, marcan y derriban las casas de quienes fueron cedulados
apresuradamente para que votasen a su favor en elecciones pasadas, miles de
padres y madres venezolanas buscan cómo comprar los útiles escolares para sus
hijos, como llevar alimento a su mesa y medicinas a sus abuelos; mientras
ustedes juran por siete cruces que son amantes de la paz y un derroche de
respeto por los derechos humanos, cientos de madres, esposas e hijos lloran por
el asesinato de sus seres queridos o la matanza de sus familiares en esos
antros de agravio a la condición humana que son las cárceles en nuestro país;
mientras el sistema judicial que ustedes tienen arrodillado con el nombramiento
provisorio de los jueces se ceba contra nuestros compañeros presos de
conciencia, y se hace de la vista gorda ante vergonzosos hechos de corrupción,
los asesinos de miles de venezolanos se pasean por las calles con total
impunidad.
La cúpula que tomó por
asalto a nuestra Venezuela, que la robó, que la ultrajó, que la mancilló, está
de espaldas a las necesidades del pueblo. Son dos países distintos. Los
venezolanos claman por medicinas y comida, y el gobierno hace negocios con la
compra de armas a Rusia. Los venezolanos hacen colas por varias horas para
llevarse dos rollitos de papel higiénico, y Nicolás paga millonarios avisos en
periódicos del aborrecido imperio para hacer propaganda de sus supuestos
logros. Mientras el campo venezolano está exhausto, sin una locha para sembrar,
Nicolás les abre las puertas a los agricultores vietnamitas. Las industrias
caen una tras otras por falta de divisas para atender sus procesos productivos,
y Nicolás firma convenios con sauditas, iraníes, chinos y cuanto industrial se
le atraviese, siempre y cuando estén bien lejos de Venezuela. Se cierra la
frontera con Colombia, proveedor seguro y cercano de alimentos que aquí no
tenemos, para acordar importaciones millonarias con otras naciones, que dejan
en manos de los intermediarios jugosas comisiones.
Nuestras mujeres y hombres,
nuestros jóvenes quieren tener un futuro en su patria, claman por un gobierno
que procure las condiciones de salud, empleo, educación que constitucionalmente
está obligado a garantizar; quieren un gobierno con gente honesta y
capacitada, y están decididos.
Todos los días se suman más
y más voluntades a la tarea de impulsar el cambio hacia un país con
oportunidades de progreso. Los venezolanos tenemos que creer en nuestro país.
Los venezolanos tenemos que creer en nosotros mismos, tenemos que creer en la
fuerza que tenemos para lograr los cambios que necesitamos. Si creemos en
nuestra fuerza no podrán torcer esa voluntad de cambio que vamos a expresar el
próximo 6 de diciembre. ¡Dios bendiga a nuestra Venezuela!
20-09-15
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