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lunes, 21 de septiembre de 2015

Porque nos duele Venezuela, hay que creer… por @hcapriles


Por Henrique Capriles


Ya cumple un mes el inicio de la escalada “aislacionista” con la que el gobierno pretendió distraer la atención de los venezolanos sobre la galopante inflación, la falta de comida y medicamentos, la violencia e inseguridad, y la corrupción de esa cúpula que raspa apresuradamente la mesada en dólares que, cual salvavidas, le lanza China a cambio de la entrega de los recursos mineros del país y quién sabe cuántos otros compromisos asumidos a espaldas de los venezolanos.


Se impone el balance de los resultados, a un mes del cierre de la frontera con Colombia por Ureña y San Antonio del Táchira,  donde presuntamente tenía su puesto de comando la plana mayor de los paramilitares que mandan a asesinar a diestra y siniestra en los barrios de Caracas, Ciudad Bolívar o Puerto La Cruz, así como los generales de la guerra económica contra Venezuela y cuyo desmantelamiento, según prometían, devolvería a los anaqueles los alimentos que se fugaban del país por las trochas y demás caminos verdes,

De anteojitos están las preguntas…  ¿Llegaron la comida y los medicamentos que necesita nuestra gente? ¿Bajó la inflación? ¿Las industrias prendieron sus motores? ¿Finalmente fue pulverizado el dólar paralelo? ¿Se acabaron las colas? ¿Disminuyeron los asesinatos en Caracas y otras ciudades del país? ¿Te sientes más seguro cuando caminas por las calles?

¡Por supuesto que no! Por el contrario, en apenas un mes, todos estos problemas aumentaron y continuarán creciendo en la medida que este gobierno siga evadiendo su responsabilidad y pretenda echarnos tierrita en los ojos con supuestos enemigos a quienes culpar ante el fracaso del supuesto socialismo del siglo XXI, de la piratería de su equipo y de la mega torta que han puesto como gobernantes.

Para cualquier venezolano, incluso para aquellos que todavía se dicen seguidores del gobierno, es evidente que la intención de todos los conflictos, internos y con los países vecinos, que este año hemos soportado uno tras otro, no  es otra que intentar tapar la gravísima crisis económica producto del decadente modelo, apenas “exitoso” en las cuentas bancarias que engordaron a la sombra de la revolución, mientras dejaban al país desprotegido.

A Táchira se le sumaron Zulia y Apure. Lo que falta es que pongan nuevas cercas con alambre de púas en la franja terrestre limítrofe con Brasil, al sur del país.

Cada día se cierran más las fronteras, por tierra y aire, lo que nos quedaba es el mar de la felicidad, pero ya por mar, en Falcón, también se ordenaron “medidas especiales” en la zona costera, con el pretexto de evitar el contrabando de productos de primera necesidad.

La pregunta que cabe es ¿esto es una estrategia política por el miedo que tienen a medirse en las elecciones? ¿Están garantizados los derechos de los votantes en esos municipios? Unos 485.801 venezolanos que tienen derecho a elegir a sus diputados a la Asamblea Nacional.

De nada les servirá. Podrán levantar muros, todos los que se les antoje, pero no podrán torcer la decisión mayoritaria de los venezolanos, que saben que es necesario un cambio estructural en el país y están absolutamente convencidos que ese cambio comenzará con la victoria de la unidad en las elecciones parlamentarias para la renovación de la Asamblea Nacional, convertida hoy en un órgano atrofiado, incapaz de velar por otra cosa que no sea beneficiarse con las marramucias de Miraflores y darle garrotazos a quienes disientan de ese fiasco que es el gobierno del dúo Nicolás-Cabello.

No somos una isla, señores, aunque ustedes pretendan convertirnos en tal. Pueden quemarse las neuronas inventando nuevos shows, pero ya ningún venezolano cree en su gobierno de historias noveladas de televisión. Qué mejor ejemplo que el show que hicieron desde Miraflores para anunciar las Regiones de Desarrollo Integral (REDI), que impulsarían el desarrollo del país, que eliminaron el jueves en el mayor silencio para que nadie se diera cuenta.

Mientras ustedes pretenden pintar un país a la medida de su conveniencia, el verdadero país, el de los venezolanos trabajadores y honestos, les dice ¡basta!  Mientras le echan candela a la frontera, marcan y derriban las casas de quienes fueron cedulados apresuradamente para que votasen a su favor en elecciones pasadas, miles de padres y madres venezolanas buscan cómo comprar los útiles escolares para sus hijos, como llevar alimento a su mesa y medicinas a sus abuelos; mientras ustedes juran por siete cruces que son amantes de la paz y un derroche de respeto por los derechos humanos, cientos de madres, esposas e hijos lloran por el asesinato de sus seres queridos o la matanza de sus familiares en esos antros de agravio a la condición humana que son las cárceles en nuestro país; mientras el sistema judicial que ustedes tienen arrodillado con el nombramiento provisorio de los jueces se ceba contra nuestros compañeros presos de conciencia, y se hace de la vista gorda ante vergonzosos hechos de corrupción, los asesinos de miles de venezolanos se pasean por las calles con total impunidad.

La cúpula que tomó por asalto a nuestra Venezuela, que la robó, que la ultrajó, que la mancilló, está de espaldas a las necesidades del pueblo. Son dos países distintos. Los  venezolanos claman por medicinas y comida, y el gobierno hace negocios con la compra de armas a Rusia. Los venezolanos hacen colas por varias horas para llevarse dos rollitos de papel higiénico, y Nicolás paga millonarios avisos en periódicos del aborrecido imperio para hacer propaganda de sus supuestos logros. Mientras el campo venezolano está exhausto, sin una locha para sembrar, Nicolás les abre las puertas a los agricultores vietnamitas. Las industrias caen una tras otras por falta de divisas para atender sus procesos productivos, y Nicolás firma convenios con sauditas, iraníes, chinos y cuanto industrial se le atraviese, siempre y cuando estén bien lejos de Venezuela. Se cierra la frontera con Colombia, proveedor seguro y cercano de alimentos que aquí no tenemos, para acordar importaciones millonarias con otras naciones, que dejan en manos de los intermediarios jugosas comisiones.

Nuestras mujeres y hombres, nuestros jóvenes quieren tener un futuro en su patria, claman por un gobierno que procure las condiciones de salud, empleo, educación que constitucionalmente está obligado a garantizar; quieren un  gobierno con gente honesta y capacitada, y están decididos.

Todos los días se suman más y más voluntades a la tarea de impulsar el cambio hacia un país con oportunidades de progreso. Los venezolanos tenemos que creer en nuestro país. Los venezolanos tenemos que creer en nosotros mismos, tenemos que creer en la fuerza que tenemos para lograr los cambios que necesitamos. Si creemos en nuestra fuerza no podrán torcer esa voluntad de cambio que vamos a expresar el próximo 6 de diciembre. ¡Dios bendiga a nuestra Venezuela!

20-09-15




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