Por Ángel Oropeza
En política sólo triunfa
quien pone la vela donde sopla el aire; jamás quien pretende que sople el aire
donde pone la vela.
Antonio Machado
Todo buen asesor comienza su
trabajo con lo más básico, que es identificar las debilidades y fortalezas de
su cliente. Supongamos por un momento que usted ha sido contratado para formar
parte del muy bien pagado grupo de asesores del señor Maduro. ¿Qué le diría a
su angustiado cliente?
Lo primero es revisar los
activos. ¿Dónde es fuerte el señor Maduro? ¿En lo económico? Ciertamente, y
mucho. El suyo es un gobierno multimillonario sentado sobre un país en crisis
humanitaria. ¿En lo institucional? Pues sí, dado que controla a placer 5 de los
6 poderes del Estado. ¿En lo mediático? También, al punto que si quiere lanzar
la mentira del día o amenazar a alguien, le basta con encadenar toda la red
radioeléctrica del país. ¿En capacidad de represión? Sin duda, ya que a su
conocida indolencia se le suma el control de al menos una parte de la Fuerza
Armada y de los aparatos represivos del Estado. Si éstas son sus fortalezas,
¿dónde están entonces sus debilidades?
Las principales debilidades
son tres. Las dos primeras son su imagen internacional, muy deteriorada y con
cada vez mayor dificultad para conseguir apoyo y comprensión de otros países, y
las inmensas fracturas internas que sufre hoy el oficialismo. Pero la tercera
debilidad es la mayor y más preocupante: su muy precaria base de apoyo popular
y electoral, al punto que Maduro, cada vez más solo y rechazado, perdería de
manera abierta cualquier elección que se convocase hoy en Venezuela.
Dada esta correlación entre
fortalezas y debilidades, lo lógico es que los asesores instruyan a Maduro para
que huya despavorido de cualquier escenario que contemple enfrentarse en el
terreno electoral. ¿Qué debe hacer entonces? Pues imponer al CNE que
obstaculice y prorrogue al máximo los pasos para el Referendo Revocatorio,
ordenar al TSJ para que tranque todas las salidas pacíficas a la crisis, y
exasperar a la población con la agudización intencional de sus problemas. ¿Qué
persigue con todo esto?
Por una parte, apostar a la
postergación de lo que más teme, que es al referendo revocatorio. Pero, por la
otra, intentarprecipitar la crisis para intentar capitalizarla a su favor,
provocando o una respuesta equivocada de sectores opositores o una reacción
popular de tal magnitud y rabia que le dé la excusa para reprimir e intentar
hacerse de mayores cuotas de poder. Si le va bien en la jugada, tendría un
pretexto de legitimación para aplicar con mayor reciedumbre su radicalismo e
intimidación. Si le va mal, y la situación lo desborda, se colocaría como el
principal agredido y, se intentaría colocar como la primera opción de un
eventual retorno al poder. Una estrategia que implica jugar con la paz del país
sólo para cuidar un puesto.
Enfrentar esta estrategia
supone inteligencia, perseverancia, y sobre todo no errar el objetivo. Ello
pasa, por ejemplo, por no prestarse al juego del gobierno y caer en la
estupidez de torpedear la necesaria unidad de los factores de oposición. La
mejor forma de ayudar hoy a Maduro es sumarse al coro de algunos “opositores”,
siempre tan útiles al gobierno, aquellos que admiraban el “radicalismo” de
Escarrá, de Ricardo Sánchez o de William Ojeda, y que gritan otra vez que la
MUD es “colaboracionista” por insistir en luchar contra el gobierno justo allí
donde éste es más débil, que aquí no hay salida electoral, y que hay que
olvidarse de dar la pelea en el único terreno al que el gobierno le tiene
pavor.
Es difícil imaginarse una
mejor forma de ayudar a un régimen en fase terminal que enfilando las baterías
no contra él, sino contra quienes han sido exitosos en la estrategia de
cercarlo, arrinconarlo, quitarle pueblo y obligarle a agotar sus últimas cartas
de represión y amenaza, a punta de organización popular y avance electoral, que
es la única estrategia que funciona. La única que, como dice Machado, pone la
vela donde sopla el aire.
31-05-16
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