Por Ismael Pérez Virgil, 27/05/2016
A pesar de la grave crisis que confrontamos, de la hiperinflación, el
desabastecimiento, la inseguridad, los racionamientos de agua y luz, hay tareas
que no se pueden soslayar o dejar de lado pues son también imprescindibles para
el futuro. Los problemas actuales mencionados hay que atacarlos con propuestas
concretas y en este momento, con un claro programa de “agitación”. Pero no se
debe dejar de lado la reflexión acerca de tareas que son urgentes para un
futuro, que se nos hará presente muy pronto.
Las marchas de principio del siglo XXI, los cacerolazos, las
manifestaciones, las protestas cívicas y originales abrieron una brecha en
estos monolíticos 17 años. Eso no iba a “tumbar” al gobierno y mucho menos,
como dijo un cronista: “Una oposición inspirada en la Madre Teresa, que pide a
los manifestantes respetar las luces de los semáforos…” (Fausto Maso, El
Nacional 16/03/2002. Pag. D2), es cierto, pero tampoco trancando las
calles y el tráfico, años después, se logró mucho en cuanto a acorralar al Gobierno
de manera definitiva.
La famosa “calle”, por buena parte del país, no se convirtió en la
“agitación política” que sus proponentes pensaban, ni puso a dudar las
instituciones chavistas (antigua AN, TSJ, Fiscalía, etc.), acerca de que a lo
mejor había llegado el momento de “saltar la talanquera” o ser permeables a una
salida de la situación del momento. Si lo que de verdad se quería era una
salida institucional, lo ocurrido no pudo convertirse en eso porque,
reconozcámoslo, no había ninguna organización política detrás, con
credibilidad, con un programa de largo plazo y con un planteamiento de futuro
bien definido.
La sociedad civil a principios de siglo hizo el trabajo de desgaste, de
resistencia, mostró la posibilidad, pero por diseño organizacional, no está
para la tarea final, eso le corresponde a los partidos políticos; pero por lo
que se ve varios de ellos, afortunadamente no todos, aun están en un proceso
interno de reestructuración. No sería tolerable que de allí surgiera una
especie de renovación “lampedusiana”: “cambiar” para que todo quede igual,
mostrando los mismos rostros, las mismas conductas y las mismas ideas negándose
así a ser participantes activos del inminente protagonismo que les corresponde
en el proceso de transformación de la sociedad venezolana.
Debemos concluir que aunque la solución esté más próxima, el proceso
está en pleno desarrollo y la salida del régimen no se va a producir por buenos
deseos, por aburrimiento, por resultados de encuestas o por magia. El deterioro
de la situación económica que sufrimos y que se irá agravando nos aproximara a
las condiciones para la salida de Maduro de la Presidencia, a través del
Referendo Revocatorio, como condición sine qua non para salir de la crisis.
Pero esa salida hay que trabajarla políticamente y sobre todo preparar lo que
vendrá después.
En ese sentido creo que son tres los frentes que debemos acometer
simultáneamente: la sociedad civil, los partidos políticos y las relaciones
externas. Quiero dedicarme a examinar el primero de ellos, en el que estoy
involucrado.
La sociedad civil (SC) debe continuar su labor de zapa; pero midiéndose en
áreas en donde pueda obtener un mayor consenso y apoyo, éxitos y resultados,
con metas medibles y continuar sin desmayo en la tarea cotidiana de denuncia,
vigilancia y agitación, sin descuidar sus propias actividades, que son las que
le dan aval a su actuación ante la población. Olvidarse de eso es olvidar la
lección que recibimos hace ya varios años, cuando la elección de la Asamblea
Constituyente, que se derrumbó el mito de la sociedad civil, o de las ONG y su
supuesta capacidad de movilización política y electoral.
Somos buenos y eficientes en las cosas que hacemos por la comunidad,
como Sociedad Civil, o como ONGs, pero eso no es trasladable a la acción política,
y si no fue convertible en organización para la movilización electoral y para
obtener votos, mucho menos lo será para enfrentar Gobiernos.
Para la acción cotidiana, la ventaja de la sociedad civil es que es más
manejable que un partido, puede actuar con menos recursos, no saca al individuo
de sus medio sino que utiliza su talento allí donde lo tiene y puede ser más
útil; ofrece mayor variedad de opciones a los ciudadanos y esta más dispuesta a
actuar con el tiempo que cada cual pueda aportar o está dispuesto a aportar.
En este momento la SC debe asumir:
1) Una tarea de férrea denuncia de la actuación los poderes del Estado
que están haciendo nulo el derecho al voto de los venezolanos y están anulando
la institución que constitucionalmente es la representación del pueblo, la
Asamblea Nacional. Es decir, las organizaciones de la SC y los ciudadanos debemos
volcarnos a denunciar –con nombre y apellido de sus integrantes– la tarea
obstruccionista del CNE con relación al referendo revocatorio y la tarea inconstitucional
del ilegitimo TSJ en contra de la AN y los derechos sociales, políticos y
económicos de los venezolanos, al obstruir todas las leyes que se aprueban por
dicha Asamblea
2) En esa tarea cotidiana la SC debe ayudar a que se produzca el salto
de conciencia de que salir de un régimen como el actual, con todos sus poderes
cómplices y vasallos, es una tarea política y es preciso politizar al ciudadano
para que no deje ese terreno solo en manos de los políticos, como si no fuera
una parte esencial de su vida, sobre la que debe tener las riendas y ejercer
control. Por eso creo que su papel, dado que no tiene el impulso o el deseo del
“poder” político para ejercerlo de manera personal, es participar activamente
en la denuncia y estar debidamente preparada y entrenada para lo que vendrá
después, cuando se ejerza el poder de manera democrática.
3) He dicho en otros momentos que la tarea política de la SC es
también ayudar a fortalecer partidos y sindicatos y ayudar a evitar que, en el
nuevo Gobierno, retrocedan a situaciones de inamovilidad política como las que
tuvimos en los periodos anteriores. Por eso hablé también de la necesidad de un
nuevo pacto político y social –al que me referiré en los próximos días– para
salir de esta situación, pero para evitar también retrocesos que nos conduzcan
de nuevo al punto en que nos encontramos ahora.
Debemos estar conscientes de que si el salto modernizador hacia la
plena democratización se produce por el auge de la sociedad civil, seriamos el
único caso en la historia de la humanidad. No se descarta, pero creo que la
modernización de la democracia pasa más bien por el auge de las organizaciones
políticas y el fortalecimiento de las instituciones. Es el liderazgo político
lo que produce ese salto modernizador y a eso debemos ayudar.
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