Luis Ugalde 23 de mayo de 2016
La
Presidencia de la Conferencia Episcopal en mensaje reciente, invita a cada
venezolano a sacar lo mejor de sí, a construir puentes y cruzar alambradas de
desconocimiento y odio. La vía política para el encuentro nacional está llena
de barricadas y sembrada de minas que matan a quien se atreva a cruzarlas para
dar la mano al que está al otro lado. Ahora todos vivimos mal y la miseria es
creciente; excepto los pocos que, saqueando al país, se hicieron millonarios en
dólares.
En
este documento episcopal la Iglesia nos pone ante los ojos el ejemplo de Jesús
con los necesitados y nos invita a “atender a quienes en nuestro país están
sufriendo por las graves carencias de alimentos y medicinas, la violencia y la
inseguridad”, y reafirmar “con gestos concretos la solidaridad entre todos como
hermanos”.
En
circunstancias normales nos limitamos a exigir a los políticos de diverso signo
que colaboren y lleguen a acuerdos fundamentales para que Venezuela pueda
seguir viviendo. También exigimos que el Gobierno se abra al juego democrático
y libere a la Constitución secuestrada. Eso está bien. Pero en grandes
emergencias como la actual todos tenemos que salir de nuestra casa al encuentro
del otro; no solo los políticos. Cuando la “Tragedia de Vargas” la gente salió
corriendo a aportar, a organizarse para el rescate de vidas y la alimentación
en los refugios. No esperamos a que los políticos nos encabezaran, ni hicimos
cálculos que separan a los “míos” de los “otros”. Las desgracias exigen
milagros humanos y producen transformaciones
que cambian la vida y la comodidad cotidiana.
La
Iglesia, recogiendo el sentimiento de los venezolanos en esta catástrofe mayor,
nos llama a salir a ayudarnos en solidaridad, venciendo “la violencia, la
resignación y la desesperanza”. Convertirnos en “sujetos conscientes de nuestra
propia y calamitosa realidad”. Pacíficos sí, pero activados para “actuar como
protagonistas de las transformaciones de nuestra historia y nuestra cultura”.
Hay que rezar, pero no basta rezar. “¡El Evangelio nos reclama eficacia!”.
Todos,
movilizados y organizados, tenemos que
hacer mañana lo que todavía no estamos haciendo hoy. “Los dirigentes políticos,
sociales, empresariales, gremiales y religiosos estamos llamados a dar
testimonio tangible de responsabilidad y de compromiso de amor a nuestra
patria”. Este es un clamor nacional apartidista y como tal requiere apertura de
las autoridades. “El Gobierno debe favorecer
todas las formas de ayuda a los ciudadanos. Es apremiante la autorización
a instituciones privadas del país, como Cáritas y otros programas de diferentes
confesiones religiosas, que no nos metemos en la diatriba política, sino que servimos
directamente a los más necesitados, para que podamos traer alimentos, medicinas
y otros insumos necesarios, provenientes de ayudas nacionales o internacionales
y organizar redes de distribución a fin de satisfacer las urgentes necesidades
de la gente”. Millones de venezolanos movilizados con solidaridad para
compartir lo que podamos. Esto requiere organización, mucha organización,
semáforos verdes de parte del Gobierno, y conciencia para no degradar el amor y
la solidaridad en pequeñas jugarretas politiqueras interesadas. Esperamos que
prevalezca la sensatez y la generosidad y se active todo esto cuanto antes.
Desde
luego, eso no sustituye a las grandes
tareas de desbloqueo y de cambio político civilizado. “Los poderes públicos
deben respetarse entre sí y articularse a favor de la nación. Lo contrario, el
irrespeto y la permanente confrontación entre ellos, va en detrimento de la
posibilidad real de solucionar los problemas que nos afectan a todos.
Concretamente, el Poder Ejecutivo y la Asamblea Nacional, a más de respetarse y
actuar según su respectiva autonomía, reconociendo el papel que a cada uno les
corresponde, están llamados a dar al pueblo ejemplo de “encuentro y diálogo” a
favor de la convivencia nacional” y “buscar, de manera conjunta, soluciones que
el pueblo reclama, a problemas de vital importancia”.
El
reto y la llamada a la conciencia están servidos y a quien no responda, Dios y la Patria le
pedirán cuentas.
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