Por Simón García
¿En donde está el gobierno?
Se puede descubrir su extravío con una confesión de Maduro. El jueves 19 de
mayo dijo que no soportaría más la indisciplina, la inacción y la burocracia,
tres de las varias anclas que están hundiendo al gobierno y al PSUV. Podría
haber agregado la corrupción, la hibridación gobierno/delincuencia, el
fracaso de su gestión, del modelo importado de Cuba o el calvario que le impone
a la población.
El presidente llama
indisciplina a los desacuerdos que en su partido ya son difíciles de contener.
Ni siquiera allí hay quien comprenda por qué el referendo revocatorio es
presentado como un golpe de Estado. Una parte de los millones de venezolanos
que lo exigen son todavía militantes oficialistas y saben que quienes desean
una solución a través de los votos no pueden ser calificados de golpistas. Es
una sucia mentira.
La burocratización es uno de
los vicios gubernamentales más dañinos para la sociedad: trámites, paso de
alcabalas, sellos, firmas, taquillas, permisos, licencias constituyen un
laberinto de obstáculos para los ciudadanos. Las palabras mágicas para
salir más pronto de ellos son bajarse de la mula o tener una palanca de
titanio.
La burocratización tiene
también dos aspectos terribles que forman parte de la naturaleza de este
régimen: la judicialización de la política que prohíbe todo disenso y lo
convierte en un delito. La persecución de sus opositores, la discrecionalidad
en el ejercicio de los derechos y la restricción de la democracia mediante
criterios administrativos. El régimen coloca al burócrata por encima de la Ley
y al Estado por encima de la sociedad.
Venezuela es un paraíso
burocrático donde el ejecutivo legisla para anular el voto de censura a los
ministros o para evitar el control parlamentario sobre el manejo del
presupuesto; el partido decide quien va o no va a recibir una bolsa de comida,
induce a tu vecino a sapear o la ideología desvirtúa peligrosamente el papel de
la Fuerza Armada. La burocratización es el pisoteo del ciudadano.
Respecto a la inacción, cuyo
primer lugar lo gana el presidente, sólo hay que ver el aumento de las colas;
los niños y pacientes que comienzan a morir por falta de un medicamento o de
una operación. Frente a la crisis el gobierno ha decidido no hacer nada. La
criminal negativa a permitir ayuda internacional en medicamentos demuestra que
también decidió impedir que otros hagan.
El presidente no tiene
credibilidad. Se le siguen bajando figuras del autobús. El presidente está
devastando al país y condenando al pueblo a la sobrevivencia. Se burla de la
Constitución cuando declara que respetará la decisión del CNE si ordena
realizar el referendo en julio o noviembre de 2017. El y su cúpula unen el
cinismo a la mentira en un discurso reaccionario, sin ideas, ideales, ni
dignidad. No son de izquierda sino de dólares.
En la gente está surgiendo
una coincidencia entre quienes conformaron dos polos rivales y dos visiones
opuestas de país. Unos y otros señalan que el referendo es un derecho y que el
CNE no puede desaplicar, con más trabas, la Constitución. Para la base popular
del chavismo, negar el referendo es enterrar las motivaciones de justicia del
chavismo de a pie.
Maduro es el motor de la
crisis y está poniendo sacos de sal sobre la herida y los sufrimientos
colectivos. Hay que sacarlo. Le urge al país y aunque luzca paradójico, le
conviene al PSUV. El problema no es entre el gobierno y la MUD. Es de
todos.
Esa coincidencia plural es
la base para construir, desde abajo, un entendimiento nacional por la paz, la
democracia, la justicia social y un bienestar producto del trabajo y la
capacidad para producir libremente.
26-05-16
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