Miguel Méndez Rodulfo 26 de mayo de 2016
Maduro
es el principal saboteador de su propio gobierno, pero parece que él no lo
sabe. Cegado por una venda ideológica, es incapaz de ver su entorno y percibir
las secuelas que deja el régimen en el cuerpo social del país. En Venezuela hay
una crisis de hambruna, algo imposible de pensar hace sólo unos años, cuando
todo apuntaba al derrumbe, pero no se vislumbraba lo bajo que podíamos llegar.
Si usted recorre la Av. Baralt de Caracas, se encontrará cada tantas cuadras un
comercio de chinos; en esos negocios se hacen larguísimas colas, de más de mil
personas hacia un lado, pero también hacia el otro. Aquella aglomeración de
personas semeja un mitin político, con masas que deambulan y gente que se asa
al sol. El ambiente está cargado de tensión por la incertidumbre de no saber
qué se va a comprar y por desconocer si alcanzarán los productos para cuando
toque el turno; de esta manera los guardias nacionales hacen malabares para
resguardar el orden. Bueno, esas colas son pacíficas hasta ahora cuando al
menos hay un cierto abastecimiento de productos, pero todos sabemos que éste va
a seguir languideciendo; entonces cuando la gente no pueda adquirir las
cantidades que hoy compra, o no pueda pagar los precios de una inflación de
2.000%, habrá una revuelta popular. Eso está cantado y sucederá más pronto que
tarde.
Ahora
bien, algunas cosas buenas podemos sacar de esta tremenda crisis, como
oposición. Una de ellas es que ya no hay que explicar el concepto de inflación;
ya no es que este concepto no le entra en la mente al pueblo porque ya le entró
por el estómago. Diríamos que el pasticho místico - religioso de la devoción
por el sabanetero que anidaba en el alma de los sectores populares, hizo corto
circuito en la barriga de los pobres. Lo otro es que los sectores “D” y “E”, en
su gran mayoría, entendieron que dejar al régimen gobernando significaría que
cada vez estaríamos peor y nunca llegaríamos a salir de este gran atolladero.
La gente no es tonta y por fin comprendió que “regalado” al final termina
costando un ojo de la cara, de manera que es necesario tomarse un purgante para
poder curarse. Así el pueblo está claro que habrá que tomar medidas duras que
continuarán con la crisis por un período no muy corto, para comenzar a salir
del foso y recomponer la economía. La gente está dispuesta a hacer este
sacrificio porque entiende que es el único camino para revertir este desastre,
pero hay que hablarle claro del desierto que hay que atravesar y no formular
promesas demagógicas de un milagro al día siguiente que este régimen salga.
Los
políticos deben hablar claro del sacrificio que se pide, pero deben, sobre
todo, exponer claramente las propuestas que existen, sector por sector, porque
para salir de crisis la economía es uno de tantos. Se debe detallar como
recuperaremos el sector eléctrico, el de agua potable y saneamiento, el de
hidrocarburos, el de desarrollo urbano y vivienda, la salud, la educación, la
economía, etc. La gente quiere creer, pero necesita que sus líderes sean claros
y contundentes, que sus propuestas sean profundas y no que sientan que les
están recitando un eslogan. Una cosa muy importante que hay que hacer, es
lograr la creación de una red de interrelaciones entre los partidos y los
sectores populares para encauzar el descontento de los pobres e impedir, o por
lo menos ordenar, el caos.
Aunque
los expertos del área agroalimentaria nos vienen diciendo que tomará años
restituir los canales de abastecimiento y comercialización, y yo comparto esa
tesis, el Vicepresidente de Alimentos de Polar, piensa que esto no tomará tanto
tiempo. Igual el grupo Ricardo Zuluaga, cree que normalizar el servicio
eléctrico nacional podría tomar alrededor de dos años. Ojalá estas buenas
noticias se conviertan en hechos, con lo cual el país se reconstruirá más
rápido.
Caracas
26 de Mayo de 2016
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