Por Omar Lugo
Números y datos implacables
explican por qué hay que pasar varias horas bajo lluvia o sol en largas colas
para comprar productos regulados, o por qué hay que dejar la quincena hasta el
pellejo en el mercado negro para reunir algunos pocos bienes. La peor noticia:
ese desabastecimiento va a empeorar.
El principal problema
económico para la familia venezolana hoy es encontrar alimentos y otros
productos básicos, especialmente a precios regulados, que puedan ser comprados
con los magros salarios de quienes tienen trabajo. Los que juntan un poco más
de ingreso, acuden al mercado negro, ese próspero negocio que florece cuando
las economías colapsan en medio de controles imposibles y represión a la
iniciativa privada.
Las largas colas que fuerzan
la barra y la paciencia cada día de la gente se han vuelto como una enfermedad
crónica, un tumor a flor de piel con el cual cuesta vivir.
Uno de los principales
asuntos en torno a la escasez es la falta de expectativas positivas. En efecto,
hay pocas razones para creer que en los próximos meses mejorará el
abastecimiento de los bienes esenciales, muchas menos para creer que se
detendrá esa espiral inflacionaria en la que los precios no paran de crecer.
Hay razones de fondo por las
cuales se sabe que no sólo se mantendrá la escasez, sino que aumentará: las dos
fuentes de oferta para el mercado interno están por el suelo, tanto las
importaciones como la producción interna.
Cifras de gremios
industriales como Conindustria y Fedecámaras indican que el sector
manufacturero trabaja al 42% de su capacidad instalada y por estos días ocho de
cada 10 líneas de producción en las fábricas están paralizadas por falta de
dólares para comprar materias primas, insumos o componer maquinarias dañadas.
Falto de ingresos, el
gobierno no tiene dólares que vender al sector privado, ni siquiera para pagar
directamente a través del Banco Central las deudas acumuladas con proveedores
internacionales. Y a esa gente, si no se le paga no envía más cargamentos.
El propio ministro de
Industria y Comercio, Miguel Pérez Abad, reconoció en una reciente entrevista
con la agencia Reuters que las importaciones han caído este año en 60% con
respecto al año pasado. Sólo se destinarán $16.000 millones para estas compras
internacionales, una cifra bastante pequeña para este país que produce muy
pocas cosas además del petróleo.
Estos datos del ministro
superan de lejos los de analistas de Bank of America, que en marzo pasado
señalaron que en el último trimestre de 2015 las importaciones ya habían caído
58% con respecto a lo que se compraba hace tres años, y de mantenerse esa
tendencia la caída sería de 31%, hasta $35.300 millones en todo 2016.
Para tener una idea, en
2012, en medio de la fiebre de las elecciones con el candidato presidente Hugo
Chávez, las compras internacionales sumaron $52.000 millones. O sea, este año
tendremos que arreglarnos con un tercio del dinero que teníamos hace cuatro
años para hacer mercado en otros países.
Lo más dramático es que ese
recorte de importaciones de productos básicos, desde alimentos hasta medicinas
y tratamientos contra el cáncer, ayuda a conseguir plata para pagar, como un
clavel, la deuda externa. Es decir, se beneficia al capital financiero
internacional por encima de las necesidades de los propios venezolanos.
La Cámara del Transporte del
Centro (Catracentro) calcula que el servicio de transporte en los puertos del
país está a 10% de su capacidad, gracias a esa caída de las importaciones y a
la parálisis del sector industrial.
Estadísticas oficiales de
Brasil muestran fuertes derrumbes en todas las importaciones desde Venezuela en
los primeros cuatro meses de este año, con una caída promedio de 61% en
dólares.
Las mayores bajas están en
alimentos: -73,66% para las carnes de res sin hueso; -54% en carne de pollo,
-63% en leche entera en polvo y -66% en reses vivas.
El chavismo había
privilegiado la compra de esos bienes a productores internacionales, en medio
de acuerdos políticos y comerciales que dejan jugosas comisiones. Ahora, sin
suficientes petrodólares y enormes deudas acumuladas con empresas brasileñas,
no se puede mantener ese flujo.
Por su parte, las compras a
nuestro principal proveedor, Estados Unidos, se desplomaron 37,2% en el primer
trimestre de este año, según cifras de Venamcham, la Cámara de Comercio e
Industria binacional. Ya en 2015 esos negocios habían bajado 17%.
Otras señales que no
necesitan venir del cielo confirman que la escasez y el desabastecimiento van a
complicarse.
El economista Luis Vicente
León, de la prestigiosa firma Datanálisis, explicó la semana pasada en rueda de
prensa reseñada por El Estímulo que la escasez de productos básicos
promedia 82,8% en los comercios de la ciudad de Caracas, mientras se agotan los
inventarios de la familias.
Como todos saben, Caracas ha
sido privilegiada por las autoridades cuando se trata de racionamiento, ya sea
de luz o de productos de Mercal… ya ustedes saben como están las cosas fuera de
la capital.
El 67% de los encuestados
por Datanálisis señala que compran total o parcialmente su cesta básica en el
mercado negro, es decir, con los mal llamados bachaqueros, donde los precios se
multiplican en al menos 10 veces respecto a lo que marcan los empaques
regulados que nunca aparecen ni en las redes del gobierno.
“El precio es el marcador de
abastecimiento”, dijo León resumiendo un principio básico de la economía, el de
la oferta y la demanda en la determinación de cuánto vale algo.
Para finales de año el
experto prevé que el ingreso de los venezolanos haya perdido 40% de su poder de
compra, cifra que parece quedarse corta ante la realidad del día a día.
82% de los consultados dice
que siempre encuentra colas a la hora de comprar y 96% consigue pocos o ninguno
de los productos que busca. Leche, azúcar, café, aceite y salsa de tomate son
los artículos más escasos.
La menor variedad de productos
y de marcas “significa una reducción severa en la calidad de vida y en la
capacidad de selección”, dijo León.
Lo curioso es que el mismo
estudio arroja que solo 22 de cada 100 personas cree en las palabras del
presidente Nicolás Maduro al momento de explicar la escasez, mientras 88,9% le
cree más al archirrival del chavismo, Empresas Polar.
Para la gente, las razones
de la escasez son falta de producción (25,8%); la falta de soluciones por parte
del gobierno (20,1%); y los problemas de divisas (17,8%).
“Dos tercios de los
venezolanos (65,9%) indican que el control de precios genera escasez en
Venezuela”, este es un dato revelador, pues va contracorriente del discurso
oficial que atribuye la tragedia del venezolano común a una supuesta guerra económica.
Para 71,8% ese argumento bélico es “poco o nada creíble”.
71% culpa al gobierno del
desabastecimiento, 88,9% cree que el gobierno debe poner a producir sus plantas
y 87,6% dice que se debe apoyar al sector privado. 91,8% cree que las empresas
expropiadas producen menos.
02-06-16
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