Luis Manuel Esculpí 31 de mayo de 2016
Significó
la proyección de la guerra fría en Latinoamérica, aplicada fundamentalmente al
sur del continente. Cuando en el mundo bipolar dos grandes bloque se disputaban
zonas de influencia. En ella se fundamentaron la mayoría de las férreas
dictaduras militares en esta parte del planeta, a partir de la década de los
cincuenta, acentuándose en las dos décadas siguientes, motivada por el triunfo
de la revolución cubana y la intención de los dirigentes de la isla de
proyectar, promover y estimular procesos similares en los países del área.
Los
Estados Unidos de Norteamérica consideraron natural que su influjo en el
continente debía preservarse, como garante de su propia protección. Desde la
famosa escuela de las Américas en Panamá, adiestraron a los ejércitos
latinoamericanos en los métodos represivos para combatir al "enemigo
interno". Esa concepción impuso la práctica de las desapariciones
forzadas, los interrogatorios y la tortura sistemática. Es así como se impuso
la llamada Doctrina de Seguridad Nacional, que contempla como "enemigo
interno" a los connacionales no sólo los que insurgieron en los
movimientos armados en la época, sino todo aquel que propagara ideas de izquierda,
progresistas o simplemente se oponían a los regímenes dictatoriales. La más
mínima disidencia era calificada de conspiración o traición a la patria.
Esta
introducción viene a colación a partir de la celebración de los recientes
ejercicios militares denominados Independencia II. Según el Ministro de la
Defensa General Vladimir Padrino López en las maniobras participarían 517.000
personas, cifra sumamente exagerada, tal como apuntó el General (R) Gonzalo
García Ordóñez, ese número equivale al 230% más del desembarco de Normandía, el
más grande de la historia. Calculó igualmente que la sumatoria de un gasto
diario por persona equivaldría la cuantiosa suma de 20,6 millones de dólares en
el fin de semana.
Los
ejercicios contemplaban el reparto de alimentos y apoyo militar a dicha
actividad, la Consolidación de Comités Locales de Abastecimiento y Producción
cuyo "jefe de control y mando" es Freddy Bernal, fue el responsable del
reparto y en buena medida de la participación civil.
Llama
particularmente la atención que un gobierno que se proclama revolucionario y de
izquierda, apela a los dictados del viejo esquema de la Doctrina de Seguridad y
Defensa para categorizar unos ejercicios y la definición de aspectos
fundamentales de su estrategia. En su retórica es permanente el señalar como
enemiga a toda disidencia, incluyendo aquella que alguna vez los acompañó.
Más
allá de la prédica de la preparación contra una eventual y fantasiosa invasión,
lo cierto es que en estas maniobras militares tal como lo señaló Rocío San Miguel,
no participaron los sistemas de armas modernos que serían los empleados en caso
de una contingencia como la mencionada.
La
ejercicio en sus diferentes etapas, en especial la última, estaba dedicado a la
materia de "orden público", materia que las leyes le asignaba a las
policías y en caso de ser necesario a la Guardia Nacional, componente que se
supone adiestrado para actuar en caso de estas alteraciones. Sin embargo
modificaciones legales recientes y otras resoluciones facultan a todos los
componentes de las FAN, incluso la milicia en funciones de restablecimiento del
"orden interno".
Si
bien es cierto que hace aproximadamente tres años en octubre del 2013,
modificaron con una reimpresión el decreto 458 donde crean el Centro
Estratégico de seguridad y Protección de la patria, suprimiendo en el texto la
frase: "asociadas a la actividad enemiga interna o externa"...
iAlguien con conocimiento de sus implicaciones los alertó! Pero es recurrente
en el discurso y en las disposiciones para el apresto operacional la tesis del
"enemigo interno", elemento consustancial de la doctrina militarista
que hemos venido señalando.
Arreaza
siendo Vicepresidente, después de la reimpresión de la Gaceta declaraba:
"No hay enemigo interno ni externo que pueda frenar el proceso
Bolivariano".
Estamos
en presencia de una sistemática operación de amedrentamiento e intimidación,
que por una parte intenta contener la creciente protesta social y por otra
obstaculizar las aspiración mayoritaria de un cambio político.
Tales
propósitos no tienen posibilidades de lograr su objetivo, la situación
económica y social tiende a seguir agravándose peligrosamente, lo que hace
inevitable la movilización y la protesta. Y se consolida la mayoría política
que exige con urgencia el cambio constitucional, pacífico y electoral. Ese
trayecto es el de referéndum revocatorio este año. Allí nos concentramos, no
hay lugar para la distracción, esa es la alternativa para abrir causes y forjar
un nuevo destino orientado a superar la crisis para poder así progresar en paz.
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