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lunes, 9 de enero de 2017

Año de mesa sucia por @perroalzao


Por Arnaldo Esté


El gobierno terminó el año con el desastre del billete resbaloso que mostró la magnitud de la crisis general y su incapacidad para abordarla. Esta vez fueron las decisiones insólitas y los estallidos que causaron y que se repetirán.

El año comienza con reciclaje ministerial que solo refleja las preocupaciones por atender sus conflictos internos, su atrincheramiento, la carencia de cuadros capaces y la franca decisión de mantenerse ilegal e ilegítimamente en el poder.

Una nueva directiva en la Asamblea Nacional podría acompañar revisiones y rectificaciones en la MUD para explorar su creatividad e ingenio que debería expresarse en un adecuado actuar político, y en una ampliación de su composición, integrando a la sociedad civil y sus organizaciones.

No es mi trabajo ni mi oficio hacer laudatorios de conmiseración hacia el “pueblo”. Es la reflexión sobre nuestra historia en la constante búsqueda de un revolvedor. Es la pobre dignidad, la flaqueza ética que arrancó con una independencia de consignas prestadas y poco creídas. Que siguió con un siglo de señores de la guerra convencidos de que la guerra de independencia les había otorgado ese señorío, usando y cambiando a su antojo, la imagen del líder. Es el dictador pacificador, criminal y patriarcal que con rapidez aprendió a navegar en petróleo. Son los coroneles sacados de sus cuarteles, otra vez, para saquear y perseguir con la bendición de algunos de los recientes partidos. Es uno de esos coroneles, ladrón, torturador y asesino, que se estableció como benefactor con un “nuevo ideal nacional”. Es la democracia boba y definitivamente petrolera que actualizo el arte de comprar conciencias. Es el último santón, con el ojo podrido para designar a un heredero que no sabe decidir, atrapado en cortesanos sibilinos temerosos de los juicios y escrutinios que en algún momento vendrán.


Todo este cuento es un resumen, en pocas líneas, del compromiso necesario para la construcción del país. Para ello son varias las vías posibles, sin notas engreídas. No es necesario suspender los diálogos, en todos los ambientes posibles, en la Asamblea Nacional y en los encuentros pautados con mediadores. Simultáneamente a eso, adelantar toda gestión, todo trabajo de calle, toda acción legal y posible. Incorporando a todos los sectores y organizaciones de la sociedad civil, exigiéndole a la imaginación y a la creación, recuperar el optimismo y la cohesión de la nación para este año que comienza.

La construcción del país, más allá de las imprescindibles medidas económicas, es una tarea que invoca la condición ética de la nación, su cohesión, dignidad y participación. Y es allí donde están los mayores problemas.

El resumen histórico anterior nos descubre como un país en una maceración que no ha logrado cuajar y que, en esa condición, sigue esperando la voluntad de un resolvedor o de unas medidas de efecto milagroso.

Buscar esa cohesión, esa integración, esa calidad de sujeto de su propia construcción es la tarea. Es la resultante del trabajo, actividad y creación de cada quien, de cada grupo, de cada comunidad en su inmediatez. Un curso de educación y formación en los hechos, en la actividad y en la producción.
Se habla, con justeza de un “proyecto país”. Ese no es otra cosa que profundizar la democracia por cursos que ya están en la nunca realizada Constitución.

Lograr, como valores establecidos, las instituciones que le corresponden: la separación de poderes, la Asamblea Nacional como ámbito del diálogo político, el sistema judicial, ahora profundamente corrompido, como ejemplo y modelaje, los poderes descentralizados como expresión de las singularidades que los eligen

Más allá de ese “proyecto país” hay que producir proyectos específicos para cada una de las áreas fundamentales. Ciertamente hay multitud de ideas y proposiciones, algunas consecuentes a persistentes investigaciones y esfuerzos. Pero eso hay que llevarlo a proyectos escritos y establecidos que expresen convicción y compromiso.

En la educación cambios importantes que hagan de las aulas ambientes de aprendizaje y formación en un ejercicio cabal de la democracia y la participación y no del silencio y la resignación como ahora ocurre.

En la producción, zafarse de la petrofilia, del bien llamado rentismo que permea toda la actividad y la actitud social. No seguir esperando que el gobierno resuelva: ponerse a trabajar y producir con el afán y creatividad que exigen y permiten nuestras peculiaridades físicas.

En la salud, su concepción como un bien social que convoca actitudes de cuido y prevención.

En la cultura, el usufructo de lo ya aprendido con el Sistema Nacional de Orquestas, llevándolo a los otros campos y especialidades.

La crisis general seguirá, se agravará y nuevos estallidos vendrán. Hay que oír el lenguaje de ese tercer actor no solo en el mantenimiento de los diálogos, sino, insisto, en múltiples acciones en múltiples escenarios que expresen esos cursos necesarios de educación social, cuando la gente alcanza logros que responden a esa acción, a su propio ejercicio.

07-01-17




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